UNA MIRADA ACADÉMICA

La jerga, bosque interminable

En Madrid, por ejemplo, mis años universitarios me permitieron conocer otra jerga: 'darse el piro', 'pirarse', por marcharse; 'molar' como gustar

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José María Merino

Según el Diccionario de la Lengua Española, 'jerga' proviene del francés 'jargon', y es: «Lenguaje especial y no formal que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones y oficios»; «Lenguaje especial utilizado originalmente con propósitos crípticos por determinados grupos, que a veces se ... extiende al uso general», y «'jerigonza' —lenguaje difícil de entender—».

Lo sorprendente es lo viva que se mantiene esa especie léxica. Hace unos días estuve en Granada, y descubrí palabras como 'bulla' —prisa—, 'chuminá' —estupidez—, (yo ya sabía que un 'chumino' es un tonto, aunque en el DLE está aceptado con otra acepción, donde lo considera «malsonante», y que se refiere al aparato genital femenino, y en el Diccionario de Americanismos como «dinero ahorrado»), 'cipollo' –idiota–, 'enhortao' —desorientado—.

Y reflexionando sobre el asunto, recordé que mi adolescencia leonesa estuvo cargada de palabras, todavía vigentes y de la misma especie: 'gicho' era el héroe de las películas del Oeste; 'papones', los cofrades de la Semana Santa; 'modorro' como tonto; 'jijas' para esmirriado; 'hecho un Adán' por desaliñado; 'prestar' por gustar… y muchas otras de ese peculiar espacio paralelo: 'trancar' por cerrar la puerta; 'espurrirse' por estirarse; 'amurniado' por entristecido. En León los sacos son 'fardeles', la ceniza 'cernada', las piedras 'cantos', la herencia, 'hijuela', y '¡marcho!' significa '¡me voy!'

El 'homo sapiens' no deja de inventar términos para descifrar la realidad

En Madrid, por ejemplo, mis años universitarios me permitieron conocer otra jerga: 'darse el piro', 'pirarse', por marcharse; 'molar' como gustar; 'flipar' para alucinar; 'al loro' para estar atento… A lo largo de los años he tomado a veces notas de las jergas que me habían ido pareciendo más llamativas. En La Mancha he oído 'mangurrián' por inculto, 'gambitero' y 'pindongo' por juerguista. En Valencia, 'desastrar' es desordenar, 'choparse' mojarse con un chaparrón, y a la fregona se le llama 'mocho'. Como suelo frecuentar mucho ciertos espacios costeros almerienses, he anotado 'cucha' por mira, 'pillapelo' por horquilla, 'tranco' por umbral…

Y no digamos si nos vamos al español de América: allí también la jerga es interminable: '¡Ándele!' —y '¡Órale!' «Expresa incitación a empezar o a proseguir una acción», —en México y países cercanos— según el Diccionario de Americanismos y el DLE…—como 'chido' es bueno y 'chela', cerveza—. Porque muchísimos términos de la jerga están aceptados en el Diccionario, como es natural y propio del sentido común, aunque algunos, como 'chingar', darían para una tesis doctoral, por lo menos…

El caso es que vivimos rodeados también por la jerga, y eso demuestra que el 'homo sapiens', consecuente con lo que determinó la consolidación de su inteligencia, no deja de inventar términos para descifrar la realidad, a menudo poco verosímil, en la que se encuentra inmerso.

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