Cómo superar la frustración y la culpa cuando no bajas de peso
Hay que aprender a parar el círculo vicioso de culpa y fracaso en la pérdida de peso
Adelgazar: cómo perder peso sin dietas
Cómo superar la culpa y frustración por no perder peso.
Ya que se hace un esfuerzo, al menos que las cosas salgan bien, ¿verdad? Pero no siempre es así. Y quienes tratan de perder peso y no lo consiguen lo saben de primera mano. Y los que también conocen esa sensación de frustración ... muchas veces son los psicólogos. Porque aunque adelgazar tiene mucho que ver con los dietistas-nutricionistas -quienes deberían estar al tanto de esa bajada y asesorar-, lo cierto es que el papel de los psicólogos cobra cada vez más importancia y es un tema cada vez más común en sus consultas.
La lucha contra el sobrepeso y la obesidad conlleva un ciclo de culpa y frustración exasperado por las dietas fallidas y la pérdida de peso temporal. La psicóloga nutri-emocional Ana Morales, que ha vivido esta lucha en carne propia, se dedica a romper este ciclo negativo mediante un enfoque que incorpora el análisis de las emociones y la percepción del cuerpo.
La culpa y la frustración
Según comenta, la situación que ve en consulta es «realmente desgarradora» y más común de lo que podríamos pensar: «Trabajo exclusivamente con mujeres que lidian con sobrepeso y, cuando van a verme, llegan profundamente agotadas. No solo física sino emocionalmente. Han intentado todo tipo de dietas y regímenes, muchas veces poniendo su salud en riesgo».
Alguna que otra paciente le ha confesado desear «dar la mitad de su vida si eso significaba poder disfrutar de un cuerpo 'perfecto' la otra mitad», y mensajes así son los que ponen en sobre aviso a Ana Morales sobre la frustración y culpa que sienten estas personas cuando no logran su objetivo de perder kilos.
«En muchos casos son mujeres consideradas socialmente como 'exitosas', pero que se sienten atadas de manos cuando se trata de su propio cuerpo. Se culpabilizan por no ser capaces de 'cerrar la boca' o no poder ir al gimnasio más allá de un par de días. Esta culpa se ve incrementada por las críticas familiares sobre su apariencia física, si toman postre o comen pan. Algunas incluso terminan comiendo a escondidas para evitar esos juicios y comentarios hirientes de la familia», asegura la psicóloga.
Al parecer, el papel de la sociedad no es de ayuda. Tal como afirma Ana Morales, «a menudo se convierte en otra fuente de presión, etiquetándolas como vagas o sin voluntad». Como resultado, muchas de estas mujeres prefieren quedarse en casa, evitando las reuniones sociales por miedo a ser juzgadas. «Algo tan simple como ir de compras se convierte en una experiencia llena de ansiedad: o bien no encuentran talla en las mismas tiendas que el resto de los mortales con un cuerpo 'normativo' o están condenadas a la sección de 'tallas grandes' señalizada con un gran cartel».
Como consecuencia, todo esto crea un ambiente tóxico de culpabilidad, vergüenza y baja autoestima que, en casos extremos, puede llevar a la frustración y la depresión. «Esta batalla emocional les hace sentir que están en una lucha constante, no solo con su cuerpo sino con el mundo que las rodea. Es una situación compleja que requiere un abordaje igualmente complejo, uno que no solo se enfoque en la pérdida de peso, sino en la salud emocional y mental, para romper el ciclo de autodesprecio y empezar uno de autoamor y aceptación», apunta Ana Morales.
