La madre de Pilas sólo reconoce que congeló a uno de los recién nacidos

La vecina de Pilas, para quien la Fiscalía de Sevilla pide más de 40 años de cárcel por los dos asesinatos, así como una indemnización para el marido y los hijos, admitió haber abortado voluntariamente en dos ocasiones. Una tuvo lugar en 1997, antes de haber dado a luz a su primogénita. «Mi marido me dijo que no quería más hijos y me pidió que abortara», declaró la acusada, que un año después dio a luz a su hija mayor, que hoy tiene 16 años. «Decidí tener luego a mi hija porque no quería sufrir otro aborto. A mi marido la noticia no le sentó bien», añadió.

Antes de tener a su segundo hijo en 2001, Sara interrumpió voluntariamente otro embarazo de mutuo acuerdo con su marido. «Esta vez fui con él a abortar. Mi marido no quería otro hijo porque la niña tenía meses y yo pensé que tenía razón y que no era el momento», argumentó.

En diciembre de 2010 volvió a quedarse embarazada. «No le dije nada a nadie porque no quería que me obligaran a abortar», argumentó en el juicio la acusada, que decidió que «tendría a ese bebé y que si él no quería me iría con mis hijos de casa». Ese embarazo fue ocultado por Sara a su familia y amigos. ¿Por qué no fue a una revisión médica durante ese embarazo? «No quería que se enterara mi marido. Pilas es un pueblo muy chico», contestó Sara, quien asegura que «tenía miedo cada vez que su marido abría la puerta» porque «bebía mucho y cuando le daba la gana estaba bien y cuando quería se peleaba».

En junio de 2011, Sara sintió las primeras contracciones y se levantó de un sillón para ir al cuarto de baño. A pesar de la situación no gritó ni llamó a nadie porque –dice– «no tenía el teléfono encima». Según su relato, se metió entonces en la bañera, abrió el grifo para dar a luz en el agua, partió la bolsa del líquido amniótico y el niño nació enseguida. La acusada niega haber roto el cordón umbilical con una tijeras y sólo admite que lo relió en uno de sus dedos. «El niño sólo estuvo en el agua en el momento de nacer», aseguró la procesada, que niega haberlo sumergido para ahogarlo, como señala el informe forense como causa del fallecimiento. Según su versión, el niño no se movía e intentó reanimarlo. «No solté a mi hijo de los brazos hasta estar seguro de que no tenía vida. Entonces lo dejé en el poyete de la bañera junto a la placenta y después lo metí en una bolsa en el congelador», relató Sara, quien después de dar a luz hizo vida normal esa noche, sin comentar nada a nadie.

¿Por qué no enterró al bebé Sara? Ella explica que «decidí guardarlo, tenerlo conmigo, porque no estaba de acuerdo con enterrar a un ser querido». En su opinión, es «horroroso» meter a un ser querido bajo tierra y pensar que se está «pudriendo». Por esa razón lo introdujo en una bolsa en el frigorífico. «No me he sentido culpable porque yo no he matado a mi hijo», añadió esta sevillana, que asegura desconocer que hubiera otro bebé en un arcón frigorífico de la vivienda, hallado por su exmarido veinte días después de haber encontrado al primero y que pasó desapercibido para la Guardia Civil en la primera inspección ocular. «Ojalá recordara al segundo bebé», dijo la acusada, que no se explica «cómo llegó al arcón congelador».

La procesada admitió que cuando el marido la llamó para comunicarle el hallazgo del primer bebé, comentó a sus compañeras de trabajo en la residencia de ancianos de Castilleja de la Cuesta que «mañana van a pensar que soy un monstruo». Así, aseguró que «todo el mundo lo piensa porque es más fácil pensar lo peor».

Al ser detenida el 9 de noviembre de 2012, ni su marido ni la Guardia Civil ni en el juzgado detectaron que Sara estaba nuevamente embarazada de ocho meses. Ella reconoce que su madre y su hermana menor lo supieron un mes antes de la detención. El nuevo embarazo se descubrió cuando se le practicó una revisión médica en la cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaíra. El 30 de noviembre de ese año nació su tercera hija viva. «Oculté también ese embarazo por la misma razón que los anteriores», esgrime Sara, aunque la Fiscalía negó la mayor y dijo que esa niña tendría que haberse llamado «Milagros» porque hubiera corrido la misma suerte que los otros dos bebés congelados de no ser porque a su maridolimpió el frigorífico de cara a la Navidad e hizo el macabro hallazgo.

Manuel Caballero, letrado de Sara López Hernández, admitió ayer que el procedimiento es «muy tétrico y rocambolesco» pero aclaró ante el jurado popular que «aquí no se juzga si congeló a los bebés, porque eso no es delito según el Código Penal». A su juicio, al meterlos en el congelador Sara les dio sepultura. «Lo que aquí se juzga es si Sara mató o no a los bebés», subrayó Caballero, para quien su cliente es inocente.

Por su parte, la Fiscalía rechazó ayer la pretensión de la defensa de hacer creer que Sara López sufría violencia de género. «Eso no es un juicio por violencia de género porque no hay pruebas de ello. Esto es un juicio por el asesinato de dos bebés», puntualizó.

Como se recordará, uno de los bebés congelados pesó 3,3 kilos al nacer y midió 51,5 centímetros. El otro, 53,5 centímetros y 3,5 kilos. Los peritos no han podido confirmar el tiempo que tenía uno de ellos ni las causas de su muerte, pero sí han certificado que el bebé nacido en junio de 2011 llegó a respirar fuera del seno materno y falleció por inmersión.