Muere Claudio Díaz, pintor sevillano entre lo social y lo intimista
Su Sevilla natal pierde al último superviviente de su Estampa Popular, devenido luego en singularísimo cantor, en clave lírica, de su vida cotidiana, y adepto de una pintura silenciosa
Un viaje nostálgico al Madrid de la Movida
Juan Manuel Bonet
Una gran tristeza me produce la noticia del fallecimiento, a los 83 años, de Claudio Díaz, al que conocí en la Sevilla de finales de la década del sesenta, es decir, hace siglos. Él pertenecía entonces a Estampa Popular, creada por el ... PCE a imitación de la de Madrid. Además de Claudio (inicialmente, así firmaba, sin su apellido), a la agrupación sevillana pertenecían, entre otros, Francisco Cortijo (su líder), Francisco Cuadrado, Cristóbal Aguilar (que firmó siempre 'Cristóbal') y el escultor Nicomedes.
La primera galería que se ocupó de la pintura de nuestro amigo fue La Pasarela, espacio pionero de aquella Sevilla. Ahí expuso, en 1967, cuadros de jornaleros y obreros; el catálogo lo prologaba Valeriano Bozal. Su primera individual madrileña tuvo lugar en 1968 en Quixote, y en ese caso la introducción fue de Moreno Galván. Por aquel entonces el pintor tenía su estudio, diminuto, encima del cine San Vicente, en la calle del mismo nombre. Quico Rivas y yo éramos visitantes asiduos. También lo era el gran sevillano adoptivo que fue Zóbel, que en 1970 le hizo exponer en la Sala Honda de Cuenca. Presente en 1971 en la Bienal de París, al año siguiente además de participar en la muestra italiana 'Amnistia', Claudio fue uno de los 'Nueve pintores de Sevilla' que Juana de Aizpuru llevó a Madrid, Barcelona y Valencia.
Dejando atrás el tono épico de sus inicios, él se concentraba entonces en su ámbito familiar, pintando a su 'Sagrada familia' (1970), y su entorno, fijándose especialmente en el decorado de la vida cotidiana, contemplado con una mirada encantadora, sólo suya, entre lo sociológico y, ya, lo lírico.
Claudio Díaz decidió luego tentar la aventura madrileña. Su querida Amparo y él, con sus hijas Sensi y Hermas, se instalaron en un piso en Campamento, que era como una dulce embajada, espiritual y gastronómicamente, de Sevilla, en la era frecuente encontrarse con sus colegas y amigos José Duarte y Fernando Verdugo, también en perpetua nostalgia del Sur. Aquí expuso en Sen, Egam, Carmen Gamarra, Seiquer y Ángeles Penche. Fue becario de la March. Colaboró con Grupo Quince. Escribieron sobre él Antonio Bonet Correa, Calvo Serraller, José Ramón Danvila, José Hierro…
Su retrospectiva de 1984 en El Monte permitió su reencuentro con Sevilla, a la que acababa de reincorporarse. Otra muestra importante fue, en 2010, la de la Casa de la Provincia. En su morosa pintura de madurez, recoleta y silenciosa, predominan los motivos cotidianos y los tonos suaves. Bodegones con quinqués y azucareros, caracolas, relojes, libros. Floreros. El mar en Conil. Un jardín y un invernadero en Mairena del Alcor. Cielos claros. Suaves colinas. Figuras contemplando el Guadalquivir, como la muchacha de espaldas, vestida de sevillana, que no sin cierta polémica local, protagonizó su cartel de las Fiestas de Primavera de 1989. Inolvidable amigo.
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