REPORTAJE
Catedral de Burgos: el sueño de piedra que desafió al tiempo
La primera de nuestras catedrales góticas cumple ocho siglos en 2021. Llena de tesoros arquitectónicos, escultóricos y pictóricos, su construcción cambió la fisonomía y la historia de Burgos
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Iniciar sesiónVeinte de julio de 1221. En Burgos , encrucijada de caminos de la fe y del comercio, otrora capital del Reino de Castilla -en ese momento es Toledo quien ostenta el título, aunque a orillas del Arlanzón siguen celebrándose algunas ... Cortes-, se coloca la primera piedra de un monumento que no solo cambiará la fisonomía de la ciudad, sino su historia y la percepción que el mundo tendrá de ella en adelante: un asentamiento humano a una catedral pegado, un burgo abrazado íntimamente a un sueño de piedra. A principios del siglo XIII cuenta con una población cercana a los 20.000 habitantes. Ya no es una villa de frontera: desde el arreón dado por las huestes cristianas en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) el pulso con los almohades se ha trasladado al valle del Guadalquivir. Así que no vive del trasiego de tropas, sino del de peregrinos y mercancías. El geógrafo árabe Al-Idrisi la describió así: «Es una gran ciudad, atravesada por un río y dividida en barrios rodeados de muros. Uno de estos barrios está habitado particularmente por judíos. Es fuerte y acondicionada para la defensa. Hay bazares, comercio y mucha población y riquezas. Está situada sobre la gran ruta de los viajeros». La ruta por antonomasia: el Camino de Santiago , que pronto tendrá en la catedral de Santa María de Burgos uno de sus hitos más relevantes, con sus agujas flamígeras como faros en lontananza para que nadie se extravíe. Asisten al acto solemne celebrado hace ocho siglos los dos promotores de aquella obra inspirada en un nuevo estilo, el gótico, que se extendía por Europa: el rey Fernando III el Santo y el obispo Mauricio , prelado de la diócesis burgalesa desde 1213.
Caída de San Lorenzo
Doce de agosto de 1994. San Lorenzo se despeña desde su peana situada a 50 metros de altura en la torre norte de la catedral. Fatiga de materiales: probablemente fallaron las sujeciones de hierro, plomo y yeso bajo el martillo pilón del tiempo. La estatua, del siglo XVII, de dos metros y 400 kilos de peso, impacta con un pináculo y se rompe en pedazos, cayendo algunos fragmentos sobre la techumbre y otros junto a la fachada de la plaza de Santa María sin que haya que lamentar daños personales, a pesar de los numerosos turistas que transitan por la zona. La caída de San Lorenzo no es un simple síntoma, sino la constatación del estado comatoso del templo . En el exterior del espléndido cimborrio, alzado primero por Juan de Colonia en el siglo XV y reconstruido tras su hundimiento por Juan de Vallejo en el XVI, los angelotes mofletudos pierden las orejas, que parecen harina en vez de piedra. Las ampollas que provoca la polución en las esculturas estallan como copos de maíz. Las nieblas que amordazan Burgos en invierno depositan el hollín que escupen las fábricas cercanas sobre el edificio, construido con piedra de Hontoria , cuyas canteras producen una caliza fósil sencilla de trabajar, pero muy vulnerable a los contaminantes. En las tripas de la seo, en la espectacular Capilla del Condestable -en realidad una catedral dentro de la catedral-, los insectos xilófagos devoran las entrañas de los retablos y el polvo desfigura la expresividad gótica de los santos y vírgenes de Gil de Siloé .
Nos habíamos olvidado de su edad, o no le concedíamos importancia, como si su alma espiritual pudiera sostener su armazón para siempre. Las catedrales son como las cajas negras de nuestra historia, según Julio Llamazares , que analizó estas «rosas de piedra» en dos contundentes volúmenes. La de Burgos ha alcanzado los ochocientos años cuando algunos edificios modernos que nos parecen sólidos difícilmente podrán superar los doscientos. «Vivimos en un mundo viejo, ya construido. Si realmente nos comprometemos a perpetuarlo, los arquitectos del futuro estarán más ocupados en conservar lo que tenemos que en crear algo nuevo». Palabra de Carlos Muñoz de Pablos , pintor segoviano que ha devuelto la salud a las vidrieras de varias catedrales, incluida la que nos ocupa ahora.
