La vida recortable de Santiago Lorenzo
El director de «Mamá es boba» debuta como novelista con «Los millones», adaptación de un guión inédito
JESÚS LILLO
Santiago Lorenzo recorta y pega sus recuerdos del Madrid de hace un cuarto de siglo para componer de forma minuciosa la entrañable maqueta que recorre el protagonista de «Los millones» (Libros Mondo Brutto), su primera novela y volumen con el que se abre la colección ... de narrativa abierta por el fanzine homónimo.
Retirado provisionalmente del cine, el director de «Mamá es boba» plasma en papel una historia concebida hace años como guión, lo que se aprecia en la estructura de un relato de formas, ritmos y bajos presupuestos cinematográficos. Después de desplegar en una muestra itinerante las piezas de su «Juguetería», colección de cacharros pretecnológicos utilizados en sus películas o montados como simple pasatiempo, Lorenzo vuelve a las manualidades, ahora para troquelar de memoria la vida en soledad del enésimo personaje que sale de su factoría de amarguras.
«Los millones» cuenta la historia de un miembro del GRAPO que resulta agraciado con un premio de la Lotería Primitiva, más de doscientos millones que no puede cobrar por su condición de clandestino y por no tener carné de identidad. La cuenta atrás de tres meses emprendida de oficio por la Onlae para hacer efectivo el pago del premio no es más que la excusa para sacar de sus casillas y de su circuito cerrado al terrorista, un pobre hombre que ni siquiera está seguro de para quién trabaja y contra quién lucha y que, entre atentados de poca monta, ignorados por la propia Policía, gasta su vida en contabilizar de forma milimétrica su miseria.
Como en su producción cinematográfica, Santiago Lorenzo vuelve a fabricar poesía a partir del trauma con la intención de violentar, ahora al lector, con una biografía en la que el dolor ajeno es motivo de risa, y viceversa. El patrón de Lana S.A. consigue recomponer el Madrid de 1986 a través de un preciso Google Maps de escala temporal para que su triste terrorista, perdido en una banda descompuesta y también en una ciudad que le aterroriza, la recorra como un tren de juguete que circula por el paisaje regalado por su maquinista. Como sucedió en la pantalla con «Mamá es boba» y «Un buen día lo tiene cualquiera», «Los millones» quizá desconcierte a su público natural, en este caso los lectores, por su tono cruel y naíf, pero contiene los suficientes elementos para convertirse en una pieza fundamental del repertorio que de forma transversal y a salto de mata, del cine a las galerías de arte, pasando por las tiendas de tebeos, va acumulando su autor en una enorme y conmovedora caja de juguetes rotos. Lorenzo pone el pegamento.
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