'Buena Vista Social Club' prolonga su leyenda en Broadway
Todo lo que ha tocado este hallazgo sonoro cubano es oro: álbum, documental y, casi tres décadas después, un musical que es la sensación en Nueva York
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Iniciar sesión«Ahora mismo, tú y yo estamos a mil millas de La Habana. Pero un sonido como este tiende a viajar». Estas son las primeras palabras que salen cada noche de las tablas del teatro Gerald Schoenfeld. Estamos en el corazón de Broadway, donde el ... pasado miércoles se estrenó la versión musical de 'Buena Vista Social Club'.
Y tanto que ha viajado. 'Buena Vista Social Club' fue un fenómeno musical que irrumpió a finales de la década de 1990 y que se comió el mundo. Era un cóctel irresistible: la recuperación, cuarenta años después, de un grupo de músicos cubanos tan virtuosos como -la mayoría de ellos- olvidados. Fue como encontrar un fósil de una época dorada de la música en Cuba -la eclosión del son, los danzones, los boleros, el 'filin' jazzero-, justo anterior a la ruptura de la revolución comunista. Pero un fósil extraordinario, con músicos septuagenarios -los más jóvenes- cubiertos de una pátina de gusto y conocimiento que solo da el tiempo. Se juntaban, cuenta la leyenda, en 'Buena Vista Social Club' un local humilde de La Habana.
Músicos como Ibrahim Ferrer, Omara Portuondo, Compay Segundo o Rubén González defendieron aquello de que la cuerda del violín suena mejor que nunca cuando está a punto de romperse. Y firmaron un disco inolvidable en 1997 y un documental de Wim Wenders de 1999. Luego vinieron giras, álbumes propios de muchos de ellos y, en conjunto, un renacimiento en todo el mundo de la música popular cubana.
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Del elenco principal de aquel proyecto solo quedan vivos Portuondo, convertida a sus 94 años en el gran tótem musical de Cuba (grabó un disco, premiado con un 'Grammy', en 2023) y Elíades Ochoa, el mago del tres. Hasta ambos habrán llegado las noticias de la resurrección exitosa, una vez más, de 'Buena Vista Social Club', ahora en el formato musical y en Broadway.
La obra se estrenó hace un par de años fuera de Broadway, en una versión más modesta, y ahora, tras cierto rodaje, se ha estrenado con gran acogida de crítica y público. «Es el show más embriagante y arrebatador de esta temporada en Broadway», celebra la crítica de 'Variety'. «Las conexiones entre músicos, canciones y una sociedad pocas veces han sido evocadas de forma tan vívida y amorosa como en 'Buena Vista Social Club'», añade la de 'The New York Times'.
Después de varias sesiones de previa -este periódico asistió a una de ellas- y de otras cuantas desde su estreno, la versión musical de 'Buena Vista Social Club' pone el cartel de 'No hay billetes' cada noche. Algo que otros de los grandes estrenos de esta temporada, como 'Boop', 'Redwood' o 'Smash' no han conseguido.
La historia
La obra saca músculo musical desde sus primeros compases: buena parte del elenco, sobre el escenario, meciendo la guajira 'El carretero'. Pero 'Buena Vista Social Club', el musical, también es teatro y necesita una historia. Esta la introduce el personaje de Juan de Marcos, el estudiante de musicología que descubrió la historia de aquel club de barrio y localizó a sus músicos perdidos entre las casas desconchadas de La Habana. Luego vinieron el guitarrista y productor estadounidense Ry Cooder -sorprende que no aparece por ningún lado en el musical- y Wenders para llevar el fenómeno por el mundo.
«Parte de lo que viene a partir de ahora es verdad», dice desde las tablas Juan de Marcos, interpretado por Justin Cunningham. «Y parte solo parece verdad». En lo que tiene que ver con la trama, casi todo es más de lo segundo. Buena parte gira alrededor de Portuondo: su decisión de quedarse en Cuba y, por lo tanto, de separarse de su hermana, Haydée, con la que hacía dupla artística; su amorío leve con Ibrahim Ferrer; su amistad con Compay Segundo en aquellos años, las referencias difusas a la revolución comunista… Todo eso es una excusa poco cercana a la realidad, para dar estructura al musical. Y también lo más endeble de la obra, como señala la crítica de 'The Guardian': «'Buena Vista Social Club' es más rico que un concierto convencional, pero sustancialmente más delgado que una verdadera gran obra de teatro».
El acierto de la trama es que sitúa la acción en dos momentos: la Cuba de finales de la década de 1950 y la de finales de la de 1990, cuando se reúne a los músicos y se graba el disco. El formato es un guiño al proyecto original -recuperar hoy las canciones de ayer-, duplica los actores que interpretan a los personajes y fomenta el diálogo entre épocas y tramas.
Si el guión provoca dudas, la música las arregla. No hay trama que no se rinda ante el poderío de las canciones, despojadas del artificio de Broadway, tratadas con el respeto que merecen. Se suceden 'Candela', 'Chan-Chan', 'La negra tomasa' o 'De camino a la vereda', y uno tiene que atornillarse los pies al suelo para no salir bailando o taparse la boca para no desafinar y molestar a la butaca vecina. Se escucha un 'oh' cuando se anuncia que se va a cantar 'Dos gardenias' y se iluminan los ojos del respetable cuando se llena el escenario con bailarines, algo inexistente en los otros formatos.
Deje alejado del español
El oído hispano, al contrario que la masa turística anglo que llena Broadway, detectará -incluso con incomodidad- que algunos de los actores no se criaron con el español. Se nota en especial en la voz de la gran protagonista, Natalie Venetia Belcon, nacida en Trinidad y Tobago, que interpreta a la Portuondo veterana. Tiene una presencia apabullante, pero sin la elegancia y la finura de Portuondo, con la que cualquier comparación sería siempre injusta.
El deje alejado del español también se escucha en otros, como Wesley Wray, jamaicano, que se mete en la piel del joven Ibrahim Ferrer. «¡Pero soy caribeño!», se justifica con este periódico, con una sonrisa enorme, tras una actuación, mientras firmaba autógrafos a la salida del teatro.
Ni eso, ni un final abrupto -cualquiera esperaría un cierre con un miniconcierto, un 'medley' de canciones- quitan brillo, energía y sabor de boca a 'Buena Vista Social Club'.
«La mejor música siempre era de otros lados, nunca de aquí», dice De Marcos en un momento de la obra. Eso nunca fue verdad, como demostró 'Buena Vista Social Club' hace casi tres décadas y como se recuerda ahora desde Broadway.
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SuscribeteCorresponsal de ABC en Nueva York desde 2014. Licenciado en Derecho por la Universidad Pública de Navarra y master en Periodismo de ABC-UCM. Becario Fulbright por la Universidad de Nueva York.
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