Mariona Casas, la enfermera de 23 años que arrasa en TikTok: «Barcelona tiene que espabilar en redes. En Madrid se mueve más la gente»
EMPANTALLADOS
Entrevistamos a la joven 'tiktoker' que parodia el cerebro de los padres, la época de exámenes o el 'día D' tras una farra. Acaba de aparcar el trabajo sanitario para el que se formó
Capítulo 1 'Empantallados': Zorman
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Iniciar sesiónLas enfermeras antes se iban al Reino Unido, ahora hacen TikTok. Qué titular cero descabellado, ¿verdad? En realidad, no (de momento). Salvo la joven Mariona Casas, que llegó de potra a esta red social justo al inicio de la pandemia y ahora tiene casi ... dos millones de seguidores. Durante el confinamiento, le mandó un vídeo nocturno sin alevosía a una amiga pesada que le insistía en que se afiliara a la secta 'tiktoker'. Y se echó a dormir. Al despertarse era viral, como el coronavirus... y nada sería igual.
Mariona Casas, en cifras:
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TikTok: 1,7 millones de seguidores
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Instagram: 180 mil
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Vídeos más vistos: 'El cerebro de las madres', 25 millones de visualizaciones; 'El cerebro de los hermanos', 14 millones; 'Las contraseñas', 4 millones; muchos más con varios millones de visualizaciones.
«Mi amiga me mandaba vídeos de retos y gente bailando. Entonces, me descargué la app e hice un vídeo mío haciendo deporte y quejándome, sudada, roja en el suelo y maldiciendo el deporte. Y no sabía cómo enviárselo sin publicarlo, pero como no me seguía nadie me dio igual. Al día siguiente no sé cuántas visualizaciones tuvo, ni me enteré. Fue ella que me llamó y me dijo: «'Tía, que te has vuelto viral'... ¡Qué vergüenza!».
Y ahí empezó, sin darse cuenta aún, el ascenso al Tourmalet de la fama virtual, con las marcas contactándole, todo mientras era camarera responsable de un local, tras cuatro años trabajando allí, a la vez que estudiaba Enfermería. «Era un orgullo llevar el bar y me costó muchísimo dejarlo. Pero cuando entró trabajo de publicidad no podía con todo. Era un momento para centrarme en TikTok, que yo veía como un hobbie, y acabar la carrera».
Posteriormente, Casas abandonó también el hospital psiquiátrico infantil en el que trabajó durante un año tras graduarse. «Era de niños y tenía miedo que no me tomaran en serio, porque me acaban conociendo por las redes. No me lo decían y se reían entre ellos», cuenta la catalana.
De hecho, la creadora de contenido editaba sus vídeos por la noche en los lapsos más tranquilos en el hospital, pero llegó, de nuevo, el momento de focalizarse: «Seré siempre enfermera y me sentiré igual de realizada si tengo que volver. Pero hace unos meses lo aparqué». Y ahora quiere formarse en interpretación, aunque sus inicios en la red de microvídeos fueron puro naturalismo: «A lo mejor me veían 100.000 personas, pero en mi delirio pensaba que no me veía nadie. Entonces no tenía vergüenza ni filtro, salía desarreglada, con mi habitación hecha un cuadro…».
Casas hace humor blanco costumbrista, de las costumbres de la chavalería de 23 años, liándola de fiesta, como suelen, y parodiando el cerebro de los miembros de la familia, la época de exámenes, el ligoteo, el 'orgasmus'... Su marca cómica, una especie de caídita de ojo a lo Rosa María Sardá: «En Instagram estamos cansados de vernos las vidas perfectas, TikTok lo veo más real».
Cómo sentirte mayor con 23 años... en TikTok
Hablamos de una estrella en una red social tendente a la teatralidad que le va como anillo al dedo facial: «Es verdad que tenía fama de ser muy de hablar, moverme, hacer caras, soy muy expresiva». Y, ojo, que se siente mayor (23) para esta plataforma: «Es que TikTok avanza a toda velocidad. A lo mejor hoy se lleva esta tendencia y mañana otra. Me siento mayor porque no llego a estar tan puesta. Van como en sexta marcha y yo en tercera».
Uno de los gajes de su nuevo oficio de 'influencer' es adaptarse al trajín loco. Vídeos para ayer, invitaciones a festivales, presentaciones de palitos de surimi en nuestra ocasión madrileña, con su maleta de aquí para allá sin saber siquiera en qué hotel dormirá. También ha tenido que aprender neolengua marketiniana, pero el maná inspirativo no cambia: «Hablo de cosas rutinarias. Quedo con mis amigas, y una duda 20 minutos en elegir qué come… Ellas me dicen: 'Por favor, dedícale un TikTok'».
Desde Barcelona, Mariona tiene a dos horas y media el Dorado tributario de Andorra. ¿Te planteas irte como tantos colegas? «Qué va, qué va. De hecho me acabo de independizar en Barcelona y si me tengo que mudar sería a Madrid que es donde…» ¿Se parte la pana? «Sí, en tema de eventos y creadores de contenido creo que en Barcelona hay que espabilar. En Madrid se juntan muchísimo más que en Barcelona, no sé si porque yo he sido más cerrada, puede ser, pero en Madrid creo que se mueve más la gente».
¿Y caprichos de nueva rica? «Mi vida no ha cambiado, gastó lo mismo. Es verdad que no me hubiera planteado independizarme, hubiera seguido de enfermera haciendo más almohada. Ahora tengo el privilegio de no mirar los precios en restaurantes o ropa», confiesa. También se ha comprado un coche, porque el anterior se le estropeó, y quiere hacerse en su nueva casa «un estudio chulísimo». Y recién conoce la pesadilla de la adultez: «He descubierto que el mayor lujo era vivir con mis padres. Tengo que pensar tres veces al día qué comer», cierra entre risas.
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