Una imagen desoladora de un campo de Lebrija, con grietas debido a la sequía que padecemos C. G.

Carmen González

Lebrija

El reloj marca las 8.30 horas. Bar Polígono Las Marismas en Lebrija. Dos grupos de agricultores comparten el primer café de la mañana hablando de la esperada lluvia. En la última semana, en una de las zonas de Sevilla donde se produce ... más cultivo hortofrutícola, situada en el Sector BXII de una comunidad de regantes de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), ha llovido de forma desigual, provocando más daño que beneficio.

En unas zonas han caído en los últimos días hasta 70 litros de agua por metro cuadrado en muy poco tiempo, en otras no ha llegado ni a seis. Los agricultores viven el quinto año de sequía alternando la preocupación de no saber cuándo acabará este ciclo de escasez de lluvia y la desesperación de ver sus fincas sólo al 20 % de su capacidad de producción.

«En El Hondillo ha llovido estos últimos días 70 litros y cuando cae de golpe, es imposible que la tierra lo trague», cuentan. Ni siquiera en la situación de sequía que padecen, los agricultores admiten que la lluvia de estos días llega como agua de mayo. Y explican que «la tierra está suelta y seca y el agua que cae con fuerza, se la lleva, no cala». La conversación entre este grupo de agricultores tiene mucho de desesperación enmascarada con bromas. El refrán que dice al mal tiempo buena cara se cumple a rajatabla. «¿Qué vamos a hacer?», se preguntan.

Galería.

La Cooperativa Las Marismas de Lebrija, al otro lado de la carretera, apenas tiene actividad. Para llegar hasta aquí hay que recorrer kilómetros de plantaciones a las que, como dicen los agricultores, «le han metido el arado». O han plantado algodón, trigo o girasol, cultivos no propios de esta zona pero que necesitan menos agua.

La cooperativa más importante de la zona, con más de 500 socios, lleva ya dos años en ERTE

Saben que plantando estos cultivos no van a «sacar ni para los gastos» porque, además de que no son rentables, no cubren los costos de mantener la tierra, de la cosecha calculan que puede aprovechar un 20%. Junto a la cooperativa, hay una hectárea de terreno de regadío con algodón plantado. La dotación de este año para cada hectárea de tierras es de 700 metros cúbicos de agua, lo que no alcanza para hacer crecer la planta que permanece pegada al suelo con las hojas quemadas.

La dotación de este año está obligando a los agricultores de Lebrija a abandonar el campo. El comentario generalizado es que esta situación, que ha ido empeorando en los últimos cinco años, «no se aguanta más». Han pasado de tener una dotación de 6.000 metros cúbicos por hectárea a 700, agua que concede la CHG a la Comunidad de Regantes BXII.

Es decir, tienen que mantenerse con un 90% menos, lo que hace inviable cualquier cultivo de la huerta. A pie de la oficina de esta Comunidad está la balsa de Don Melendo, en estos días se encuentra al 30 % de su capacidad total, 9.000 hectómetros cúbicos.

El comentario generalizado es que esta situación, que ha ido empeorando en los últimos cinco años, «no se aguanta más»

No todos los agricultores de esta zona de Lebrija son socios de la Cooperativa Las Marismas pero sí más de la mitad. Se fundó en 1979, después de que repartieran entre los jornaleros del municipio 12 hectáreas de un terreno que tuvieron que desecar. Lo explica José Tejero, presidente de la cooperativa, «hace siete años llegaron los murcianos con pimientos de asar. Nos explicaron cuál era la rentabilidad por hectárea, unos 40.000 kilos».

Esta producción corresponde a las campañas en las que la dotación de agua es de 6.000 metros cúbicos por hectárea, nada que ver con la actualidad. La cooperativa lleva dos años con trabajadores en ERTE. En la cooperativa trabajan 20 personas fijas y 80 con contratos discontinuos, en plena campaña del tomate concentrado, y hay que sumar 250 trabajadores eventuales. Estos días hay un mínimo de empleados que realizan labores de mantenimiento.

A José Tejero se le ilumina la mirada cuando habla de la campaña del tomate en Lebrija. Y vuelve a los datos: «En plena campaña se muelen en esta cooperativa diariamente cinco millones de kilos de tomates en tres turnos». En esos días, «el pueblo parece una fiesta, no paran de salir coches camino del polígono Las Marismas», describen los vecinos que, aseguran, «si el campo se para, Lebrija se para».

La cooperativa cambió la producción hace tres años, además del tomate, en Las Marismas se cultiva pimiento, berenjena, calabacín, maíz dulce, boniato, coliflor, brócoli, zanahoria, lo que les permite tener trabajo todo el año, con cultivos de invierno y de verano. Pero todos estos productos, que se exportan en un 90% a Alemania, Francia e Inglaterra, necesitan mucha agua.

En estos dos años, han cambiado de cultivos, plantando girasol, trigo, garbanzos, «que no son rentables, ni para los agricultores ni para el pueblo, no requieren mano de obra». De las 2.300 hectáreas que se dedican en esta zona a la plantación del tomate, hay plantadas 50. «El agricultor sacrifica el 90% de su parcela para poder sembrar un poco de tomate», concluye José Tejero.

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