Cincuenta años sin Bruce Lee: la muerte de un inmortal
El legado del polifacético artista marcial permanece imborrable en todo el mundo medio siglo después de su misteriosa muerte
Un estudio revela nuevas hipótesis sobre las causas de la muerte de Bruce Lee
Corresponsal en Pekín
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Iniciar sesiónUn hombre lucha. Un hombre gana. Dos verbos bastan para reducir a su mínima expresión y máxima gloria la vida de un sujeto único: Bruce Lee. Guerrero que hizo de la violencia arte y filosofía, innovador que defendió la ausencia de fronteras entre culturas. ... Su legado permanece imborrable en todo el mundo, medio siglo después de una muerte indescifrable que sacrificó al hombre para hacer inmortal al mito.
Bruce Lee llevaba el espectáculo en la sangre, también la mezcolanza. Hijo de una estrella de ópera cantonesa, la casualidad hizo que llegara al mundo durante una gira en Chinatown, San Francisco, a finales de 1940. Meses después, la familia regresó a Hong Kong. Allí realizó sus pinitos como actor infantil, y cuando una fama incipiente provocó la agresiva animosidad de otros niños, Lee tuvo que aprender a defenderse. Tenía trece años cuando el legendario Ip Man le admitió como discípulo. Cuenta la leyenda que un día, frustrado por la dificultad del entrenamiento, golpeó el agua: una epifanía que tardaría décadas en desarrollar. Por aquel entonces Hong Kong representaba un inseguro enclave que acogía más de cuatrocientas escuelas de artes marciales, cada una con estilo propio medido en peleas callejeras. Cuando en 1959 el padre de Lee supo que estaba involucrado, lo mandó de vuelta a Estados Unidos.
En Seattle comenzó a ganarse la vida dando clases de «gongfu» o kung-fu, el milenario arte marcial chino. Por aquel entonces la práctica estaba vedada a extranjeros, prohibición que Lee ignoraba. Sus primeros alumnos, a cambio, le enseñaron a hacerse respetar en las calles de EE.UU. El documental 'Be Water' —'Sé agua', dirigido por Bao Nguyen en 2020— cuenta cómo en los bares acostumbraban a desafiar las imposiciones raciales intercambiando sus novias para buscar problemas y así poner en práctica sus conocimientos. Una de ellas le definía como «un genio cinético capaz de hacer cualquier movimiento», antes de añadir «pero, románticamente, nada bueno».
De aquella, su sueño consistía en abrir una cadena de academias de «wingchun» —kung-fu característico de la China meridional— por todo el país, pero la televisión se interpuso en su camino. Entre los asistentes a sus espectaculares demostraciones de «puñetazos de una pulgada» y «flexiones con dos dedos» estaba, ojiplático, el peluquero de un productor de Hollywood. El teléfono pronto sonó en casa de los Lee, que para entonces ya eran dos, pues en 1964 Bruce contrajo matrimonio con Linda, una mujer caucásica.
Las imágenes de ese primer cásting muestran a un Bruce Lee que, trajeado, comienza a ejecutar todo tipo de golpes cuya explosividad los vuelve invisibles para la cámara. Así se haría un hueco en la serie 'Green Hornet' —'El Avispón Verde'— como subalterno del protagonista. Sin embargo, las oportunidades para actores asiáticos escaseaban. Tras años de paciencia, perder el papel principal en la serie 'Kung Fu' —en favor de David Carradine— le llevó a abandonar los focos, solo un receso antes de su victoria definitiva.
Un nuevo arte
Desde entonces, consagró sus esfuerzos a perfeccionar un arte marcial propio: Jeet kune do, «el camino del puño interceptor», el cual fusionaba técnicas de múltiples disciplinas. Su aspiración de convertirse en el luchador perfecto ya había adquirido tintes filosóficos, inspirados en el taoísmo y el budismo zen, temas que había explorado en su poesía. Para ilustrar su creación eligió un yin yang entre flechas opuestas, símbolo de su interacción infinita, acompañadas de dos lemas plasmados en sinogramas: «Emplear ningún camino como el camino», «No tener limitación como limitación».
Un arte que acabó por plasmar en otro: el cine. Tras fracasar en EE.UU., en 1971 regresó a Hong Kong. De vuelta en casa y apadrinado por el productor Raymond Chow rodaría cuatro películas en apenas dos años; no habría más. Tras la sesión inaugural de la primera de ellas, 'The Big Boss' (1971) - titulada 'Kárate a muerte en Bangkok' en España-, el público le sacó del cine a hombros cual torero. La prensa de la colonia británica ensalzaba a un héroe de acción «más parecido a Nureyev que a Eastwood». Había nacido una estrella, fugaz.
