Alejandro Dumas, biógrafo de pintores

Más que estudios pormenorizados de estos pintores, Dumas prefería crear biografías noveladas. Por eso no faltan en estas semblanzas el ingrediente teatral y la pizca de fantasía. Su propósito no era el que guía a un académico o un investigador. Su público tampoco eran los especialistas. El escritor se propone contar la sociedad de los siglos XV y XVI, referir los amores e intereses de estos grandes de la pintura y de paso revivir el Renacimiento italiano.

Como se señala en el prólogo, «Dumas no pretende competir con el elemento testimonial de los coetáneos -cuyas biografías, no obstante, están llenas de imprecisiones- ni aportar elementos de investigación o particular rigor al conocimiento de la vida de estos genios. Lo que Dumas pretende y, logra, es acercarnos a ellos y sumergirnos en su época, en sus pasiones, sus motivaciones , en las circunstancias que dieron lugar a una vidas dedicadas en cuerpo y alma a la creación con resultados de una brillantez muy pocas veces alcanzada».

El hombre que alumbró «El conde de Montecristo» era un enamorado de Italia y su arte, así como un devoto de Dante. Las biografías de Miguel Ángel, Tiziano y Rafael vieron la luz entre 1843 y 1844, cuando fueron publicadas de forma separada en revistas literarias y más tarde publicadas bajo el título de «Tres maestros». En las narraciones se aprecia el empeño de Dumas por humanizar a estos personajes, de ayudar a comprenderlos para de este modo conocer mejor su obra.

Como dijo Manuel Grannell, filósofo, poeta y traductor de esta obra, «bajo la pluma de Dumas, la anécdota cobra una vida intensa, y Dumas la refiere entusiasmado, utilizando para ello una orgía de colores y magia verbal que se dispara en adjetivos hiperbólicos y brillantes. Y aunque añada mucho de sí mismo en su relato, su don adivinatorio goza de un instinto certero, el cual le lleva a acentuar los detalles que nos hagan convivir con su héroe».

Casi dos siglos después de su nacimiento, la obra de este novelista sigue despertando la curiosidad de los lectores y editores. En vida gozó de honores y fama, despilfarró todo lo que pudo y más y tuvo un sinfín de amantes. Como buen romántico, adoraba viajar. A veces lo hacía con todo un séquito que vivía a su costa. En 1847 visitó España y recaló en Madrid y Cádiz, gracias a la invitación cursada por el duque de Montpensier con motivo de su boda con la infanta Luisa Fernanda. De paso asistió al enlace de Isabel II con su primo Francisco de Paula. Eso sí, aprovechó su estancia en Madrid y Cádiz para que el Gobierno de su país le pagara a cambio de hacer propaganda del incipiente colonialismo francés en Argelia.

Ahora que se cumplen 500 años de la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina por Miguel Ángel, una empresa en la que el pintor invirtió cerca de cuatro años, es una buena excusa para leer este libro sobre los genios del Renacimiento que con tanto esmero ha publicado Gadir.