Las cumbres sagradas de Andalucía

El imponente pico de La Sagra (2.383 metros), en Granada, el más alto de Andalucía aparte de Sierra Nevada, atrae cada año a cientos de montañeros

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El pico La Sagra, en Granada, tiene 2.383 metros de altitud A. M.

Aristóteles Moreno

Granada

En el altiplano granadino, entre los términos municipales de Huéscar y Puebla de Don Fadrique, se alza un imponente pico solitario. Su solemne presencia se divisa desde decenas de kilómetros a la redonda y ejerce un poder hipnótico entre los amantes del montañismo. Con ... sus 2.383 metros de altitud, es la cumbre más alta de Andalucía, si exceptuamos la cordillera de Sierra Nevada. Y representa el pico número 32 más alto de toda España. La Sagra no está integrada en ningún sistema montañoso significativo y esa inusual circunstancia la dota de un atractivo singular en términos paisajísticos y deportivos.

Todo este inmenso altiplano, que bascula entre los 700 y los 1.000 metros de altitud, pudo haber formado hace ocho millones de años una enorme ensenada que conectaba el océano Atlántico con el mar Mediterráneo, y que acabó convirtiéndose en un lago interior antes de secarse. Lo cierto es que la cumbre de La Sagra está sembrada de fósiles marinos con más de 25 millones de años de antigüedad. Su agreste geología hoy está formada por rocas calizas, margas y crestas estratificadas, salpicadas de barrancos y profundas cárcavas que cruzan el macizo.

Desde la base, impresiona su prominente corpulencia y el acusado desnivel que, en pocos kilómetros, hay que salvar para hollar su cumbre. Debido a su altura, la nieve suele habitar el vértice desde otoño hasta inicios de primavera. Y ese suele ser otro aliciente más para los montañeros. Pero ojo: los gélidos vientos invernales pueden formar placas de hielo en las laderas más umbrías y complicar seriamente el ascenso. Es recomendable, por lo tanto, echar los crampones a la mochila en los meses más fríos por si se hiciera necesario acoplarlos a las botas.

Las laderas de La Sagra se encuentran pobladas por bosques de pino salgareño hasta media altura. También abundan las encinas y los alcornoques. A partir de los 1.600 metros, la vegetación comienza a escasear hasta que desaparece casi por completo debido a las duras condiciones climáticas de las alturas. En la zona de La Losa, pervive un interesante bosque de secuoyas gigantes. Es uno de los pocos que quedan en Europa. Algunos ejemplares pueden llegar a vivir casi 1.800 años. El más alto de la zona alcanza los 60 metros, aunque hay árboles de esta especie que casi duplican ese registro.

En este excepcional paraje se refugian especies animales de reseñable interés. Se suelen observar buitres leonados, águilas perdiceras y búhos reales, así como jabalíes, ciervos, cabras montesas y víboras. Estas últimas dan nombre a un conocido collado de la Sierra de La Sagra, por el que hay que pasar en una de sus rutas de ascenso.

Desde la cumbre nevada de La Sagra las vistas son impresionantes

La etimología del término es confusa. Existen varias hipótesis sobre su significado originario. Algunos sostienen que es una derivación de los vocablos 'sagrada' o 'sacra', previsiblemente por la poderosa atracción milenaria que ha ejercido su figura en medio del altiplano. No es la única montaña que ha sido bautizada con este nombre. En Cantabria, la Peña Sagra, también superior a los 2.000 metros, tiene una clara connotación sagrada. Otra versión relaciona el término, en cambio, con el vocablo árabe 'Al saqra', que significa 'campo cultivado'.

La Sagra es uno de los desafíos montañeros más tentadores de Andalucía. Miles de ellos coronan su cumbre en otoño, invierno o primavera. No es una ruta fácil. Su ascenso exige buen estado físico y experiencia en terrenos pedregosos. Con todo, y si el hielo y la nieve lo permiten, no es preciso recursos técnicos específicos más allá de un calzado adecuado y buenas piernas.

El pico se puede atacar principalmente desde sus dos extremos. En ambos casos, se ejecutaría una ruta circular. Lo primero que hay que saber es que el macizo tiene forma alargada y está orientado oblicuamente desde el noreste hacia el suroeste. En este último vértice se encuentra el llamado Bosque Vertical, una gran masa arbórea de pino laricio. En este reportaje proponemos, sin embargo, el ascenso desde el extremo noreste. Una opción es dejar el coche en el Refugio de la Sagra o incluso en la Ermita de las Santas Mártires del Monte. También se puede aparcar más al norte, en el cruce de la carretera GR-9100 con el Camino de los Cortijos Nuevos. Esta última opción tiene el inconveniente de que atraviesa una finca privada y el sendero suele estar cerrado con una señal de advertencia.

