El meteorito que 'empujó' a la vida fuera del mar

Una roca espacial caída en Escocia hace 1.000 millones de años revela la relación de estos impactos con la conquista de la tierra firme por parte de la vida marina

Hallan, por primera vez, todos los bloques básicos de la vida en meteoritos

La formación Stac Fada Member, una peculiar capa de roca del noroeste de Escocia donde se llevó a cabo el descubrimiento Tony Prave

Un equipo de científicos de la universidad australiana de Curtin acaba de sacudir los cimientos de la geología escocesa y, de paso, nuestra comprensión de cómo la vida en nuestro planeta decidió salir del mar y empezó a expandirse en tierra firme. La clave, según ... los investigadores, está en el hecho de que un enorme meteorito (cuyo cráter aún no se ha encontrado) no se estrelló contra el noroeste de Escocia en la época que se pensaba, sino unos 200 millones de años antes. El hallazgo no sólo reescribe la cronología geológica de la región, sino que también abre nuevas e intrigantes preguntas sobre el papel de los impactos cósmicos en el desarrollo de la vida terrestre.

Durante mucho tiempo, se pensó que el impacto que creó el Stac Fada Member, una peculiar capa de roca del noroeste de Escocia que guarda valiosas pistas sobre el pasado remoto de nuestro planeta, había ocurrido hace unos 1.200 millones de años. Esta formación rocosa ha sido ampliamente estudiada debido a su potencial para desvelar cómo los impactos de meteoritos podrían haber influido en el entorno y la vida en la Tierra primitiva.

Sin embargo, la nueva investigación, liderada por el geólogo Chris Kirkland, utilizó una nueva técnica de datación de alta precisión basada en el análisis de minúsculos cristales de circón. Y estos cristales, que actúan como auténticas 'cápsulas del tiempo' geológico, revelaron una fecha mucho más reciente para el impacto: hace tan solo 990 millones de años.

«Estos cristales microscópicos -explica Kirkland- registraron el momento exacto del impacto. Algunos incluso se transformaron en un mineral increíblemente raro llamado reidita, que solo se forma bajo presiones extremas».

Un desafío científico

La datación precisa de estos antiquísimos eventos geológicos supone todo un desafío para los científicos. Cuando un meteorito golpea la superficie terrestre, las 'agujas del reloj' de los átomos dentro de los cristales de circón se desajustan, haciendo más difícil determinar su edad original. «Estos 'relojes rotos' -aclara Kirkland- a menudo no se pueden datar con métodos convencionales. Pero desarrollamos un modelo que permite reconstruir el momento en que ocurrió la perturbación, lo que confirmó el impacto hace 990 millones de años».

El nuevo cronograma sitúa la caída del meteorito escocés en un período fascinante de la historia de la vida en la Tierra. De hecho, coincide con la aparición de algunos de los eucariotas de agua dulce más antiguos, los ancestros remotos de las plantas, los animales y los hongos que conocemos hoy en día.

«La nueva datación -señala Kirkland- sugiere que en Escocia estas formas de vida aparecieron en un momento cercano al impacto del meteorito. Lo cual plantea preguntas fascinantes sobre si los grandes impactos pudieron haber influido en las condiciones ambientales de formas que afectaron a los primeros ecosistemas».

Nuevas oportunidades

Imaginemos por un momento la magnitud de un impacto de este tipo. Un objeto celeste de varios km de diámetro, viajando a decenas de miles de km/h, se estrella contra la superficie terrestre. La energía liberada es inimaginable, provoca terremotos masivos, tsunamis gigantescos y la eyección a la atmósfera de enormes cantidades de polvo y gas. Un complejo 'cóctel' de perturbaciones ambientales que tiene efectos profundos en el clima global y en los nichos ecológicos disponibles para las incipientes formas de vida.

Por ejemplo, la liberación masiva de polvo a la atmósfera podría haber bloqueado la luz solar durante años enteros, provocando un enfriamiento global significativo. Esto, a su vez, habría generado presiones selectivas sobre los organismos existentes, favoreciendo la adaptación de aquellos capaces de sobrevivir en condiciones de baja luminosidad y temperaturas frías. Por otro lado, la alteración de la química de los océanos y la disponibilidad de grandes cantidades de nutrientes, procedentes de los minerales del propio impacto, también podrían haber abierto nuevas oportunidades para la diversificación de la vida.

Por eso, y aunque el cráter de esta antigua colisión aún no ha sido descubierto, los investigadores trabajan sin descanso para localizarlo. «Si bien el cráter de impacto en sí aún no se ha encontrado -añade Kirkland- , este estudio ha recopilado nuevas pistas que podrían finalmente revelar su ubicación». La identificación del cráter proporcionará la información que falta sobre el tamaño exacto y la trayectoria del meteorito, así como sobre las características geológicas de la región impactada.

Cazadores de cráteres

La búsqueda de cráteres de impacto antiguos, sin embargo, puede ser una tarea ardua. La erosión y la actividad tectónica a lo largo de millones de años pueden haber borrado o deformado significativamente estas estructuras. Por eso, los científicos utilizan diversas técnicas, como el análisis de anomalías gravitatorias y magnéticas en el subsuelo, o la búsqueda de rocas con características de choque (como la presencia de reidita identificada en este estudio), para rastrear estos eventos cósmicos del pasado.

La colaboración internacional ha sido fundamental en esta investigación. Científicos del Centro Espacial Johnson de la NASA, la Universidad de St. Andrews, la Universidad de Portsmouth y Carl Zeiss Microscopy Ltd. han unido sus conocimientos y recursos para llevar a cabo este estudio pionero.

Saber cuándo y dónde cayeron meteoritos y cuáles fueron sus consecuencias es, por lo tanto, crucial para reconstruir la historia de nuestro planeta y la evolución de la vida en él. «Entender cuándo ocurrieron los impactos de meteoritos -concluye Kirkland- nos ayuda a explorar su potencial influencia en el entorno de la Tierra y la expansión de la vida más allá de los océanos».

No es la primera vez

Este descubrimiento en Escocia no es un hecho aislado. Estudios anteriores, en efecto, ya habían sugerido vínculos entre grandes impactos de rocas espaciales y eventos significativos en la historia de la vida. Uno de los más recientes, el impacto de Chicxulub, hace 66 millones de años, fue el principal responsable de la extinción masiva de los dinosaurios no avianos y abrió el camino para el auge de los mamíferos, que de otro modo no habrían podido prosperar. De forma similar, muchos científicos proponen que impactos anteriores podrían haber jugado un papel significativo en la aparición de nuevas formas de vida o en la alteración de los ecosistemas primitivos.

La investigación del equipo de la universidad australiana, por lo tanto, nos recuerda que nuestro planeta ha estado constantemente bajo el 'fuego' cósmico y que estos eventos, aunque catastróficos a corto plazo, podrían haber actuado como catalizadores para la evolución y la diversificación de la vida a lo largo de vastos períodos de tiempo. Mientras, el estudio de Stac Fada y la búsqueda de su cráter perdido continúan, prometiendo desvelar aún más secretos sobre el turbulento pasado de nuestro planeta y la tenacidad de la vida en su afán por perpetuarse. Este hallazgo nos recuerda, una vez más, que la historia de la Tierra está escrita no solo en sus rocas, sino también en las cicatrices dejadas por los encuentros cósmicos más violentos.

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