Historia
La humanidad española en la conquista ultramarina
LA absolución o la verdad de la conquista
Las bulas vaticanas de 1493-1494 organizaron los dominios providenciales de España y Portugal y la expansión atlántica
Entrevista al autor
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Iniciar sesiónHasta 1537, mediante la ahora cuestionada bula 'Sublimis Deus', los indígenas que habitaban las tierras bautizadas treinta años antes con el nombre de América no vieron reconocida por el Papa de Roma Paulo III su capacidad para la salvación cristiana: «No es creíble que ... exista alguien que poseyendo el suficiente entendimiento para desear la fe, esté despojado de la más necesaria facultad de obtenerla». Veintiséis años antes, un dominico enfurecido, educado en Salamanca, fray Antonio de Montesinos, había proclamado lo contrario. Aunque no podía discutir que los conquistadores poseían capacidad racional, se atrevió a amenazarlos con el infierno por su conducta: «¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes». Mediante este escrito, mucho antes de la propaganda estereotipada de fray Bartolomé de las Casas, tan útil para los competidores europeos del imperio español, se puso en marcha lo que el gran historiador estadounidense Lewis Hanke llamó la «lucha por la justicia» en la Conquista de América.
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Por supuesto esta se definió tras las bulas vaticanas de 1493-1494, que organizaron los dominios providenciales de España y Portugal y la expansión atlántica, mediante meritorios y efectivos intentos de la corona española, desde Carlos V en adelante, por regular conductas, corregir excesos y, sobretodo, salvaguardar la autoridad real, equivalente a lo que hoy llamamos «Estado de derecho». En 1504 el testamento de Isabel la católica, cuando esta «se aparejaba a bien morir», impuso que los indígenas no fueran reducidos a esclavitud ni se les infligiera agravio. En 1512, las famosas Leyes de Burgos reconocieron la libertad de los indígenas e impusieron graves responsabilidades a los encomenderos. Solo siete años después, el cataclismo que supuso el final del imperio azteca a manos de una coalición formada por nativos mesoamericanos aliados de Hernán Cortés, cambió la escala y escenarios de un problema que, en última instancia, se vinculaba al respeto a la monarquía católica española en las fronteras del orbe. De las soluciones para afrontarlo nacieron los derechos humanos.
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