«...Aquel Silverio», o la bondad del mestizaje

De Silverio aparecen los aspectos más destacados de su vida como militar, sastre, picador, empresario y sobre todo, como cantaor seguiriyero. Es un estudio intensivo, de los años en que vivió esta figura emblemática y fundamental del flamenco.

Por eso el montaje recorre, a modo de café cantante o de flamenco íntimo, los palos de la época. Desde los jaleos, panaderos y alegrías, a los polos, jaberas, rondeña o caña, pasando por la Serrana, soleá apolá, peteneras y cantiñas. Y suenan al Negro, María Borrico, Pepe de la Matrona, Mairena o Pericón.

Seguiriyas íntimas cabales de Silverio, zapateados y tanguillos, con sevillanas y guarachas... y reflexiona Estevez recordando a Lorca en su «Poema del Cante Jondo»: «Pero, como decía Federico, ¿cómo cantaría Silverio?». El espectáculo es largo, una hora cuarenta minutos, quizás aumentados por los numerosos solos, pero...¡hay tanto que contar!, y para un creador es difícil poner el punto final.Nadie se extraña de que un primer acto de una ópera dure más de una hora. Pues eso...

La compañía está en un gran momento de baile, musical y de interpretación, con los solos de Valeriano Paños, Alberto Sellés (que canta por Cádiz con enorme gusto), y el propio Estévez. Se agradece que esté bien diferenciado el baile de hombre del de mujer de esta coreografía que sobre todo tiene una gran cohesión creativa y demuestra que en el mestizaje está la virtud.