Hallan en el Turuñuelo la primera decoración arquitectónica de Tarteso
En el inicio de la primera campaña tras tres años de forzoso parón los arqueólogos han descubierto una nueva estancia superior con una extraña pileta y un caballo más de la hecatombe

Son las once de la mañana y en el yacimiento de las Casas del Turuñuelo , en Guareña (Badajoz) se trabaja a pleno pulmón. Unos pican al norte, otros excavan al sur y la carretilla va y viene con la tierra que durante siglos ha ... cubierto el edificio tartésico más singular hallado en los últimos años. Bajo ese montículo de las vegas del Guadiana, los arqueólogos descubrieron la única hecatombe documentada del Mediterráneo . A los pies de una escalinata de casi tres metros de altura construida con grandes sillares de piedra, se toparon con los restos de hasta 41 équidos (la mayoría caballos, pero también mulas y un asno) y otros animales, que fueron sacrificados y colocados en ese patio durante un ritual. Por alguna razón que aún tratan de averiguar los investigadores, sus ocupantes incendiaron y sepultaron aquel edificio antes de abandonar para siempre el lugar a finales del siglo V antes de Cristo.
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Pese a recibir el primer Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq , también el equipo del proyecto ' Construyendo Tarteso ' del Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC-Junta de Extremadura) se vio obligado a abandonarlo hace tres años por la falta de acuerdo entre el propietario de la finca y el Gobierno extremeño. Resueltos todos los escollos con la declaración del yacimiento como Bien de Interés General y la reciente expropiación de los terrenos , un grupo de arqueólogos comandado por Sebastián Celestino Pérez y Esther Rodríguez González retomó el pasado 4 de abril las excavaciones. Y con importantes hallazgos.

En apenas dos semanas de intensa actividad, han descubierto una docena de fragmentos de la primera decoración arquitectónica de Tarteso. Creen que corresponde a una estructura de grandes dimensiones, quizás similar a la 'bañera' que hallaron hace años en la habitación del altar, la llamada 'estancia 100', que en esta ocasión cuenta con una «decoración única», subraya Rodríguez mientras muestra los festones de uno de los restos. «Aunque aún no sabemos con certeza a qué corresponden esas cenefas sogueadas que decoran los trozos, lo más probable es que estemos ante un mueble decorado, del tipo de la 'bañera'. Ya veremos cuando podamos reconstruirlo", explica Celestino. En un principio pensaron que los fragmentos podían formar parte de una tapa de la 'bañera', pero la curvatura interna de algunos restos les lleva a plantearse que se trata de otro elemento arquitectónico.
Una extraña pileta
Qué función cumplían esa bañera-sarcófago sigue siendo un misterio para los arqueólogos, como también lo es el uso que pudo tener la pileta que han hallado en la otra estancia desenterrada al norte. «No hemos visto nunca una estructura así», confiesa la codirectora de las excavaciones. Hecha de ladrillo y revestida de barro, apenas tiene profundidad para albergar algún líquido. Se fabricó al mismo tiempo que el muro de ladrillos de más de un metro de alzado en el que está encastrada, en la parte central de una habitación de unos 7 metros de largo por 1,5 de ancho del piso superior que estuvo abovedada por ramaje cubierto de barro. En esta estancia han encontrado además los restos de otro caballo más y de un perro sacrificados.

«La pileta es muy extraña porque apenas deja un pasillo estrecho para pasar. No sabemos qué hace ahí, qué es ni por qué está en un sitio que dificulta mucho el paso. Llama la atención el poco espacio que dejaron entre la pila y el muro. Y todavía es más raro que aparezca ahí un caballo, en la parte alta del edificio. ¿Cómo lo subieron? ¿Por qué?», se pregunta Celestino.
El équido estaba colocado en posición rampante, con las patas delanteras levantadas y las traseras sobre el suelo, junto al perro. Ambos estaban completos, en conexión anatómica, lo que indica que fueron depositados allí deliberadamente, al igual que los animales del patio.
Resuelto un enigma
A medida que los arqueólogos excavan en este santuario tartésico se abren más interrogantes, aunque para otros también van encontrando respuesta. Ahora saben, por ejemplo, que los caballos sacrificados en el patio no accedieron por la entrada principal del complejo. Han documentado el vano de la puerta, que conservaba parte de la madera del suelo de la habitación, y han descubierto el agujero de la viga maestra que sostenía el dintel, lo que indica que la entrada estaba dividida en dos y los huecos son demasiado estrechos para un caballo. «Entraron por la puerta norte», afirma la arqueóloga señalando un amplio recoveco aún cegado.

Descubrir la conexión de ese acceso con el pasillo norte que bordea el patio es uno de sus próximos objetivos. De momento han delimitado el corredor, que excavarán más adelante. Quizá entonces se topen con más sorpresas, como en el pasillo sur. Pensaban que se trataba de una recta, pero han llegado hasta un muro que lo cierra y han descubierto más puertas que se abren hacia fuera. En la parte superior han dado con otra especie de corredor conectado con la conocida como habitación del banquete, donde se cocinó un festín antes de sellar el edificio.
Las hipótesis de los investigadores sobre cómo se articulaba este complejo van cambiando a cada paso. «Es muy interesante porque le va añadiendo dificultad a la arquitectura y al cálculo de la estructura. Lo hace más espectacular», dicen. La reconstrucción virtual en 3D de las estancias excavadas que presentaron hace unos meses pronto podrá verse ampliada.
La codirectora de la excavación es consciente, sin embargo, de que tal vez no logren dar una explicación convincente a todas las singularidades que van descubriendo. «La extraña pileta de la estancia de arriba, la pila de gran envergadura del patio, que obligó a desplazar esa escalera única que no solo servía para subir y bajar del segundo piso sino que también podía hacer las veces de púlpito, la bañera-sarcófago... esto no se ha visto en ninguna parte del Mediterráneo». Por eso mismo, no resultan fáciles de contextualizar dentro de lo que se conoce de esta cultura que nació en el Bajo Guadalquivir hacia el siglo VIII a.C. del impacto que supuso la llegada de los fenicios en los pueblos indígenas y cuyo núcleo se trasladó posteriormente al valle del Guadiana, en el interior.
En esta campaña, que se prolongará hasta junio y se retomará en septiembre, el equipo de 'Construyendo Tarteso' pretende comunicar esos pasillos perimetrales con el edificio central y resolver el enigma que plantean tanto la puerta norte como la entrada principal. Celestino explica que «hay tres metros de altura hasta la base del montículo y no sabemos cómo la solventaron, si con otra escalera, con una rampa...».

Entre tanto, las excavaciones van sacando a la luz un gran número de piezas que almacenan provisionalmente en una caseta agrícola antes de llevarlas a restaurar. Sacos de ánforas aguardan su turno para ser estudiadas junto a otras cerámicas que están limpiando. En la estancia de la pileta desenterraron muchas que quizá sirvan para saber qué papel desempeñaba esta habitación en el edificio. También han encontrado un caldero y un brasero de bronce en muy mal estado de conservación, con asas que han resistido mejor la inexorable oxidación, el mango de un cazo y otros objetos metálicos como puntas de lanza, hachas de hierro y numerosos herrajes (bisagras, abrazaderas y alcayatas) que han recuperado de una puerta.

Melchor, uno de los obreros que trabajan con los arqueólogos en la excavación, avisa a Celestino. Acaban de dar con otro fragmento de piedra con decoración. Con destreza y extremo cuidado logra liberarlo de la tierra y se lo entrega al investigador, que comprueba que tiene los mismos festones. Una pieza más del magnífico rompecabezas del Turuñuelo.
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