CRÍTICA DE:
'La sangre está cayendo al patio', de Elvira Navarro: agujeros negros, miedos oscuros
Narrativa
Nueve cuentos donde comprobamos que su autora no escribe para que el lector duerma tranquilo. La pesadilla altera el sueño. Por tal razón su literatura nos mantiene despiertos y admirados
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Iniciar sesiónPosee Elvira Navarro una virtud que la distingue: escribe sin miedo, aunque su literatura está llena de miedos. No son miedos únicamente de ella, lo son del lector, que se ve apresado por historias sin salida, que dicen nuestra condición urbana del mejor modo ... que puede decirse: a través de cuentos que nos contienen sin que lo supiéramos.
Dos de los nueve cuentos del volumen se relacionan, hasta compartir variaciones de sus títulos. Se trata de 'El miedo a la ciudad' y 'La ciudad del miedo'.
RELATOS
'La sangre está cayendo al patio'
- Autora Elvira Navarro
- Editorial Random House
- Año 2025
- Páginas 141
- Precio 18,90 euros
Se podría decir que el segundo completa lo atisbado en el primero, o mejor, lo resuelve como única forma de salida: la pregunta sobre si lo narrado acerca de lo visto en un paseo por una barriada de la 'banlieu' parisina, puede haber sido una pesadilla. Sería la única forma de racionalidad posible para el horror de gentes apiñadas, amenazantes, colonias de escombros y viviendas dejadas de la mano de todos, donde la protagonista se ha adentrado guiada por la necesidad de ver. En el segundo cuento acompaña a una trabajadora social, que va discurriendo por esa ciudad dantesca.
Si entras en el infierno abandona toda esperanza de salida, «lasciate ogni speranza» había escrito el florentino. Elvira Navarro lo concentra en un paseo por donde no hay Virgilio que pueda acompañar a Almudena, nombre de la protagonista, quizá víctima. Son cuentos breves, discurren por el exterior de un abandono social urbano, pero reclaman ser leídos como metáfora del horror de la sinrazón a la que lleva un sistema económico en crisis, que desplaza a la 'banlieu' a quienes no puede contener.
Otro 'leitmotiv' desarrollado sobre todo en 'La lavadora', 'El proyecto' y 'El recogedor de animales' es la carencia de salida
Junto al miedo, otro 'leitmotiv' del conjunto de nueve cuentos, desarrollado sobre todo en 'La lavadora', 'El proyecto' y 'El recogedor de animales' es la carencia de salida. Aquí la metonimia crítica que se me ocurre es la de agujero o pozo. Los protagonistas no hallan salida a lo que les ocurre. El primero de los cuentos, que gustará a todo lector, es metafórico: una lavadora tiñe de sangre la ropa. La pareja que sufre tal inexplicable situación se afana por encontrar soluciones, el técnico de la Balay, o quizá se trate de la sangre de un animal que quedó atrapado.
La suma de explicaciones desechadas por la policía, por los técnicos, apenas añade otra cosa que mayor inquietud. Junto a ese elemento está el social-realista. La comunidad de vecinos va comportándose como masa acusadora. Lo primero es irracional, lo segundo, la falta de solidaridad con la desgracia del otro, es de un realismo inquietante. Uno de los elementos mejores, que ya mostró en el libro de cuentos anterior titulado 'La isla de los conejos' es la mezcla de lo fantástico y lo cotidiano, o mejor la inserción de lo uno en lo otro.
La mediocridad, la condición cutre, la dicen los objetos, que quedan mudos como única condición de lo real. Ocurre en el cuento 'El proyecto', que es de todos el que más tiene que ver con la situación precaria que dio lugar a su novela 'La trabajadora'. Una pareja joven a la que primero un ERE y luego la pandemia impide terminar la casa en construcción, se recluye en ella durante el confinamiento, con un hijo que nada tiene de afectuoso y si de amenazador tirano.
El cuento va acumulando gran cantidad de agobios psicológicos en que desembocan las condiciones a las que se han visto sometidos. Elvira Navarro no tiene piedad de ellos, porque su literatura no ha nacido para edulcorar con idealismos la flagrante precariedad sin salida. Pero tal situación esta narrada 'in crescendo', donde la mejor habilidad ha sido el ritmo narrativo del drama. También 'El recogedor de animales' se plantea la lucha del individuo y la sociedad urbana de hoy. ¿Podría alguien que cuida la limpieza de una autopista salvar a los animales accidentados que va encontrando?
La capacidad de decir soberbias señales de agonía en los animales, y también la piedad posible conviven en este cuento con una Naturaleza que da momentos álgidos de descripción de lo natural paisajístico y animal, frente a lo urbano, metidos en el agraz paisaje castellano entre Guadalajara y Soria. No revelaré el final de cuento, sabiamente alejado de idealismo. No puedo dejar de señalar en el extenso cuento titulado 'Los amores idiotas' la libertad con que Elvira Navarro da un golpe de muerte, golpe literario, a las convenciones políticamente correctas sobre lo erótico y de lo que puede decirse sobre la obesidad, lo 'trans' y el lumpen de garitos donde Pep y la narradora rompen todo tabú, también el de la enfermedad física.
Lo hace saliéndose del carril de lo que conviene denunciar en el asedio que sufre la protagonista del cuento 'Tela de araña'. Aunque el otro cuento largo, 'Ramito de violetas', había dejado resquicios de deudas sentimentales Elvira Navarro no escribe para que el lector duerma tranquilo. En sus cuentos la pesadilla altera el sueño. Por tal razón su literatura nos mantiene despiertos y admirados.
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