Adiós a Sánchez Robayna, el poeta de la modernidad inconclusa
El poeta y ensayista, nacido en Santa Brígida (Gran Canaria), ha fallecido en Madrid a los 72 años
Andrés Sánchez Robayna: «El proyecto moderno sigue vigente»

Fue una figura múltiple, de muchos rostros y de muchas miradas. En él se reunían el poeta brillante, el ensayista que nos abría nuevos espacios de reflexión, el traductor certero y el director de empresas culturales tan importantes como la revista 'Syntaxis'. Podríamos decir ... que fue una figura de la poesía española realmente única porque desde la periferia canaria, sin apartarse de la gran tradición de las islas, de aquello que Lezama Lima definió como la teleología de lo insular, supo conectarse con los movimientos internacionales de poesía que estaban renovando el discurso de la modernidad.
Para él, como para Habermas, la modernidad estaba inconclusa. Es decir, la modernidad no era un periodo ya cerrado de nuestra historia, sino el aliento renovador que debía contener en sí el arte de nuestro tiempo. En este sentido ninguna modernidad más inconclusa que la española, después de que en ella lo moderno siempre haya aparecido de forma conflictiva, difícil y combatido con aspereza. Su tarea, su enorme afán, fue restituir la poesía española de nuestro tiempo a este lugar de la modernidad que, según él, le correspondía y que de alguna forma había perdido.
Hay algo fundamental en la poesía de Sánchez Robayna: la realidad es una cuestión de lenguaje, esto es, el mundo es un libro, la realidad y la propia biografía son un texto que el poeta debe desentrañar. Robayna fue el poeta que buscó siempre el animal de fondo de las cosas, el animal de fondo agazapado también en su propia vida. Fue el que defendió con más ahínco que la poesía siempre debía nacer de un impulso innovador. Se buscó la complicidad de Haroldo de Campo, de Octavio Paz, de Yves Bonnefoy, de Bernard Noël, de Eugène Guillevic, de Wallace Stevens o de Valente para defenderse de la gran soledad que sufría en la poesía española. A su modo quiso ser una excepción y eso le hizo todavía más polémico y, por supuesto, más sugestivo, más interesante. Quiso leer nuestra tradición de otra manera, escribir desde las afueras, ese fue su lugar y su destino, tal vez porque con demasiada frecuencia en nuestra poesía, las afueras son el centro.
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