Caitlin Moran: «Los hombres no van al médico y mueren más que las mujeres. Son tan estoicos...»
Tras una vida escribiendo sobre las mujeres, ahora publica '¿Y los hombres qué?', un viaje al maravilloso mundo de los hombres blancos heterosexuales
He venido a Magaluf a hablar de mi libro
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Iniciar sesiónA Caitlin Moran (Brighton, Reino Unido, 1975) le salen las frases y las anécdotas y las ideas igual que la Coca-Cola de una lata bien agitada. «Hablo rápido, ¿verdad? Es que vengo de una familia muy numerosa», dice, mientras posa el vaper en la ... mesa y retoma el hilo, que más bien es una carrera. En media hora dirá que el estoicismo reduce la esperanza de vida, que los hombres necesitan un 'Sexo en Nueva York' masculino y que lo bueno de escribir libros es que Elon Musk no puede joderte con su algoritmo. Tiene cincuenta años, pero parece que lleva toda la vida aquí, mirando la realidad y juzgándola y riéndose de ella, como una Fran Lebowitz británica, solo que con más ganas de trabajar. Acaba de publicar '¿Y los hombres qué?' (Anagrama), un viaje al maravilloso mundo de los hombres blancos heterosexuales.
—Es una referente del feminismo: toda su obra habla de las mujeres. ¿Cómo han recibido este libro en el Reino Unido?
—Uh, fatal, fatal. Al principio se enfadaron las mujeres. Me dijeron: oh, no, otra feminista que se ha convertido en una traidora; escribe de los hombres como si ya no tuvieran problemas las mujeres. Y les expliqué que la mitad de los problemas que tenemos las mujeres tienen que ver con los hombres… Los hombres se dividieron en dos. Los hombres progresistas dijeron: oh, Caitlin Moran ha escrito un libro sobre cómo los hombres no pueden hablar sus emociones, qué anticuada y qué estereotípico… ¡a la mierda con su libro! Y luego los hombres de derechas me dijeron: Caitlin Moran ha escrito un libro sobre cómo los hombres no pueden hablar de sus emociones, ¡nos quiere convertir en mujeres! Lo bueno es que después de amenazas de muerte y de violación el libro llegó al puesto número uno de ventas. Y gracias a eso he podido cambiar mi cocina. Ha quedado preciosa.
—El libro viene a confirmar que los tiempos han cambiado y que los hombres blancos heterosexuales vuelven a ser un tema de conversación, ¿no?
—Sí, todo ha cambiado. Aunque en el Reino Unido el libro salió demasiado pronto. Luego 'Adolescencia' en Netflix y explotó: de pronto me invitaron a todos los programas de televisión de Estados Unidos y Reino Unido. Esa serie aborda lo que yo he abordado en el libro, que no es un problema de todos los hombres, pero sí de lo suficientes como para que las estadísticas sean preocupantes. Los hombres tienen más fracaso escolar, más probabilidades de volverse adictos a las drogas, son la mayoría de la población de las prisiones. Además, uno de cada siete hombres no tiene amigos cercanos. Y la causa principal de la muerte de los menores de cuarenta años es el suicidio. Lo sorprendente es que los hombres no se ven como un colectivo. Las mujeres sí, los negros también, la comunidad LGTBIQ+. Pero los hombres no. Y cuando empecé a investigar el tema muchos me dijeron: no somos un colectivo, solo somos seres humanos, no nos pueden convertir en una especie que David Attenborough investigaría. Por eso he escrito este libro.
«Después de amenazas de muerte y de violación el libro llegó al puesto número uno de ventas. Y gracias a eso he podido cambiar mi cocina»
—Sostiene que el silencio sobre los hombres lo han llenado los discursos de la machosfera, de gente como Andrew Tate o Jordan B. Peterson. Y que de eso no tienen la culpa ellos sino quienes han callado.
