Hiroshima, el infierno atómico entre viñetas
El Salón del Manga de Barcelona, que empieza mañana, recuerda los devastadores efectos de la bomba atómica a través de la obra de dibujantes como Keiji Nakazawa
DAVID MORÁN
El pasado mes de agosto, a pocos días para de la conmemoración del 70 aniversario de la capitulación de Japón y del fin de la Segunda Guerra Mundial, el Museo del Manga de Kioto apuraba las últimas sesiones de una exposición que anudaba tres de ... los conceptos que con mayor fuerza han marcado la cultura popular japonesa de las últimas décadas: el manga, la guerra y la devastación atómica. Ahí estaban, por ejemplo, encerradas entre viñetas, las atrocidades cometidas en Manchuria, la batalla de Okinawa y, claro, el infierno atómico que se desató en Hiroshima el 6 de agosto de 1945.
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Y ahí estaban también, expuestas en grandes plafones, algunas de las cicatrices que el dibujante Keiji Nakazawa (1939-2013) se arrancó de la piel para dar forma a «Hadashi no Gen», sobrecogedor relato autobiográfico de muerte y supervivencia y clásico feroz que, además de despachar más de 7 millones de ejemplares en Japón y dar pie a dos adaptaciones anime, se utilizó durante años como material escolar para ilustrar lo que ocurrió en Hiroshima ahora hace 70 años.
Una monumental obra gráfica, algo así como el precedente oriental del «Maus» de Art Spiegelman, que volverá a hablar alto y claro este fin de semana desde los pabellones del Salón del Manga de Barcelona, cita que dedica una de sus exposiciones a rastrear algunos de los mangas que han utilizado el papel impreso y la viñeta para acercarse al holocausto nuclear.
En realidad, Nakazawa y su «Hadashi no Gen» siempre han estado ahí, cargando sin miramientos contra el belicismo y el imperialismo y, al mismo tiempo, tratando de arrancar algo de esperanza de las garras del horror, pero ha sido ahora, coincidiendo con el 70 aniversario del bombardeo de Hiroshima, cuando Debolsillo ha empezado a recuperar en cuatro tomos y bajo el título de «Pies descalzos. Una historia de Hiroshima» las cerca de 3.000 páginas que el dibujante japonés publicó entre 1973 y 1974. Será la primera vez que toda la obra, aparecida originalmente en diez volúmenes, se publique en castellano después de que Mangaline se quedase a medias en 2002.
De momento ya se han publicado los dos primeros volúmenes -el tercero aparecerá en noviembre- y el resultado no podía ser más estremecedor. Y es que, como subraya Spiegelman en el prólogo del primer tomo, es imposible olvidar «a la gente arrastrando su propia piel derretida mientras atraviesa las ruinas de Hiroshima (…) o los gusanos saliendo de la llagas de la cara destrozada de una niña». Eso es, de hecho, lo que vemos página sí página también mientras Gen, protagonista y trasunto del autor, recorre las calles de Hiroshima en busca de comida y agua que no se haya contaminado con los cadáveres o, simplemente, en busca de algo de humanidad.
«No hay Godzillas radioactivos ni supermutantes, solo realidades trágicas», añade el ilustrador neoyorquino sobre una obra en la que Nakazawa no solo describe con pelos y señales los efectos devastadores de la radiación, sino que retrata con amargura la actitud insolidaria e incluso cruel de sus vecinos tras el bombardeo. «En aquel infierno atómico sólo podían pensar en su propia supervivencia; no tenían tiempo para nadie más», relativiza el propio autor en el prólogo del segundo tomo, dedicado a mostrar los encontronazos de Gen y su familia con el ejército estadounidense, con la yakuza y con el resto de supervivientes.
Tragedia en cuatro actos
En «Pies descalzos», la dimensión de la tragedia es sólo comparable a la propia tragedia con la que tuvo que cargar Nakazawa. A saber: tenía 6 años cuando el cielo se desplomó sobre Hiroshima y su familia quedó diezmada en pocos minutos. Su padre y su hermano murieron aplastados por el segundo piso de su propia casa y su madre dio a luz de forma prematura a un bebé que moriría a los cuatro meses. Él mismo, explica, se salvó por poco. «Si no hubiera estado a la sombra, habría muerto al instante por los 5.000 grados de ola de calor», relata en el prólogo. «En lugar de eso -añade-, me vi en un auténtico infierno, cuyos detalles siguen grabados en mi mente como si hubiera ocurrido ayer».
«Empecé a dibujar mangas sobre la bomba atómica como forma de vengar a mi madre» Keiji Nakazawa
Un infierno que volvió a hacer acto de presencia cuando, en 1966, su madre falleció después de siete años años de enfermedad. «Cuando fui al crematorio a recoger sus cenizas me quedé estupefacto. No quedaban huesos entre las cenizas, como normalmente ocurría después de una cremación. El cesio radioactivo de la bomba había corroído sus huesos hasta el punto en que se habían desintegrado», recuerda el autor. Fue entonces cuando Nakazawa, que ya había empezado a dar sus primeros pasos en el mundo del manga y la ilustración, decidió encerrar entre viñetas aquel infierno atómico. «Empecé a dibujar mangas sobre la bomba atómica como forma de vengar a mi madre», explica.
Quizá por eso no se limitó a dibujar las atrocidades que vio cuando cayó la bomba y, además de cuerpos despellejados y esqueletos con la piel derretida, también rebobinó y avanzó en el tiempo para recordar cómo su padre, pacifista declarado, era maltratado y saboteado por sus vecinos; o para ilustrar la vida de los supervivientes, sacudida por el dolor y golpeada por la vergüenza. Es ahí donde la radiación se alía con la hambruna, el rechazo social y la indiferencia de las autoridades y el retrato resultante es ciertamente desolador.
Tanto es así que «Pies descalzos» siempre ha estado rodeada de cierta polémica, ya fuese por la crudeza de sus viñetas o por la imagen poco favorecedora que ofrecía del Ejército japonés. En cualquier caso, y pese a que en 2013, tras la muerte del autor, algunas prefecturas niponas retiraron el manga de las bibliotecas escolares, la obra sigue siendo uno de los cantos más rotundos e inapelables contra el absurdo de la guerra. Quizá por eso buena parte del material relacionado con la obra, incluidos más de 2.500 dibujos originales, no se encuentran en el Museo del Manga de Kioto ni en algún centro dedicado al autor, sino en el Museo por la Memoria de la Paz de Hiroshima.
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