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Los absurdos pinganillos
La pretensión de utilizar todas las lenguas en el Congreso es un sinsentido
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En cualquier lugar en el que coincidan, Gabriel Rufián, Laura Borrás, Mertxe Aizpurúa Arzallus y Néstor Rego, les guste o no, se entenderán en esa lengua española que hablan y entienden perfectamente. En cambio, para debatir en el Congreso, exigen cada uno de ellos ... hablar en catalán, vasco o gallego, aunque sepan de sobra que la mayoría de los diputados no entienden todas esas lenguas.
La causa de esto la explicó con meridiana claridad Jordi Pujol: te das cuenta de que estás en otro país cuando hablan otra lengua y hay otra policía. Por eso, exigen algunos partidos hablar en el Congreso otras lenguas como un peldaño más para independizarse de España. Es evidente.
Desde el punto de vista legal, esa exigencia es un absurdo. Lo dice nuestra Constitución, votada mayoritariamente por los españoles, en su artículo 3: «El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla».
Se están inventado un problema que no existe: todos se entienden en nuestra lengua común
Desde el punto de vista lingüístico, es otro absurdo. Como estudió Amado Alonso, el castellano se convirtió en español, y éste, en lengua nacional, común a todos los españoles. Es un hecho obvio que es la única lengua que todos los españoles hablan y entienden.
Desde el punto de vista económico, es un absurdo el derroche de gastar dinero en traductores y equipos para algo absolutamente innecesario.
Para el puro sentido común, es un absurdo total inventarse un problema que no existe: todos los diputados se entienden sin la menor dificultad, usando nuestra lengua común.
Los pinganillos que exigen poner ahora en el Congreso son un buen símbolo del disparate que estamos viviendo los españoles. Es lógico que lo exijan los que buscan la independencia. Es un trágico absurdo que, solamente por mantenerse en el poder, lo acepte un Partido que, además de Socialista, se llama Español.