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Rodrigo Cortés

Sangre fácil

La fábula del vampiro es su misterio, su secreto, el cuento de nunca acabar, que se acaba de golpe y sin aviso

Rodrigo Cortés

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El cuento del vampiro nació con la propia vida, con la sangre, por tanto, que la representa. Y anima. El cuento del vampiro brotó con la primera herida. El cuento del vampiro es el de la sanguijuela, el del avaro dadivoso, el de la sed de anhelos prohibidos: el de la eternidad fructífera, el de la seducción airosa, el de la voluntad de hierro, doblegada primero y rota luego, el del asalto sin secuela, el del amor nocturno, que muere cuando nace el día y asoma de nuevo cuando no mira nadie. El del beso con lengua, con mordisco. El del carmín y la mirada sin fondo. El de la matriz en el cuello. El de la hemofilia.

El cuento del vampiro (el mito) es el de la vampiresa; el del hombre fascinante y la mujer cautivadora y el del niño que no crece y el de la abuela de miles y el de los paisajes rápidos, que se borran y pasan y ya no existen, mientras el infinito —pobre inmortal— queda; el del noble con casa en la Bohemia y tierra en las montañas y ganado encadenado a diez mil camas, el del esclavo espontáneo que le entrega el alma a cualquier dios que sepa qué hacer con ella y el de la sumisa de barro que busca ser modelada por dedos fuertes y largos y blancos y azules y finos. El cuento de la vida eterna frente al dolor que no cesa y la soledad inextinguible, el dilema del vaso medio lleno y medio vacío, el milagro del priapismo glorioso y el priapismo triste, la victoria breve, la concupiscencia, el afán, la gana, la fuerza de seda, que es la bruta. El triunfo de la bañera —llena hasta el borde— sobre la ducha.

La fábula del vampiro es su misterio, su secreto, el cuento de nunca acabar, que se acaba de golpe y sin aviso. La leyenda de la noche interminable (corta, exhausta), la de la carne inmarcesible, que sin embargo se marchita. El sueño (de colmillo retorcido) de la beata esperanzada y el santo reprimido, el del allanamiento de la alcoba sin cadena ni cerrojo. El del enterrador ingenuo, el del gusano paciente. La verdad última del Sol, que es la verdad de la estaca. El cuento del premio sin precio. El de la falta sin pena. El cuento de la inmortalidad. El de la sangre fácil.

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