Flamenco SinCejilla
Tomatito: «Mi sensación es que de pronto me han empezado a llamar maestro»
El guitarrista almeriense viene este domingo al Teatro Central, dentro del ciclo ‘Flamenco viene del Sur’, para interpretar su música en formato de quinteto, con José del Tomate, Morenito de Íllora, Kiki Cortiñas y Piraña
El guitarrista y compositor Tomatito
«Que por favor le buscara el taranto del Tío Enrique, me pidió Camarón una vez al terminar una actuación. Muy preocupado, con urgencia. ¿El Tío Enrique quién es?, le dije yo, porque no tenía ni idea. Por lo visto un hombre de Almería ... que solo conocía él. Le pregunté al cantaor José Sorroche, mi paisano, mayor que yo, y me dijo que él tenía una cinta de ese tal Tío Enrique. Hasta La Línea se fue en coche para llevársela. Fíjate si había afición .
Yo, con doce años, me compré todos los discos que había entonces de Paco de Lucía en el mercado. Me ponía el tocadiscos enfrente y empezaba a tocar. Hoy lo tienes en vídeo y en distintas velocidades. Todo ha cambiado mucho, algunas cosas para mejor y otras no. Hoy, creo, están más concienciados con la formación, aunque se juega menos con la guitarra. Yo aprendí así: jugando. Ojalá hubiese aprendido también a leer música, pero el ambiente era otro. Me habría facilitado mucho la vida, ya que me tuve que aprender el ‘Concierto de Aranjuez’ de memoria, por ejemplo. Un rollo, como si te tuvieran que leer un libro porque tú no sabes.
En fin, el saber no ocupa lugar, pero lo importante, me decía Paco, es la propia música. Cógete un disco de él: puedes cantarlo todo. Si pierdes la melodía por la virguería, no estás yendo por buen camino . La guitarra tiene que contarte cosas. Y la técnica está al servicio de lo que quieras contar. La rapidez que tenía él, como demostró con Al Di Meola y John Mclaughlin, que tocaban con púa, no la tenía nadie. Él hacía lo que ellos, ¡pero con los dedos! Eso sí, picar por picar, no. Solo cuando lo pida la música.
Y escuchar mucho cante también es necesario. Yo he estado con los mejores, pero son tantos los que se me quedaron atrás… Bajaría ahí mismo a La Niña de Los Peines para llorar con ella por todos los semitonos que daba. Si pierdes la afición, ya digo, estás perdido tú.
Yo tengo la sensación de que todo me ha ido pasando de causalidad: de pronto me han empezado a llamar maestro. Pero hace nada estaba en un chalet grabando ‘La leyenda del tiempo’ con unos tíos muy raros . Miro atrás y veo un montón de gente a la que he conocido, premios, teatros… ¿Este soy yo? ¿Eso he hecho? Cuando murió Camarón perdí mis objetivos. Los recuperé porque de verdad he nacido para esto. Y ahora veo el futuro con ilusión. Mil proyectos me quedan. Eso sí, quien quiera crear de la nada, o tenga la creación como una meta en sí, también está perdido. Ni los más grandes creaban de la nada. Todo está inventado, solo hay que conocer y recrear. Como hizo Camarón con el taranto de ese Tío Enrique».
Fiesta de Remedios Amaya, Rafael de Utrera y Farru
Hace unos meses, cuando vi a Rafael de Utrera, venía de ensayar con El Farru y Remedios Amaya el proyecto que este viernes presentan en el Teatro Municipal de Arahal , dentro del marco del festival Al Gurugú , que se consolida año tras año en la agenda flamenca con una programación a la altura de los mejores festivales. Contó algo, de forma muy somera, de lo que estaban preparando. Pero sobre todo reía. «Ojú», decía, inclinando la cabeza hacia un lado que estoy seguro de que apuntaba al cante de la gitana. O al baile del Farru. Quizá a los dos, sumados, además, a la guitarra de José Gálvez y El Lolo en la percusión .
Una fiesta flamenca . Eso preparaban y eso harán en el escenario. Un espacio de creatividad entre amigos donde lo ensayado no se riñe con lo que pudiera pasar. Ahí está quizá el mejor registro de Remedios Amaya, una de estas artistas que cede o no a las duendes, sin medias tintas. Está con fuerza, pero sin ganas, según he podido comprobar a través de sus últimos conciertos, de enfrentarse a herméticas estructuras. Rafael de Utrera, que toma protagonismo entre las figuras, es uno de los cantaores más versátiles del panorama actual. Su repertorio, armado entre su localidad, las aventuras con Paco de Lucía e Isidro Muñoz y él mismo, hacen de sus facultades una ventana sorpresiva. Y El Farru, por su parte, no solo baila, sino que toca, canta y compone. De todo, por eso, puede pasar en este trío de enjundia.
Juan Carlos Romero: tocar sin profanar
Hacer reconocible un repertorio de sobra conocido, valga la redundancia, en el que el oyente pudiera identificar a su vez cuál ha sido la aportación personal de Juan Carlos Romero. Eso se propuso este guitarrista, compositor y productor onubense, y eso ha conseguido. La obra, que rezuma brillantez en su sonido , cuenta con las colaboraciones de Rocío Márquez y Pasión Vega , voces que no son casuales, pues la tendencia a lo lírico casan a la perfección con el sentido de recogimiento de estas arias. Nada se quiebra, todo se eleva. Y la sonanta trae un río de acordes que a veces suena incluso a anuncio. Algunas de estas melodías, tan machacadas por la televisión, el cine y el imaginario colectivo, han perdido su significado entre silbidos de paseantes y tarareos de vuelta a casa. También ese era otro reto oculto: devolvérselo. El público dirá.
La guitarra solo queda al desnudo en uno de los temas, ‘Oh mio babbino caro’ . El resto, ‘La Donna è Mobile’, ‘Habanera de Carmen’, ‘Ave María’, ‘Sarabanda’…, vienen acompañadas por la Orquesta Sinfónica Iberia. Ha respetado el tempo y el concepto armónico con el que fueron concebidas por Schubert, Bach, Bizet, Verdi, Fauré y otros compositores. Entonces, ¿dónde están las impurezas? Pues en la ejecución, que entra con respeto, pero sin congoja, en el centro de los pentagramas para enfocarlos desde el único prisma flamenco que admiten: el del lenguaje.
El Romero que más disfruto, con ideas serias, locas y profundas, mira el ombligo de su guitarra por soleá y te agita sin levantar la cabeza. Es un excelso compositor , lleno de intimismo. En este nuevo registro cumple las expectativas. Toca lo que el tiempo ha hecho sagrado y lo convierte sin profanarlo. Suficiente. Y bello, sobre todo.
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