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No, el planeta Próxima b no puede albergar vida

Un equipo de investigadores de la NASA desmonta la idea de que las enanas rojas puedan tener mundos habitables

Recreación de la superficie de Próxima b ESO/M. Kornmesser
José Manuel Nieves

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La NASA acaba de poner a punto un nuevo modelo para averiguar si un planeta lejano puede considerarse habitable. Y aplicando ese modelo al mundo rocoso que orbita a nuestro vecino estelar más cercano, Próxima Centauri b , resulta que no es adecuado para albergar ningún tipo de vida. Un jarro de agua fría para todos aquellos que esperaban encontrar alguna clase de actividad biológica en el exoplaneta más próximo a la Tierra . El trabajo acaba de publicarse en Astrophysical Journal Letters.

El descubrimiento de Próxima Centauri b se anunció a bombo y platillo a finales de agosto del año pasado. De hecho, no solo se trataba de un mundo de tamaño parecido al nuestro, sino que se encontraba, además, en medio de la zona de habitabilidad de su estrella y se hallaron indicios de que su superficie podría, incluso, estar cubierta por un vasto océano de agua. La noticia causó tal impacto que, apenas unos días después, el multimillonario ruso Yuri Milner anunciaba un plan para recorrer los 4,37 años luz que nos separan de Próxima b y enviar allí, en los próximos 40 años, toda una flotilla de sondas para visitarlo y examinarlo más de cerca.

Como es sabido, la zona de habitabilidad de una estrella es un área a su alrededor en la que las temperaturas, ni demasiado calientes ni demasiado frías, permitan la existencia de agua en estado líquido, uno de los requisitos básicos para la vida. Generalmente, se considera que cualquier exoplaneta que gire alrededor de su estrella en esa zona privilegiada es, en potencia, un candidato ideal para buscar en él algún signo de vida. El principio se basa en el hecho de que aquí, en la Tierra, en cualquier lugar en el que haya agua la vida prospera de alguna forma.

Pero el mero hecho de que un planeta se encuentre en la zona de habitabilidad de su estrella no garantiza, de por sí, la presencia de océanos capaces de albergar criaturas vivientes. En efecto, sin una atmósfera adecuada, el agua en estado líquido no podría existir, ni siquiera en los mundos que se encuentran en esas órbitas privilegiadas.

Radiación

Hasta hace poco, las principales cualidades que se tenían en cuenta para determinar cuál es la zona habitable de una estrella eran la cantidad de radiación que emitía esa estrella y la masa del cuerpo que la orbitaba. Con el descubrimiento de grandes "super tierras", varias veces más masivas que la Tierra, los astrónomos crearon dos tipos diferentes de zonas habitables: una muy estrecha para los mundos rocosos como el nuestro y otra, más amplia, para planetas en condiciones de mantener atmósferas más gruesas que la de la Tierra y producir campos magnéticos más potentes que el nuestro.

Ahora, sin embargo, los investigadores del Centro de Vuelos Espaciales Goddard, de la NASA, aconsejan también tener muy en cuenta el "clima espacial" que rodea al planeta candidato, regulado siempre por la actividad de su estrella madre. De hecho, con suficientes erupciones solares enviando corrientes de partículas cargadas y radiación al espacio, incluso las atmósferas de los planetas que se encuentran dentro de la zona habitable podrían haber sido despojadas de los ingredientes necesarios para fabricar agua.

En palabras del científico solar Vladimir Airapetian, de la NASA, uno de los autores del estudio "si queremos encontrar un exoplaneta que pueda desarrollar y sostener vida, debemos averiguar primero qué tipo de estrellas pueden ser los mejores ´padres´".

Enanas rojas

Las enanas rojas, por ejemplo, se consideran candidatos excelentes. Se trata de pequeñas estrellas, con menos de la mitad de la masa de nuestro Sol y con temperaturas superficiales "más frescas", por debajo de los 4.000 grados centígrados. Dado que su brillo es más débil, resulta más fácil detectar los planetas que orbitan alrededor de este tipo de estrellas. Además, sus zonas de habitabilidad, muy estrechas y compactas, se habían considerado hasta ahora como ideales para albergar mundos potencialmente habitables.

Las esperanzas crecieron aún más cuando, hace ya varios años, Manoi Doshi, físico de la Universidad inglesa de East Anglia, sugirió varios cambios en el modelo vigente para determinar las zonas habitables, basándose en la forma en que el hielo absorbe la luz procedente de una enana roja. Sus cálculos "empujaron" la zona habitable de esta categoría estelar hasta un poco más lejos, reforzando la idea de que los sistemas planetarios alrededor de las enanas rojas, muy abundantes en nuestra galaxia, eran lugares especialmente adecuados para buscar signos de vida fuera de la Tierra.

Pero el nuevo modelo de la NASA acaba de echar un auténtico jarro de agua fría sobre esta idea.

Según William Danchi, otro de los miembros del equipo que ha calculado los nuevos parámetros a tener en cuenta, "la parte negativa es que las enanas rojas son también más propensas a tener erupciones estelares mucho más frecuentes y poderosas que las de nuestro Sol. Para evaluar el grado de habitabilidad de los planetas alrededor de estas estrellas, necesitamos comprender cómo los diversos efectos se equilibran".

Las erupciones estelares generan ráfagas de radiación de alta energía que rompen las moléculas en sus átomos constituyentes y las ionizan. Los electrones que son "golpeados" en el proceso se pierden fácilmente en el espacio, dejando tras de sí todo un manojo de partículas cargadas. Con el tiempo, las partículas con carga positiva son enviadas lejos de la superficie del planeta, en un proceso llamado "escape de iones", erosionando la atmósfera. Y el hidrógeno, esencial para el agua y el elemento más ligero, es el más vulnerable a este proceso.

Para determinar cómo afectaría todo esto a la presencia de agua, los investigadores de la NASA hicieron un modelo informático de las poderosas "superllamaradas" producidas por las enanas rojas y estudiaron sus efectos en las hipotéticas atmósferas de los planetas en órbitas cercanas. El resultado fue que también elementos más pesados, como el oxígeno y el nitrógeno, eran arrancados de las atmósferas y lanzados al espacio exterior, convirtiendo esos mundos en inhabitables en un plazo de unos pocos cientos de millones de años.

Teniendo en cuenta que esos elementos más pesados, además de ser los constituyentes de agua, desempeñan también un papel fundamental en el desarrollo de vida tal y como la conocemos, resulta muy poco probable que los planetas que estén cerca de una enana roja dispongan de reservas de agua en estado líquido.

Al aplicar este modelo al recientemente descubierto planeta rocoso en órbita de la estrella más cercana a nosotros, la enana roja Próxima Centauri, los investigadores hallaron que, con toda probabilidad, ese mundo perdió la mayor parte de su oxígeno atmosférico durante los diez primeros millones de años de su existencia . Lo cual se opone frontalmente a la idea que que Próxima Centauri b podría albergar un vasto océano. La suma de frecuentes tormentas solares y una intensa actividad magnética lo sitúan, además, muy lejos de ser el lugar ideal para albergar cualquier clase de vida.

En palabras de Airapetian, "a medida que aprendemos más acerca de lo que necesitamos tener en una estrella anfitriona, nos damos cuenta de que nuestro Sol es solo una más entre esas estrellas progenitoras perfectas, una que fue capaz de mantener vida en la Tierra".

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