Festival del patio
María José Llergo llega con todo vendido al Festival del Patio: «Si llego a ser universal es porque primero he sido local, como Lorca»
Tras colgar el cartel de todo vendido, María José Llergo llega a Sevilla para abrir la primera noche en la capital hispalense del Festival del Patio organizado por la Diputación de Sevilla
De Mikel Izal a Varry Brava: la Diputación de Sevilla pone a la venta las entradas para el 'Festival del Patio'
E. M. Malpartida
Sevilla
La gira del disco 'Ultrabelleza' está siendo intensa para María José Llergo (Pozoblanco, 1994), pero sin duda una de las etapas más felices de su vida y de su carrera: «Estoy muy, muy bien, está siendo un año bonito, precioso», afirma por teléfono ... la cantante y compositora cordobesa. A poco de cumplir un año estas doce canciones, con este álbum Llergo ha conseguido alzarse como una de las artistas más interesantes y vanguardistas de la escena nacional, además de posicionarse como una de las cantantes con mayor proyección internacional (solo hay que ver su paso por COLOURS, por el New York Times o por la prestigiosa emisora NPR, entre otros muchos ejemplos).
Tan solo unos días despúes de cantar en el Generalife de la Alhambra, la cordobesa llega con todas las entradas vendidas este 25 de septiembre a la capital hispalense, dentro de la programación metropolitana del Festival del Patio organizado por la Diputación de Sevilla: «Cantar en el Generalife es un regalo de la vida, me siento muy privilegiada. Intento que cada actuación sea especial, en el directo somos poquitos, una propuesta minimalista pero con mucha fuerza», detalla Llergo, que este miércoles estará acompañada de Julio Martín (teclados) y Carlos Sosa (batería). Puede que sea minimalista, pero que su discreción o sencillez no os lleven a engaño, Llergo es un aluvión de energía, inteligencia y talento.
María José Llergo
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Dónde: Patio de la Diputación de Sevilla
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Dirección: Av. Menéndez Pelayo, 32, 41004, Sevilla
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Cuándo: 25 de septiembre
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Horario: 21:00 horas.
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Precio: 18 euros
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Entradas: todo vendido.
-Este disco está a punto de cumplir un año. Si mira el recorrido andado con estas canciones, ¿qué ve?
-Es un disco que me está llevando por los lugares más ultrabellos del mundo. Lo hemos llevado a Nueva York al Tiny Desk, al Generalife en la Alhambra, solo me trae alegrías y belleza, la verdad. Estamos felices, te puedes imaginar. Vamos a ir al Palau de la Música en diciembre… no sé, cantar en mi tierra, en mi Sevilla me hace mucha ilusión también. Es un privilegio todo el rato.
-Ha sido de las primeras españolas en cantar en COLOURS y ahora también en cantar en el Tiny Desk. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de cantar allí?
-Es una actuación que me hacía muchísima ilusión y le tenía tantísimo respeto que casi te paraliza. Allí se canta sin ningún tipo de retorno, no escuchas, es tu voz en bruto. No hay ni efectos, ni reverb, ni artificios. Ni nada de trampa, ni cartón. Suena lo que hay (ríe). Por una parte, me hacía mucha ilusión porque yo aprendí a cantar así, sonando lo que había, en el campo con mi abuelo Pepe. Él cantaba mientras yo lo imitaba. Me gusta ver cómo con lo simple y lo sencillo se puede ir, pues desde cantar en el campo con los pájaros, que prácticamente te cantan los pájaros y tú a ellos (ríe), a de repente cantar en una plataforma universal que llevo viendo toda mi vida. Que cuenten contigo, valoren tu arte, tu voz y te hagan sentir valiosa y querida.
-La actuación ha tenido además muy buena acogida. ¿Hay algún comentario o alguna reacción que le haya hecho especial ilusión?
-Le ha llegado a muchas personas que admiro. Lo que más me gusta es que veo que la música es un puente entre personas de todo el mundo que no nos conocemos de nada, que no tenemos nada en común a priori y de repente llega la música, te contagia, te conquista y te enseña a entender a los demás. Lo que más me gusta es que nos entienden aunque no entiendan el andaluz (risas).
-Volviendo a lo andaluz, a Sevilla concretamente, ahora está teniendo lugar la Bienal. ¿Le gustaría alguna vez estar en la programación?
-Uf, sí, me hace muchísima ilusión. Es una catedral de la música. Sería un privilegio y lo afrontaría con muchísimo respeto, la verdad.