Los dietantes crónicos
¿Sabías que hay personas viciadas a empezar dietas? Se les conoce como dietantes crónicos y apunta Ana Morales que tienen el ritual de empezar una nueva casi todos los lunes. Algunos aguantan apenas unos días, luchando contra el hambre antes de rendirse, mientras que otros logran perder algún peso a base de un gran esfuerzo, solo para recuperarlo -y muchas veces con un 'bonus' de kilos extra- en cuanto vuelven a comer «normal». Al parecer, el resultado final para todos es el mismo: una mezcla de frustración, culpa y un sentimiento de fracaso que mina la autoestima. Para la experta, si las dietas fueran realmente efectivas, no tendría su consulta llena de pacientes, ni tampoco lo tendrían mis compañeros psicólogos y nutricionistas
«El mantra popular de 'más zapato y menos plato' para perder peso es simplista. No es simplemente una cuestión de 'calorías consumidas contra calorías gastadas'. Hay más variables en juego aquí, como nuestras emociones y creencias sobre nosotros mismos y el mundo. Esos factores necesitan ser abordados incluso antes de pensar en cambiar hábitos alimenticios. Por ejemplo, para una mujer que siente vergüenza de su cuerpo, no será fácil ponerse unas mallas y asistir a una clase de zumba tres veces a la semana sin antes haber trabajado en esa vergüenza. En casos como este, es probable que abandonen las clases tras dos o tres sesiones, lo cual solo aumenta sus sentimientos de culpa y minusvalía», explica.
Comida que nutre
La comida cumple varios roles en nuestras vidas: nos nutre, forma parte de nuestra cultura, nos brinda placer y, por supuesto, es un medio para cuidar nuestro cuerpo. Sin embargo, hay personas que han desarrollado una relación complicada con ella, expone la experta que utilizándola como una especie de refugio emocional en momentos difíciles. «Se convierte en esa amiga fiel que nunca falla, siempre dispuesta a ofrecernos un 'abrazo' en forma de donut o hamburguesa, pero el costo de ese 'abrazo' se traduce a menudo en sentimientos de culpa y vergüenza».
Para Ana Morales es crucial que dejemos de ver los alimentos como buenos o malos: «Los donuts no van al infierno y las zanahorias al cielo; son simplemente alimentos. Claro que hay opciones más saludables que otras, pero la clave no está en demonizar unos y glorificar otros, sino en comprender qué nos motiva a escoger ciertos alimentos». Dice que deberíamos aprender a manejar nuestras emociones por medios que no involucren la comida y a comer conscientemente, disfrutando de lo que ingerimos.
«Tan nocivo es obsesionarse con ciertos antojos, como las palmeras de chocolate, como limitarse estrictamente a una dieta de 'comida real' no procesada. Aunque físicamente pueda ser más saludable comer 'sano' en lugar de llenarse de grasas y azúcares, mentalmente es igual de peligroso. En ambos casos, el resultado es una obsesión con la comida». Ana Morales asegura que le estamos atribuyendo a los alimentos un poder y una relevancia en nuestras vidas que realmente no deberían tener, por más saludables que sean: «No hay problema en comer una galleta comprada en el supermercado de vez en cuando; lo importante es entender por qué la elegimos y cómo la estamos disfrutando».
Una vez más, la clave está en buscar un equilibrio que nos permita disfrutar de la comida sin caer en extremos y, lo más importante: sin permitir que esta defina nuestro valor o autoestima.
«Si realmente queremos concienciar sobre cómo abordar el sobrepeso de manera efectiva, debemos promover un enfoque global e integrado que vaya más allá de la mera restricción alimentaria. Esto implica, ante todo, una actitud de amor y cuidado hacia nosotros mismos, que sienta las bases para una vida más saludable en todos los aspectos», concluye la psicóloga.
Sobre la psicóloga
La psicóloga nutri-emocional Ana Morales.
Ana Morales es una psicóloga comprometida con el enfoque de la alimentación emocional y la aceptación corporal. Su misión es acompañar a aquellas mujeres que, exhaustas de la constante lucha con las dietas y abrumadas por la imposibilidad de perder peso, buscan una auténtica reconciliación con su cuerpo. Morales trabaja codo con codo con ellas para que puedan mirarse al espejo y afirmar con convicción y amor propio: «¡Me encanta quién soy!».
Ana guía a sus clientes en el proceso de brindarle a su cuerpo el respeto, el cariño y el cuidado que merece, nutriéndolo en todas sus dimensiones: física, emocional y mental. Es la creadora del innovador programa: «¡Qué buena estoy!», que combina técnicas de alimentación consciente y terapias psicológicas vanguardistas para mejorar la autopercepción y desmantelar las creencias limitantes.
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