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José Mujica: «A los que les gusta mucho el dinero hay que echarlos de la política»

«El nacionalismo en un fenómeno que tiene las patas muy cortas», asegura el presidente de Uruguay en una entrevista con ABC

José Mujica: «A los que les gusta mucho el dinero hay que echarlos de la política» EFE/Iván Franco

Guillermo Daniel Olmo

El pequeño Uruguay apenas tenía espacio en las noticias. Hasta que en 2010 el antiguo guerrillero José Mujica accedía a la Presidencia. Con su humilde estilo de vida, su novelesca biografía, su total desapego por lo material y la franqueza de sus palabras, inauditas en un jefe de estado, el viejo presidente fue erigiéndose en una especie de entrañable referente moral para un mundo aturdido. Su viejo Volkswagen y su leal Manuela, el chucho de tres patas que lo acompaña desde hace años, son ya casi símbolos nacionales de un país donde todo va despacio. A pocas semanas de que «el Pepe» deje el poder, ABC los visitó a los tres en la ya emblemática chacra que a las afueras de Montevideo cobija al líder mundial más peculiar del siglo XXI.

Tiene 79 años, ¿se pregunta ya cómo lo recordará la historia?

Nooooo, a mí no me importa la historia. Es una historieta que escriben otros. Yo tengo que hacer cosas. No me hago preguntas trágicas y cesaristas como esa.

¿Cree que deja un país mejor?

Un poco mejor, al menos desde el punto de vista de la justicia social. Hay menos pobres e indigentes y hacia el porvenir se dibuja una sociedad mejor.

Usted formó parte del movimiento tupamaro. En aquellas circunstancias, ¿volvería a empuñar las armas?

Si volviéramos a aquel mundo casi seguro que sí. Lo que pasa es que nunca se vuelve atrás. Aquel mundo tenía ciertas claves y este es otro. Aquel era bipolar. Había esquemas como la dictadura del proletariado y todo aquello que entonces estaban muy vigentes para mucha gente. Pero ha pasado muuuucho tiempo. Todos los intentos de construcción de sociedades socialistas en países pobres cortándole la libertad a quien se consideraba perteneciente al otro bando, lo único que construyeron fue una burocracia terrible y al final se desmoronaron ominosamente... Ahora bien, la historia nos hizo capitalistas, pero como bicho somos por génesis socialistas, y andamos por el mundo con esa pena.

Usted ha dicho que la vida humana es el bien supremo…

Sí, señor.

¿Cómo lleva su conciencia esa contradicción?

Vivir es enfrentar contradicciones y uno en el vivir va descubriendo cosas. Cuando uno es soldado tal vez no le da a la vida el valor que tiene, porque a la vida se le da valor solo cuando se repiensa, cuando lo que era automático y natural se transforma en conciencia. Entonces uno llega al análisis de que no hay riqueza mayor que la vida, que este milagrito que dura un minuto. Hoy, creo que todas las guerras son injustas. Los que pagan el peor costo son quienes no tienen nada que ver con la guerra.

¿No teme aburrirse en adelante?

¡Qué me voy a aburrir! Al contrario, me falta tiempo. A mí me gusta la tierra, en realidad soy un campesino, en mi manera de pensar, de ver la vida y la naturaleza… Me encanta trabajar la tierra y me parece que es lo mejor que puedo hacer en un tiempo que se va complicando y en el que la gente necesita oficios. De la tierra nos separamos, pero dependemos de ella para comer.

Su estilo de vida, tan alejado del de otros líderes, ha creado un personaje. ¿No teme que acabe eclipsando su labor como gobernante?

Podría ser, pero es parte de la tarea de gobierno. Hay un republicanismo en esto. Yo pienso que las repúblicas vinieron al mundo como una bofetada al feudalismo, al origen de sangre y todas esas cosas tan ofensivas. Y vinieron para suscribir que los hombres y las mujeres somos básicamente iguales. Pero hay costumbres viejas que se nos cuelan y los gobernantes tienden a vivir de acuerdo a los usos y las modas de las minorías privilegiadas de la sociedad. ¿La profesión de la política es cortesana de la riqueza y su fastuosidad? Le resumo lo que le quiero decir: a los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política, porque si no terminamos hipotecando la confianza de la gente. Una sociedad para que funcione necesita creer en aaaalgo (alza la voz). Necesitamos creer, porque somos el animal más utópico. Cuando yo contemplo cualquier civilización de la historia, lo primero con lo que me topo es con los dioses. Hoy día, sin embargo, somos cada vez menos religiosos, y aun los que creen viven como si no creyeran. Entonces, ¿en la sociedad moderna en qué vamos a creer?

¿En Google?

Je, je, je. Puede ser, pero ese es un dios demasiado anónimo.

Sobre Europa planea el fantasma de una segunda recesión mientras Uruguay crece sin parar. ¿Algún consejo que dar?

Europa pretendió navegar y salir de la crisis solo achicando y así no se puede revertir una situación tan honda.

En los últimos tiempos ha emergido en España un partido nuevo, llamado Podemos, ¿Cómo valora este nuevo movimiento?

Estuvieron un par de integrantes acá, pero yo no los conozco. Me da la impresión de que algo que debería ser un supuesto básico, como la honradez, se ha convertido en una especie de gran bandera. Una sociedad tiene que estar bastante enferma cuando lo que debía ser normal, el hacer derecho, pasa a ser la gran cualidad convocante.

¿Le parece que estaba enferma la sociedad española?

Daría la impresión de que el mucho consumismo, lo que siguió a las medidas que permitieron la brutal expansión inmobiliaria, el compre, compre y compre… Todo eso aflojó mucho la ética.

Uno de los problemas que aquejan a España es el independentismo catalán. ¿Cree que los catalanes tienen derecho a proclamar unilateralmente su independencia?

A veces da la impresión, visto desde lejos, que la obra de los Reyes Católicos no llegó a su fin todavía en España. (Ríe). Son muy fuertes los localismos en la historia española. Es curioso. El mundo tiende a globalizarse. Tenemos problemas globales, como el cambio climático, que ningún país puede arreglar por sí solo, y aparecen fuertes regionalismos como los españoles.

¿Los ve usted con buenos ojos?

Los veo como una cosa que tiene las patas muy cortas.

Hay quien cree que la división ideológica entre izquierda y derecha es un anacronismo en el mundo actual.

Eso es un nuevo cuentito de los que no quieren reconocer la existencia de clases sociales y ese sí que es un anacronismo.

Europa y América Latina parecen recorrer trayectos inversos. La primera se estancó y la unión que construyó se agrieta, mientras que la segunda crece y avanza hacia su integración.

Nosotros vivimos mucho tiempo de espaldas a nosotros mismos, culpando de nuestros problemas a Europa y los Estados Unidos. No queríamos asumir nuestra responsabilidad. Es más cómodo culpar a otros. Ustedes los españoles ahora le echarán la culpa de todo a los alemanes, (ríe de nuevo por lo bajo) América Latina no hay una, hay muchas, hay diferencias. Pero desde hace quince años hablamos y, tomamos decisiones en conjunto.

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