—Eso creo. Se habla mucho de la crisis de los adolescentes, pero yo creo que es una crisis de los padres de mi generación. A las mujeres de mi generación se les da muy bien hablar con sus hijas, con las niñas, hablarles del orgullo de sus cuerpos, del sexo, de la libertad, de la igualdad. Pero los hombres no están haciendo esto con sus hijos. No tienen ese lenguaje. Y nosotras tampoco lo teníamos hace treinta años, pero lo inventamos. He estado mucho tiempo estudiando este cambio cultural, para ver cuándo empezó. Y recuerdo el día en que comenzó a emitirse 'Sexo en Nueva York' en Reino Unido. Y de un día a otro empezamos a ver mujeres con sus vestidos, divirtiéndose, hablando sobre juguetes sexuales, la masturbación… Eso era impensable antes de la serie. Necesitamos algo así para los hombres.
—¿Un 'Sexo en Nueva York' para hombres?
—Sí, sí, algo así como 'Dicks in the City'. O: 'Pectorales en la ciudad'. Yo creo que hay un apetito por este tipo de productos culturales. Hay un reality show en Reino Unido que se llama 'Mortimer & Whitehouse: Gone Fishing' (A la pesca), y trata de dos comediantes muy famosos que tienen más o menos mi edad, que van a pescar juntos y que hablan sobre sus problemas de salud, sobre su infancia, sobre música que les gusta, su matrimonio, sus hijos… Cada vez que se emite hay muchos hombres en Twitter que dicen: oh, ojalá tuviera un amigo así, alguien con quien pudiera ir a pescar.
«Necesitamos un 'Sexo en Nueva York' para para hombres. Algo así como 'Dicks in the City'»
—El libro empieza recogiendo el cabreo de los jóvenes de la generación Z, que dicen que el feminismo ha ido demasiado lejos o que hoy es más fácil ser una chica que un chico. Pero responde desde la curiosidad y el humor.
—No se trata de mí diciendo: estás equivocado. Se trata de hacer un libro con estadísticas sobre sus problemas y también comunicarles a los hombres que se tienen que rebelar, porque eso nos funcionó a nosotras, las mujeres. Me gustaría darles a los adolescentes lo que hemos dado a las adolescentes: decirles que el futuro también es de ellos y que hay esperanza y que estamos hablando de sus problemas y que también los padres están intentando hacer las cosas mejores para sus hijos adolescentes.
—Le dedica un capítulo a los hombres que no van al médico.
—Y me han escrito miles de personas en los últimos dos años diciéndome: me has salvado la vida o has salvado la vida de mi marido porque le leí ese capítulo y lo obligué a ir al médico y se enteró de que tenía cáncer o de que tenía la presión alta. Y yo le preguntaba a estos hombres: por favor, estás caminando con un bulto enorme en el cuello, ¿por qué diablos no vas al médico? Y a menudo decían que tenían miedo o que no querían que les introdujeran un dedo en el ano. Pero sobre todo me decían que no querían estar en una fila delante de una mujer o de un niño. Y a mí me partió el corazón, porque no hay una jerarquía para la salud mental o física. Si tienes cáncer, pues eres igual a una mujer con cáncer. Pero ellos no lo veían así. Y por eso no iban al médico y por eso su expectativa de vida es menor que la de las mujeres. Son tan estoicos…
—O sea: que el estoicismo reduce la esperanza de vida.
—Por supuesto. Además, la vida no trata de ser estoicos. Estamos un segundo aquí, en la Tierra [y chasca los dedos]. Y si piensas que es noble y valiente no quejarse nunca, también deberías pensar que tus hijos te están mirando. Y que tus hijos van a crecer y te va a parecer desgarrador que tengan un problema y no te lo digan porque quieren ser duros como tú. Y luego recurren al suicidio. Esto ha pasado en mi círculo social: en el último año diez hombres se han suicidado, y dos eran adolescentes. Sus padres no sabían que tenían problemas. Estaban siendo estoicos, sus hijos. No les comunicamos a los adolescentes que hacerse hombre no es callarte, sino comunicar tus problemas.
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