UNA MIRADA ACADÉMICA
Tosferina
La decisión fue drástica: había que abandonar inmediatamente el lugar y volver a Madrid. Y así se hizo
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Pedro Álvarez de Miranda
Tendría yo unos siete u ocho años y el veraneo familiar, en una localidad de la sierra madrileña, transcurría —cabe suponer— con la apacibilidad entre aburrida y gustosa de las interminables vacaciones escolares de entonces.
Pero un día, repentinamente, una novedad lo cambió todo. ... Unas niñas que se hospedaban en el mismo hotel tenían tosferina. La decisión fue drástica: había que abandonar inmediatamente el lugar y volver a Madrid. Y así se hizo.
Acaso oí yo entonces por primera vez las palabras 'contagio', 'contagiar'. También, desde luego, la que designaba aquella enfermedad de la que tanto importaba alejarse, y especialmente proteger a los niños.
Cuando uno o dos meses después se produjo la vuelta al colegio, ¿me tocaría hacer, como era usual, una redacción contando el veraneo? Si así fue, estoy seguro de que no tuve la menor duda a la hora de escribir en ella así la palabra «tosferina». Ahora sé, sin embargo, que si la hubiera buscado en el diccionario —no era yo tan precoz ni tan repipi, aunque sí algo, esto último—, no la habría encontrado, por la sencilla razón de que no estaba. O, mejor dicho, sí estaba: en la entrada 'tos' —donde nunca se me hubiera ocurrido buscarla— sí figuraba 'tos ferina' (el adjetivo 'ferina' equivale a 'como de una fiera').
Gran sorpresa ha sido la muy tardía entrada de la voz 'tosferina' en el diccionario académico
Hace unos días leí una triste noticia: había fallecido de tosferina un lactante de menos de un mes cuya madre no estaba vacunada. Y la Wikipedia me entera de que en el mundo sigue habiendo actualmente entre 30 y 50 millones de casos de 'tos ferina' —así lo escribe— y más de 300.000 muertes anuales, la mayor parte de las cuales ocurren en niños pequeños no vacunados o con una vacunación incompleta. Son cifras como para abandonar este artículo por irrelevante.
Gran sorpresa ha sido —volviendo a las palabras— la muy tardía entrada de la voz 'tosferina' en el diccionario académico: se ha producido en el DLE de 2014. Insisto en que antes lo que figuraba —desde 1884 hasta 2001—es 'tos ferina', en el artículo 'tos'. Hoy, aunque esa posibilidad sigue registrada del mismo modo, la Academia, con buen criterio, prefiere 'tosferina'.
Ahora bien, importa subrayar que la diferencia entre una y otra no es meramente gráfica, es también prosódica. Si se escribe en dos palabras, hay dos sílabas tónicas ['tós ferína']; si solo en una, hay, por las mismas razones, solo una sílaba tónica ['tosferína']. Esto último es lo que hoy todos decimos, y oímos, y escribimos (y esto es también, creo poder asegurarlo, lo que yo oí de niño, hace… dejémoslo en un montón de años).
Se ha dado, pues, un proceso en que el núcleo de la expresión compleja de partida, el sustantivo 'tos', ha pasado a la humilde condición de sílaba átona inicial de la palabra consolidada. Lo mismo que en ['tío + vívo'] > ['tiovívo'] y otros compuestos del mismo tipo.
'Tos ferina' se documenta en español desde 1735, todavía en referencia a un tipo de tos (y por tanto también en plural, 'toses ferinas'); y desde 1774 ya como nombre de la enfermedad. En cuanto a 'tosferina', empieza a poder verse escrita así en 1850.
Ojalá llegue pronto el día, eso es lo verdaderamente importante, en que ningún niño muera por ella.
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