Pero rebobinemos. Tanto el rey Fernando como Mauricio, el obispo viajero -había estudiado en París y era un apasionado de la modernidad artística que triunfaba en Francia-, estaban convencidos de la inmortalidad de su obra, levantada sobre una catedral románica que se edificó entre 1080 y 1095 en el espacio que ocupó el palacio de los Reyes de Castilla. Alfonso VI -el del incidente con el Cid- había convertido Burgos en sede episcopal en 1 075. El obispo fichó a arquitectos y maestros franceses para erigir una Notre Dame castellano-leonesa , la primera catedral gótica de la península Ibérica. «El proyecto también supondría un contrapeso al monasterio de las Huelgas , fundado en 1187 por Alfonso VIII y su esposa, Leonor de Plantagenet», explica René Payo , catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Burgos.
En tiempo récord
Los plazos se consumieron con rapidez. En 1230 ya se habían concluido el ábside, la cabecera y las naves de la girola con sus correspondientes capillas, y pudo celebrarse la primera misa en el presbiterio. Es entonces cuando la intacta catedral románica empieza a ser demolida, se remata la nave del crucero y sus portadas y se inician la nave central y las laterales. La consagración definitiva del templo tiene lugar en 1260 , apenas cuatro décadas después de la colocación de la primera piedra, todo un récord medieval. Aunque, según René Payo, «las catedrales están siempre construyéndose». En la segunda mitad del siglo XV ven la luz tres piezas clave del recinto: la Capilla del Condestable, las agujas y el cimborrio. Una nueva sacristía y la Capilla de las Reliquias culminan las ampliaciones en el siglo XVIII.
El elenco de talentos que dejan su huella en la seo burgalesa es impresionante, desde el arquitecto Juan de Colonia , introductor del gótico flamígero en Castilla y responsable, entre otras maravillas, del primer cimborrio y de las agujas que coronan las torres, hasta su hijo Simón (autor de la Capilla del Condestable) y su nieto Francisco (que construyó la Portada de la Pellejería, con decoración plateresca). Y más: los escultores Gil de Siloé , Felipe Vigarny , los hermanos Rodrigo y Martín de la Haya (a quienes debemos el retablo mayor), Juan de Ancheta y Juan Pascual de Mena ; el escultor y arquitecto Diego de Siloé (que firma la monumental Escalera Dorada); el rejero Cristóbal de Andino (su obra maestra: la reja de -cómo no- la Capilla del Condestable); el vidriero Arnao de Flandes o los pintores Alonso de Sedano , Mateo Cerezo , Sebastiano del Piombo o Juan Ricci .
Visitas y bodas reales -como la del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, con Margarita de Austria-, reuniones de la Corte, el regreso de los restos del Cid y de Doña Jimena en 1921 (sus tumbas fueron profanadas por las tropas napoleónicas y sus huesos llevados a Francia en 1808) y las restauraciones en el tránsito de las últimas centurias (la de Vicente Lampérez a finales del XIX y principios del XX, y la que comenzó en los años 90 del pasado siglo y ha llegado a nuestros días) son algunos de los momentos álgidos de su historia.
Anhelos espirituales
«Los criterios de restauración del siglo XIX tendían a eliminar los elementos de pureza franceses. Esto pasó en León, pero no tanto el Burgos, donde se mantiene el legado y podemos leer todas las épocas del templo, las ampliaciones y reformas que respondían a grandes anhelos espirituales y artísticos», explica el catedrático René Payo. Una criatura pétrea, pero viva, patrimonio de la humanidad , en un hábitat que ha mejorado con la peatonalización del centro histórico de la villa. Sesenta millones de euros invertidos en los últimos 25 años para que en su octavo centenario luzca en perfecto estado de revista. Acaba un ciclo e inmediatamente empieza otro. San Lorenzo, con su caída, salvó la catedral . La estatua se reparó y se puede admirar en el museo. Desde su mirador en la fachada una copia vigila el andar de los peregrinos.
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