El ruinoso deceso del Canòdrom de Barcelona
Generalitat y Ayuntamiento entierran el pólémico proyecto del centro de arte tras invertir casi cinco millones de euros y su director, el cesado Moritz Küng, carga contra los políticos y sus «promesas incumplidas»
DAVID MORÁN
Al suizo Moritz Küng (Lucerna, 1961), historiador y comisario independiente, se le conocía por haber sido jefe del departamento de exposiciones del Centro de Exposiciones de Amberes y por haber intentado, sin demasiado éxito, revitalizar la Bienal de Sevilla de 2012, pero en ... las últimas semanas se ha convertido también en el convidado de piedra de uno de los más sonados culebrones culturales de la capital catalana.
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Porque Küng, escogido en 2009 mediante un concurso internacional para dirigir un flamante centro de arte contemporáneo que Generalitat y Ayuntamiento habían proyectado en el antiguo Canòdrom de Sant Andreu, no solo ha estado los dos últimos años cobrando 5.500 euros mensuales por dirigir un centro de arte inexistente, sino que este semana ha recibido la puntilla a ser cesado de su puesto. «Durante estos últimos cuatro años he sido testigo de promesas políticas incumplidas, de mal gobierno del dinero público, del continuo rechazo a entenderse entre los dos iniciadores del proyecto y del ninguneo de ambos hacia mí como director en funciones del Canòdrom», señalaba el propio Küng en un comunicado que ha hecho llegar a la Asociación de Artistas Visuales de Cataluña.
En realidad, el cese de Küng no es más que la consecuencia directa de lo que las administraciones catalanes han bautizado como reordenación del mapa artístico de Barcelona y que en la práctica se traduce en el entierro del ambicioso proyecto del Canódromo, impulsado en su día por el conseller Tresserras y el alcalde Hereu, y desechado definitivamente esta misma semana por el conseller de Cultura, Ferran Mascarell y el regidor del Ayuntamiento, Jaume Ciurana.
Cinco millones en el aire
Atrás queda una inversión de casi cinco millones de euros, cantidad que se ha utilizado para rehabilitar un edificio pendiente aún de una última fase de obras, y un espacio recuperado que finalmente será una agencia de innovación y desarrollo. El centro de arte, una vez desterrado del Canòdrom, se instalará en la antigua fábrica de Fabra i Coats en el barrio de Sant Andreu y, previa inversión de otros 85.000 euros, se espera que abra sus puertas el próximo verano. «No era racional que al mismo tiempo que el MACBA ha perdido desde 2009 el 18% de su presupuesto se creara un centro de gran envergadura que supusiera una competencia», argumentó Mascarell poco después de darle la puntilla al Canòdrom y, ya de paso, también a Küng
Ante tan rocambolesca situación, Küng no ha dudado en alzar la voz y denunciar lo que en su opinión es «una oportunidad decepcionadamente malograda». «Estos cuatro años he constatado la falta de visión en política cultural y la indiferencia por el cumplimiento de compromisos previos, y todo esto aderezado con una innecesaria polémica mediática, vejatoria hacia mi persona y mi profesionalidad», señala el suizo en su comunicado, sacando a colación sus emolumentos, 66.000 euros anuales, por dirigir un centro fantasma.
«¿Por qué se nombra un director en funciones y se le paga un sueldo durante dos años mientras se le impide desarrollar su proyecto?», se pregunta ahora Küng, para quien este proceso representa «Una falta de respeto total e inconcebible hacia las necesidades del sector de las artes visuales, hacia su código de buenas prácticas y hacia acuerdos políticos previos». ¿Por qué promover que un curador extranjero venga a dirigir el centro si no se aspira más que a un discurso local y a un proyecto de vuelo gallináceo?», denuncia.
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