El testamento vital de una autora muerta en Auschwitz gana el premio Renaudot
El premio Goncourt fue concedido a Laurent Gaudé, por su obra «Le soleil des Scorta», una saga familiar que porta durante generaciones un cúmulo de maldiciones
Denise, hija de Irène Némirovski, con un ejemplar de «Suite française» AFP
PARÍS. El premio Renaudot se concedió ayer por vez primera a una muerta, Irène Némirovsky, francesa de padres judio-ruso-ukranianos, que fue una de las grandes estrellas de la vida literaria europea de los años veinte y treinta del siglo pasado, antes de ser ... deportada a Auschwitz y dejar escrita una novela que ha tardado sesenta años en publicarse, con un éxito fulgurante.
Irène Némirovsky nació en Kiev en 1903, en el seno de una familia muy acomodada, educada en la gran tradición burguesa y aristocrática rusa: como Nabokov, Berberoba o Zoé Oldenbourg aprendió el francés o el inglés al mismo tiempo que el ruso; y, como ellos, pronto se vio condenada al destierro, víctima de la revolución y la guerra civil. Afincada en París, como Berberoba u Oldenbourg, estudió en La Sorbona y multilingüe (hablaba siete idiomas) triunfó muy pronto como escritora, aclamada por el público y la crítica.
Entre 1926, el año de la publicación de «Le Malentendu», y 1940, cuando aparece «Les chiens et les loups», la Némirovsky publicó una docena larga de libros, el más célebre de los cuales quizá sea el legendario «David Golder» (1929). Arrestada y deportada por la Gestapo, en París, en 1942, moriría en Auschwitz. Su obra tardó muchos años en reeditarse, condenada al olvido. En 1993, una de sus hijas, hoy fallecida, editora ella misma, publicó una biografía que tuvo un cierto éxito entre los iniciados. Otra de sus hijas, Denise Epstein Némirovsky, residente en Toulouse, había descubierto, años atrás, en un trastero, una maleta con un libro inacabado, «Suite française». Pero tardó años en leerlo. La hija sufría leyendo la tragedia de la vida de su madre, entre 1940 y 1942, judía, arruinada, perseguida, contando en su obra su largo y doloroso viaje hasta las puertas del infierno.
Sesenta años más tarde, ese libro terminó publicándose, el mes de septiembre pasado. Tuvo un éxito de crítica fulminante. Ésa es la obra que ganó ayer el premio Renaudot. Toda la crítica coincide en afirmar que se trata de un documento literario de excepción, por la calidad de su prosa y la crudeza trágica de su testimonio.
También ayer, el premio Goncourt fue concedido a Laurent Gaudé, un joven dramaturgo y novelista, cuya obra «Le soleil des Scorta» ha tenido muy buena crítica y parece llamada a transformarse en un gran éxito de ventas. Hace dos años, «La mort du roi Tsongor» valió a Laurent Gaudé el premio Goncourt de los estudiantes de bachillerato, por una fábula mítica, épica, que tuvo mucho éxito. Desde hace casi diez años, varias obras de teatro suyas se han montado en París, en Estrasburgo y en Avignon, descubriendo a un dramaturgo fuera de lo común.
«Le soleil des Scorta» es una novela de corte tradicional: una saga familiar, los Scorta, que se transmite durante generaciones un magro patrimonio, en forma de maldiciones, tragedia y una inquebrantable voluntad de supervivencia. Situada en un espacio de leyenda, en algún lugar entre el Mezzogiorno italiano y la Provenza francesa, la historia de los Scorta marca una ruptura de fondo con las tendencias tradicionales de la novela francesa más en boga.
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