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El partido antieuro de Alemania tiende puentes a los islamófobos

El movimiento Pegida saca a la calle en Dresde 17.000 personas, el mayor número hasta ahora

El partido antieuro de Alemania tiende puentes a los islamófobos afp

andréu jerez

Ayer volvió a ocurrir: miles de personas salieron a la calle en diferentes ciudades de Alemania para protestar contra la supuesta islamización que amenaza al país. La marcha más importante fue nuevamente la de Dresde. Allí el movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente ( Pegida , en sus siglas en alemán) consiguió sacar a la calle a más de 17.000 personas, según estimaciones de la policía, la mayor cifra conseguida en las diez marchas convocadas hasta ahora.

Una contramanifestación reunió a alrededor de 4.000 personas bajo el lema «Dresde sin nazis». Las marchas contra la islamización que presuntamente sufre Alemania siguen así ganando en cifras a aquellos que muestran rechazo.

En esta ocasión, Pegida invitó a los ciudadanos a cantar villancicos ante la ópera de la capital del Estado de Sajonia contra lo que ellos consideran la «extranjerización» de Alemania. Hasta hace bien poco, la palabra alemana correspondiente a «extranjerización» («Überfremdung») formaba parte de la jerga usada habitualmente por la extrema derecha y los neonazis; sin embargo, con la ola de manifestaciones que vive el país desde hace semanas, el uso de ese término parece haberse instalado en el mismo centro de la sociedad alemana.

Con todo, buena parte de los analistas considera equivocado clasificar a movimientos como Pegida de meros fenómenos islamófobos y racistas. La mayoría de los que han acudido a marchas como la Dresde coinciden en destacar que los participantes conforman una masa social más heterogénea y compleja de lo que pueda parecer a primera vista: jubilados con dificultades para llegar a fin de mes, desempleados de larga duración, gente joven, familias de clase media y, por supuesto, miembros de la extrema derecha y de movimientos neonazi, históricamente fuertes en los Estados federados que formaban la desaparecida República Democrática Alemana.

Enarbolando banderas de Alemania, protestan contra lo que consideran una traición a los valores «judeocristianos» de la cultura occidental y relacionan esa pérdida de los valores occidentales con el desgaste que sufre el bienestar social en Alemania, donde los índices de precariedad, pobreza y desigualdad han crecido durante la última década.

Catálogo de demandas

Tras muchas ambigüedades y especulaciones sobre el trasfondo de Pegida, la semana pasada el movimiento hizo público un documento con 19 demandas; entre ellas destacan la acogida de refugiados por motivos políticos y religiosos, pero con limitaciones; una política de acogida coordinada a nivel europeo; más dinero para la integración de los extranjeros y también más medios para la policía; una política de «tolerancia cero» con aquellos extranjeros y refugiados que cometan delitos; la introducción de un sistema migratorio más restrictivo, a imagen y semejanza de los de países como Suiza, Australia y Canadá, en los que priman las cuotas de extranjeros según las necesidades del país.

Las demandas, a primera vista, encaja con los intentos de los organizadores de Pegida de mostrar una fachada moderada. No en vano, en la pancarta que suele encabezar las marchas se ve a una figura que lanza a la basura símbolos como la bandera negra de Estado Islámico, simbología comunista y también la cruz gamada nazi.

«Hay que ser muy cauteloso con la lectura que se hace del documento publicado por Pegida. En Alemania, la expresión de posiciones islamófobas, xenófobas o de extrema derecha es tabú. Por eso, incluso partidos neonazis muestran muy buenas intenciones en sus programas electorales. El posicionamiento público de Pegida es amable, pero hay que saber decodificarlo correctamente», asegura al teléfono el politólogo Carsten Koschmieder, de la Universidad Libre de Berlín.

Conexiones con AFD

Tal y como han ido desgranando los medios de comunicación alemanes durante los últimos días, el perfil de los cabecillas y organizadores de Pegida ofrece un denominador común: posiciones islamófobas y que rayan la extrema derecha; los organizadores (algunos de ellos con antecedentes penales) no esconden sus opiniones xenófobas en las redes sociales, en las que hacen comentarios ofensivos sobre la población musulmana en Alemania, y culpan a los extranjeros de abusar de las ayudas sociales.

En opinión de Koschmieder, experto en antisemitismo y movimientos extremistas, el objetivo de Pegida es claro: evitar mostrarse como un movimiento radical para alcanzar a la clase media e instalarse así en el centro de la sociedad. Una estrategia muy parecida a la desplegada por el partido euroescéptico y de tendencias nacionalistas Alternativa para Alemania (AfD), ya instalado a la derecha de la CDU de Angela Merkel en el ecosistema político germano, y que cuenta con cinco eurodiputados y también con representantes en parlamentos regionales alemanes.

«Las convicciones que se pueden observar en movimientos como Pegida coinciden en buena manera con las de AfD: ambos muestran su rechazo al sistema, ambos califican de corruptos a los partidos establecidos y ambos desconfían de los medios de comunicación. Y es que desde un punto de vista político, sería poco inteligente por parte de AfD no unirse a la gente de Pegida para intentar ganar su simpatía», asegura el profesor Koschmieder.

Figuras relevantes de AfD, entre ellos su líder y portavoz Bernd Lucke (antiguo militante democristiano), han intentado sin rubor capitalizar políticamente las marchas contra la islamización de Alemania: Lucke mostró la semana pasada su «compresión» con las marchas en un programa de debate de máxima audiencia en la televisión pública alemana; otros miembros destacados de su partido incluso participaron en recientes manifestaciones celebradas en Dresde.

Potencial político

Así las cosas, parece evidente que Pegida y AfD son dos fenómenos paralelos que confluyen en el creciente malestar social con el discurso de «no hay alternativa» con el que la canciller Merkel ha hecho frente a la crisis del euro y con el que ha defendido a capa y espada sus políticas de austeridad.

La pregunta que muchos se hacen ahora es hasta qué punto esa confluencia entre Pegida y AfD podría convertirse en un problema real para la hasta ahora incontestable hegemonía política de Angela Merkel. Una reciente encuesta de la sociedad de estudios sociales YouGov apunta a que el potencial político de ambos movimientos no es nimio: alrededor del 35 por ciento de los ciudadanos alemanes ven bien que por fin alguien llame la atención sobre la política de asilo y muestre su rechazo al islamismo.

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