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«2666» en EE.UU.: la cara y la cruz de Roberto Bolaño

«2666» en EE.UU.: la cara y la cruz de Roberto Bolaño

¿Fue o no fue el escritor chileno Roberto Bolaño adicto a la heroína, como conviene a un infrarrealista y a un maldito? ¿Estaba o no estaba en Chile cuando se produjo el golpe contra Salvador Allende? El éxito póstumo de Bolaño en Estados Unidos pone su figura bajo la nueva luz de una curiosidad mundial. Que ilumina la cara y la cruz del mito.

Un buen día pareció que todas las librerías de Nueva York se llenaban de libros de Roberto Bolaño. Sobre todo de uno: «2666», la novela-fábula extrema de 900 páginas que Bolaño dejó inacabada cuando murió el 2003 en Barcelona, que de todos modos se publicó, se tradujo al inglés y ahora opta al National Book Award 2008, el prestigioso premio de la crítica especializada norteamericana. De pronto Bolaño está de moda, de pronto todo el mundo habla de Bolaño.

Por ejemplo, esta semana «The New York Times» daba voz a su viuda, Carolina López, para cuestionar la base autobiográfica de los relatos de Bolaño a vueltas con la heroína. Otros testimonios cuestionan que Bolaño llegara realmente a ser víctima de la represión pinochetista en Chile.

Si lo de la heroína es una «chorrada» para la mayoría de lectores serios, esto último no tanto. Bolaño no se limitó a sembrar la duda autobiográfica sino que sostuvo siempre que en 1973 decidió dejar México, donde vivía, para volver a Chile y apoyar el socialismo de Allende.

Se supone que fue aquel un viaje mítico, una odisea en autobús, autostop y barco, al término de la cual le esperaban la cárcel y la liberación providencial, sólo porque uno de sus guardianes le conocía del colegio. Parte de estos elementos apuntalan varias paredes maestras de su obra.

Un autor complejo y profundo

¿Qué pasa si Bolaño se lo inventó todo? Pues habrá quien se rasgue las vestiduras y habrá quien sea más comprensivo. «¿A lo mejor se lo inventó porque tenía remordimientos de no haber estado ahí?», sugiere la autora mexicana Carmen Boullosa. Ojo, que no estamos ante un señor que simplemente se inventa que sobrevivió a un campo de concentración nazi sino ante un escritor complejo y profundo. «No es sólo una cuestión de automitomanía, aunque a los escritores automitificarnos nos encanta», opina para ABC el novelista norteamericano de origen guatemalteco Francisco Goldman, uno de los valedores de Bolaño en el mundillo literario yanqui, «es que parte de nuestro trabajo consiste en rechazar profundamente la realidad». Goldman evoca las ficciones de Bolaño sobre el Chile del golpe como un magistral «viaje al corazón primero del idealismo, y después de la decepción», de toda una generación.

En una onda parecida se manifiesta otro escritor chileno con creciente presencia en los Estados Unidos, Rafael Gumucio. Cuando ABC le contacta para hablar del tema se ríe y sentencia: «Bolaño nos cuenta el camino que va de Cortazar a Borges, es decir del pedante internacional surreal al viejo conservador ciego». Impresionado por la acrobacia, Gumucio no lo está tanto por «la pobreza de los lectores del primer mundo, que quizás no puedan comprender esa sutileza; la sutileza, ya se sabe, es el lujo de los pobres».

Gumucio considera que con Bolaño se pone fin a la fiebre del boom hispanoamericano, la garciamarquezmanía, etc. Goldman coincide con ello pero espera que ahora no explote un boom nuevo: «Lo único malo, cuando un escritor latino triunfa en Estados Unidos, es que todo el mundo en Estados Unidos espera que todos los escritores latinos escribamos igual. ¡Otra vez no, por favor!»

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