Maurice Béjart: «No entiendo la separación entre danza clásica y contemporánea»
Llega vestido de negro su eterno uniforme, con un atuendo que combina lo deportivo y lo elegante. Se le nota excitado con esta vuelta a Madrid, al teatro de la Zarzuela. «Madrid es la ciudad donde ha empezado mi carrera, con mi pequeña compañía en los años cincuenta». Ha pasado medio siglo, y Maurice Béjart es ya, por derecho propio, historia de la danza. Hoy trae a España «Le Presbytère».
«Le Presbytère» es, probablemente, la obra más significativa de los últimos años de Béjart. Él mismo lo reconocía ayer en la presentación de la obra: «Se reúnen muchas circunstancias; es un homenaje a Jorge Donn, que durante años ha sido el gran bailarín de ... mi compañía. Jorge admiraba mucho a Freddie Mercury, y casualmente murieron los dos con la misma edad y de la misma enfermedad. Y luego se sumó la muerte prematura de Gianni Versace, que hizo el vestuario. “Le Presbytère” es un ballet de dolor y de amor por todos los jóvenes que han muerto en estos tiempos de sida, y por los artistas que han muerto jóvenes. Por eso me pareció una buena idea unir a Mozart y a Queen. Pero es —se apresura a explicar— un ballet optimista. La última canción es “The show must go on”; la vida continúa». Y es que Béjart se define como un «pesimista optimista. El mundo tiene, es verdad, muchos problemas, pero yo creo en el porvenir del ser humano; no tengo desesperanza hacia el futuro».
SATISFACCIÓN
«Le Presbytère» se estrenó en 1997. Desde entonces, y salvo los cambios obligados por un juez, que determinó que había plagio de otra coreografía en una de las escenas, la obra se mantiene intacta. «Hay tres tipos de coreografías en mi trabajo: las que no resultan y hay que tirar a la papelera; las que están bien, pero necesitan trabajarse; y las que se estrenan, y ahí están». Y «Le Presbytère» pertenece a estas últimas. Aunque ello no quiere decir que se encuentre satisfecho. «No estoy nunca realmente contento con lo que hago», dice.
Creador incansable y coreógrafo prolífico, Béjart acaba de volver a poner en pie su primera coreografía, «Sinfonía para un hombre solo». «Es mi primer ballet. Lo repuse hace veinte años porque tenía miedo de que se hubiera quedado viejo. Y ahora, al volver a montarlo, lo he dejado tal y como lo creé, quitándole toda la basura que le había puesto. Las cosas es mejor dejarlas tal cual».
Rechaza el coreógrafo la catalogación de su trabajo como clásico o contemporáneo. «Yo no sé lo que es eso. En mi escuela se trabajan dos técnicas, la clásica y la de Martha Graham; con ellas el cuerpo puede hacer lo que quiere. Y luego ya todo depende de la inspiración del creador. En la música no existe esa separación, Yo no encuentro diferencia entre Mozart y Stockhausen, y no entiendo por qué en la danza sí; si el bailarín tiene técnicas diversas, mejor. A mi escuela vienen también maestros de danzas hindúes, de flamenco, de danzas africanas...Separarlo va en contra de la historia».
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