FÓRMULA 1
Jaime Alguersuari: «El ruido de la F1 me inspira música»
Apartado a los veintiún años de las pistas, la otra cara del piloto, la de DJ Squire, toma las riendas de su vida. Al menos por ahora. Alguersuari reflexiona sobre la música y la velocidad
JESÚS LILLO y JESÚS LILLO
Vuelta y vuelta, forzado por las circunstancias y fuera de pista, Jaime Alguersuari cambia de marcha. De las carreras de Fórmula 1 a las salas de baile, el piloto catalán enfría motores y se transforma en DJ Squire para ensayar un discurso —ahora musical, de ... naturaleza sintética— en el que la velocidad y el ritmo vuelven a ser las variables. Descartado por la escudería Toro Rosso para la nueva temporada de Fórmula 1, Alguersuari se pone a prueba como creador con la idea de transmitir al público nuevos estímulos, en este caso sonoros y a menudo impregnados de las experiencias acumuladas al volante de su monoplaza. «Mi salida de Toro Rosso fue una sorpresa. Luego pensé en la gran temporada que hice... Sigo siendo el piloto más joven, y sé que mi vida no se acaba a los veintiún años, sino que me queda mucho», asegura Alguersuari.
—¿Ha sido cruel con usted la F-1?
—La F-1 es como es: te da y te quita. Así es como funciona, y hay que estar preparado para todo.
—¿En qué circuito se ha encontrado más cómodo, en el de la música de baile o en el de la Fórmula 1?
—Hoy en día no hay trabajos fáciles. Con pasión, sacrificio e ilusión, sin embargo, hay más posibilidades de que las cosas terminen por salir adelante. Ser un buen músico o un buen piloto no es suficiente si no hay ganas. Eso es fundamental.
—Pese a la crisis, parece haberlo tenido más sencillo que otros para poner en marcha sus proyectos.
—La crisis nos afecta a todos, aunque a simple vista parezca que soy muy afortunado por tener la oportunidad de hacer lo que me gusta. La clave es el optimismo: hay que tener una visión positiva para superar los problemas. Estoy convencido de que no saldremos de ésta sin optimismo.
—¿Le ha servido su experiencia en la Fórmula 1 para moverse en una industria como la discográfica?
—Algunas cosas son similares, sobre todo porque las afronto desde dentro, desde el corazón. La música es un sentimiento, y también conducir. Hacer una curva, completar una vuelta o plantear una estrategia para pasar al coche que llevas delante es algo muy personal. En una carrera nunca piensas en quedarte detrás, aunque lleves peores neumáticos y menos gasolina que tus rivales. Fuera de la pista, en la música, es igual: todo fluye. Lo único que cambia es que los sentimientos se manifiestan a través de un lenguaje de sonidos.
—¿Es posible componer música después de una carrera?
—Todo representa una experiencia, y de todo se aprende en la vida. Cuando termino una carrera, tengo un estudio de grabación en Barcelona donde puedo desarrollar mis ideas, que siempre dependen de la situación emocional o sentimental en la que me encuentre. Si la cosa ha ido bien sobre la pista, la música es distinta a la de esos días en los que llueve, en los que no tengo carreras y nadie llama por teléfono...
—Pero sus experiencias vitales, tan limitadas hasta ahora a un medio tan exigente como la Fórmula 1, ¿no han condicionado su inspiración a la hora de componer?
—Los sentimientos varían mucho, y la música, a través de los sonidos que emites, va cambiando en función de lo que llevas dentro. Componer me permite plasmar y escuchar, de inmediato, lo que siento, ya sea cuando acaba un carrera o en cualquier otro momento de la temporada. Algo parecido sucede cuando pincho en una sala o un festival y veo la reacción de la gente, que te indica por dónde quiere que vayas.
—Cuando pincha, ¿el público pide acelerones, o eso depende del circuito?
—La gente pide mucho ritmo, pero todo depende de la sala, del país, de la hora del día, del tamaño de la pista e incluso del equipo de sonido. En Ibiza, por lo general, el público pide que pongas música más dura, con más velocidad y menos lineal, con subidas agresivas, con muchos efectos, reverbs, ecos y un alto nivel de juego musical. Eso es agotador, porque te obliga a coordinar muchos ingredientes en la mezcla. En otras salas es posible pinchar más lento y profundo, para que la gente sienta que vuela, sin sobresaltos. Un DJ ha de respetar todo tipo de música, la pinche o no. Es el respeto lo que te hace grande.
—De la misma manera que las carreras de coches, ¿Ibiza le condiciona con su sólida tradición electrónica?
—El origen de la electrónica hay que buscarlo muy atrás, en el soul, en el jazz y en estilos de largo recorrido. Al final, todo empieza de lo mismo, de ahí crece un árbol con muchas hojas y cuyos brotes y raíces, nuevos y viejos, no dejas de descubrir y luego sirven para aclarar u oscurecer el sonido. Hay muchas vertientes que surgen de la electrónica, pero reconozco que el sonido de los 80 y 90 me ha marcado.
—¿No es handicap haber nacido en 1990, después del segundo verano del amor, cuando el house e incluso las marcas sonoras de Detroit y Chicago estában formateadas e impregnaban la música de baile de todo el mundo?
—En Fórmula 1 mi cultura no es la misma que la de Fernando Alonso o Ascanelli (ingeniero italiano), y soy consciente de que tengo muchas cosas que aprender. En la música es igual: soy muy joven y mi cultura musical con treinta años será muy distinta. Cuando tengo oportunidad, en Corea, la India o Australia, me socializo, escucho música autóctona, del terreno, para experimentar cosas nuevas. Conocer aspectos de la comida, la gente, la religión o la música es lo más importante para crecer como artista.
—El ruido de la Fórmula 1, ¿a qué le suena a DJ Squire?
—Ese ruido es música, un sonido que a todos nos produce algo. ¿Qué pasaría si les quitáramos los escapes a los coches de la Fórmula 1? Sería otra cosa muy distinta. Cuando los motores eran V10 y no V8, como ahora, sonaban mejor. A 20.000 vueltas eran algo espectacular.
—De la vieja y clásica estampa del rockero perdedor y callejero a un DJ refinado como Jaime Alguersari, hay que ver cómo han cambiado las cosas en la música y en los mensajes que transmiten las canciones.
—Hacer música resulta más accesible para todo el mundo, y antes no era así: se necesitaba una banda, y también cientos de aparatos, de compresores, de cables... Todo el trabajo analógico desarrollado por artistas como Tangerine Dream se podría hacer en la actualidad con un simple ordenador, casi copiarlo... No sé si respondo o no a la imagen tradicional del rockero. Compongo porque me gusta. Quiero aportar algo a la música, y también que la música me aporte algo a mí. Todo esto es consecuencia de la evolución tecnológica.
—La soledad del músico, en su caso, es similar a la del piloto encerrado en la cabina de su coche.
—Soy autodidacta y, como mucha gente, tengo el estudio en casa, lo que permite hacer lo que quiero en cada momento. Trabajar con otros músicos es importante, por la oportunidad de compartir gustos y sentimientos y conocer formas distintas de componer, pero yo prefiero hacerlo en solitario.
—Sin horizonte deportivo a la vista, fuera de la Fórmula 1, ¿se recluirá ahora en una cabina para ser para siempre DJ Squire?
—Nunca se sabe, porque la vida da muchas vueltas. Lo que ahora quiero es llegar a casa y meterme en el estudio, encender en el avión el portátil y ponerme a trabajar.
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