Bruce Lee, 172 centímetros y 63 kilos de pura fibra muscular con un ínfimo porcentaje de grasa del 3%, defendía con convicción que «el mejor luchador no es un boxeador, un karateka o un judoka. El mejor luchador es alguien que puede adaptarse a cualquier estilo, no tener forma». El agua, de nuevo, como inspiración. «No creo en los estilos, a causa del estilo la gente se separa». Su innovador trabajo resultó fundamental para sentar las bases de lo que más tarde serían las artes marciales mixtas (MMA), y contribuyó a su explosión como uno de los deportes más pujantes en la actualidad.
«Creo que Bruce Lee es el artista marcial más influyente de todos los tiempos, todos los niños hemos crecido viendo sus películas y queriendo parecernos a él en algún momento», señala Daniel Puertas Gallardo, doble campeón del mundo de kick-boxing por la ISKA. «A día de hoy todavía me influye en la vida en general, en el sentido de seguir una disciplina en todo lo que hago y dar lo mejor de mí mismo, como hacía él». Este laureado luchador fue uno de los primeros españoles en competir en la asiática One Championship, la segunda promotora mundial de MMA solo por detrás de la estadounidense UFC. Ambas casas mantienen a Lee como referencia esencial.
Un Bruce Lee para todos
«Bruce Lee fue el primer asiaticoamericano en convertirse en una estrella de Hollywood», destaca Matthew Polly, autor de 'Bruce Lee: Una vida' (Dojo, 2019), la biografía «definitiva» -'New York Times' dixit- sobre el personaje. «Él es el responsable de popularizar la cultura oriental en Occidente y en consecuencia decenas de millones de jóvenes, entre los que me cuento, comenzaron a practicar artes marciales. Esto hace de él algo así como un misionero, una figura cuasireligiosa». A su entender, la clave de su conversión en icono global reside en el hecho de que «todo el mundo puede sentirse identificado con él, pues representa algo diferente para cada grupo».
En Estados Unidos, su figura encarna la lucha contra la opresión racial y el suprematismo blanco. Varias de sus películas, por ejemplo, cuentan con actores negros que en ocasiones son tratados de manera injusta por las autoridades. En China, por contra, abandera la resistencia contra el colonialismo japonés y la invasión extranjera. En 'Fist of Fury' (1972) -'Puños de furia'- pelea en un Shanghái ocupado y destruye objetos con dos lemas que simbolizaron el conocido como «Siglo de la humillación»: «El enfermo de Asia» y -el ficticio- «Prohibido perros y chinos».
Pero también Hong Kong lo reclama para sí como hijo predilecto. Su estatua preside el paseo de la fama en el muelle de Tsim Sha Tsui. Durante las protestas prodemocracia de 2019 que precedieron al fin de los derechos y libertades impuesto por el autoritarismo chino, los manifestantes adoptaron su lema «Sé agua», transformados en una suerte de guerrilla urbana impredecible que, sin liderazgo ni planificación, daba media vuelta de improviso para burlar a la Policía y convertir el centro de la ciudad en un campo de batalla.
Todos ven algo propio en Bruce Lee, porque Bruce Lee tomó de todos. «Está en su ascendencia. Era euroasiático y ahora sabemos que también tenía algo de judío. Saltó varias veces de EE.UU. a Hong Kong y viceversa», incide Polly. «Nació entre culturas. Por eso nunca encajó del todo en ningún sitio, y por eso siempre trató de unir, de coger algo del sitio donde estaba». Hoy, su hija Shannon Lee custodia con celo el legado ante cualquier apropiación por medio de la fundación que lleva su nombre.
Muerte y gloria
El trágico fallecimiento de Bruce Lee en julio de 1973, con tan solo 32 años y en plenitud de facultades, sigue siendo un enigma. ¿Qué derrotó al luchador invencible? Según la tesis más asentada, el edema cerebral que acabó con su vida fue causado por una reacción alérgica a un analgésico. La última aportación a las pesquisas procede de España. Un equipo de científicos de la Universidad Autónoma de Madrid publicó en diciembre del año pasado un estudio que apuntaba a una hiponatremia. El trabajo cerraba en redondo: «Irónicamente, Lee hizo famosa la cita 'Sé agua, amigo mío', pero el exceso de agua parece haberle matado». Polly cree que se trató de un golpe de calor combinado con el agotamiento, pero admite que «la realidad es que nunca lo sabremos».
Bruce Lee expiró apenas seis días antes del estreno de la que sería su última película, 'Enter the Dragon' (1973) —'Operación Dragón'—, una obra maestra del género que gracias al drama humano arrasó en la taquilla de todo el mundo. Ahora bien, ofrecida la fama eterna a cambio de su vida, ¿qué hubiera elegido Bruce Lee? Su biógrafo responde a la incursión en la fantasía. «Había una parte de él que era excepcionalmente ambiciosa y le llevó hasta la extenuación, por lo que en cierto modo le condujo por ese camino. Pero esta hubiera entrado en conflicto con la otra parte que hubiera optado por su familia, porque realmente amaba a sus hijos». Una lucha, en definitiva.
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