Apenas un mes después de cumplirse 22 años desde que el profesor Manuel Broseta fuera asesinado por ETA, la familia del catedrático recibió el pasado domingo la esperada noticia de la detención de los dos terroristas a los que se les atribuye el atentando, Jesús Narváez Goñi e Itziar Alberdi Uranga, que ayer aterrizaron en España. «Mi padre lleva más de dos décadas muerto y ellos estaban disfrutando de una libertad que no merecían, por lo que estos días han sido de razonable alegría. Hemos tenido que esperar demasiado tiempo para ver a sus asesinos en prisión», afirma su hijo, Pablo Broseta.

En el terreno académico, sus discípulos y actuales profesores de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia Jesús Olavarría y Antonio Sotillo recuerdan cómo se quedaron «huérfanos» de maestro. «El día del atentado estaba reunido con él hablando de mi tesis. Salió para ir a clase y a los pocos minutos me enteré de que le habían disparado. Fue impresionante, una gran pérdida», relata Olavarría. Al igual que él, su compañero Sotillo destaca que Broseta perteneció a la generación de renovación de la Universidad española y que se trató de una persona «de gran prestigio y autoridad moral para influir».

Aunque su recuerdo reaparece en estos momentos, como cada 15 de enero, sus familiares y amigos, desde la Fundación que lleva su nombre se esfuerzan por mantener viva la memoria de un hombre al que todo el que lo conoció define como una referencia en todos los ámbitos de su trabajo y su vida.