Las tres alternativas confluyen en el Collado de las Víboras, que se encuentra a 1.858 metros de altura. Arrancamos por una pista de tierra ancha y nos adentramos en un bosquecillo de pinos cada vez más denso hasta que alcanzamos una gran explanada arada, la bordeamos y cogemos un sendero a la izquierda, ya más estrecho, que remonta lentamente para enfilar por el flanco noreste de La Sagra. En menos de una hora, llegamos al Collado de las Víboras. A partir de aquí, abandonamos el bosque, la vegetación escasea y la pendiente se hace mucho más exigente.

La marcha cobra una evidente lentitud y trepa en zigzag para salvar un desnivel bastante acusado. Eso sí: a medida que ascendemos por la ladera, las vistas emergen imponentes a nuestra espalda. Aquí ya ponemos a prueba nuestra capacidad de resistencia y la mentalidad montañera. Es probable que en esta cota empiecen a aparecer rastros de nieve, que se intensificarán paulatinamente hasta alcanzar los 10 o 20 centímetros de grosor. El peligro podría hacerse patente si se forman placas de hielo en algunos tramos del camino. En ese caso, se haría imprescindible el uso de crampones y bastones para caminar con mayor seguridad. De lo contrario, no es recomendable continuar con la ruta. La prudencia, no lo olvidemos, es la principal virtud en la montaña.

La aparición de la nieve otorga al paisaje una belleza extraordinaria. Para evitar quemaduras en los días de sol, también se hace aconsejable llevar protección solar para la piel y los labios. No olvidar tampoco en la mochila ropa de abrigo suficiente, cortavientos, chubasquero, guantes, gorro y bragas de cuello. La temperatura puede descender drásticamente en la cumbre, especialmente en enero y febrero, y hay que estar preparado para ello.

A los 2.010 metros de altura, alcanzamos el Collado del Moro de las Zamarrillas. Poco después ya empieza a divisarse el majestuoso pico de La Sagra. Atravesamos una zona pedregosa, el camino pierde por momentos su empinada pendiente y pasamos por un lugar conocido como el 'embudo'. A estas alturas, empieza a notarse el enorme esfuerzo desplegado. Hemos traspasado el umbral de los 2.200 metros de altitud y ya casi tocamos el pico con las manos. El paso se nos hace espeso y la respiración agitada, pero en pocos minutos ya tenemos en el bolsillo la ansiada recompensa de la cumbre.

Ahora las vistas son espléndidas. Desde arriba se contempla el inmenso altiplano granadino bajo nuestros pies. Es el momento de tomar un respiro, beber un poco de agua, comer una pieza de fruta y abrigarnos. En cinco o diez minutos, retomamos la ruta, ya en dirección suroeste. Seguimos la cuerda de la montaña, que desciende lentamente hasta La Sagra Chica. Tenemos el sol declinante hacia poniente y una sensación aérea fascinante mientras perdemos altura por la ladera. Llegamos al collado y giramos a la derecha para descender por el Bosque Vertical, entreverado de árboles centenarios. El camino nos lleva sinuoso por un paraje verdaderamente soberbio.

La bajada se hace mucho más llevadera y en poco tiempo vamos perdiendo altura hasta llegar a unos cien metros del cortijo del Collado Blanco, que dejamos a nuestra izquierda mientras tomamos el sendero, ya más ancho, en dirección norte. Aún nos quedan unos 5 kilómetros para retornar al punto de partida por un área boscosa de bello tránsito. En total, hemos completado una exigente ruta de poco más de 14 kilómetros y casi mil metros de desnivel, gran parte del cual hemos salvado en el primer tercio.

Quienes hacen la ruta a la inversa tienen un sorprendente aliciente añadido, solo apto para montañeros intrépidos. Antes de bajar al Collado de las Víboras, a unos 2.190 metros de altitud, se inicia en la ladera de la izquierda una pedrera bastante vertical que permite un descenso ultrarrápido y trepidante. El canchal es un torrente de piedras de pequeño tamaño sobre el que se puede descender a grandes zancadas con una velocidad endiablada. No es recomendable, salvo que se tenga un control y confianza absoluta. En pocos minutos, se bajan casi 300 metros de desnivel.

La ruta circular que acabamos de recomendar puede llevar casi seis horas de tiempo, dependiendo del ritmo de ascenso y bajada que marquemos. Pese a su dureza, es una experiencia única para cualquier montañero que ame las alturas. Lo único que hay que poner de nuestra parte es espíritu de sacrificio y prudencia. Eso no puede faltar nunca.

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