-Su propuesta tiene raíz flamenca, por su voz, el timbre, el tempo, pero está abierta a otros géneros y estilos. En 'Caminos del Flamenco' dijo «no se me puede entender a mí sin entender a La Niña de los Peines, una mujer racializada haciendo esas maravillas», ¿cómo conviven estos géneros a la hora de componer?
-Divinamente, la música une tanto… Hay emociones puras que van saltando de estilo en estilo, de canción en canción y buscan a través de ti expresarse con los recursos musicales que tengas a mano. Me gusta usar mi violín, me gusta tocar el piano, juguetear con sintes y sonoridades que emulen cómo sonaría lo que siento. Esa emoción no entiende. Es como el duende, te persigue y se intenta mostrar a través de ti, donde se le da hueco y donde el quiere, porque el duende es muy listo y muy caprichoso, aunque siempre lo buscamos los artistas, siempre deseando conectar.
-Como dijo Lorca: «el duende es un luchar y no un pensar».
-Es una fuerza que te arrastra. Siento que cuando era pequeña me llamó la música, me eligió ella y todas las decisiones que he ido tomando a lo largo de mi vida que eran vitales y trascendentales eran persiguiendo la gran estrella que es la música, sabiendo que a veces no consigues ni tocarla. El hecho de que te ilumine con su luz ya te hace sentir que tu vida tiene sentido.
-Cuando canta versos como «veo mi esquela bordada sobre el firmamento» o «corta el aire con mis dedos como los pájaros cortan mis suspiros con su vuelo», suena a Lorca. ¿Se considera lorquiana en su escritura?
-Nací y crecí en la calle Federico García Lorca en Pozoblanco (risas). Federico ha sido siempre un referente para mí, aunque no lo sabía yo ni siquiere. La 'Nana del Caballo Grande' de Camarón, las de Enrique [Morente] mis favoritas eran de él, sin yo saberlo. Quieras que no, se ha metido dentro de mí de una manera que no terminaré de entender nunca. Es una forma de mirar al mundo que yo aprendo con su poesía y que me hace reforzar mi voz propia a la hora de expresarme. Me gusta la poesía porque es como si te enamoraras del mundo que te rodea. Intentar materializar en palabras eso que sientes.
-¿Cómo es su ritual de composición con tantos elementos eclécticos?
-La mayoría de las veces vienen letra y melodía a la vez. Otras veces tengo un beat que tengo que hacer… pero las canciones que más me gustan, como 'Niña de las Dunas', salen de un tirón, en una tarde. Vienen porque yo tengo algo que decir, ¿sabes? Últimamente no me pasa, pero hay veces que vas al estudio y no consigues conectar con eso y cuesta más. Es como un entrenamiento de disciplina, más que de arte. Esa disciplina es la que hace que luego el arte venga y le puedas dar forma, porque entonces sabes cómo. La mayoría de canciones están escritas, cantadas y grabadas en el momento.
-Y se nota esa forma de componer, por ejemplo, en que el mensaje es honesto. Como con 'SUPERPODER', que parece hablar del bullying con eso de 'aprendí a cantar llorando'. ¿Cómo canaliza esa emoción más cercana al trauma o a la cicatriz en una canción y convive con ella para que no duela?
-Qué bonito eso... Llega un momento en que no te enfrentas a la emoción, sino que le das un abrazo, y de repente no es tu enemiga sino tu compañera. La coges de la mano y caminas con ella. Así es como yo aprendo a cantar llorando y a llorar cantando, convirtiendo las cosas feas en algo bello para los demás y para mí.
-En sus canciones hay muchos mensajes de empatía, sororidad, diversidad... Ofrece imaginarios y puertas abiertas a otros mundos posibles desde el arte, en una industria donde vende más el entretenimiento o el consumo rápido. ¿Desde dentro también se ve así o es una sensación?
-Sí, puede ser, pero aunque estoy dentro de la industria yo no hago música de forma industrial. Por eso todo es tan honesto, porque para mí no son productos, son mis vivencias, lo que dejo al mundo cuando yo me vaya, y yo quiero que tengáis lo mejor de mí cuando yo ya no esté. Le doy forma para que eso ocurra. No me queda otra que ser honesta y decir lo que pienso y lo que siento.
Si no, no sería arte. Sería otra cosa. El arte remueve, hace que te superes, hace que recuperes la fe en el ser humano, que te enamores de la vida cuando tienes el corazón roto y no tienes motivos para salir adelante. De repente, puedes ver una obra de arte, un cuadro, una canción, un disco, que te haga saber que la vida puede ser maravillosa aunque en este momento lo estés pasando mal. Por eso me gusta hablar de relatos de superación, mostrar oscuridad para que a partir de ahí podamos hallar la luz. Es una dualidad que está siempre, siempre, siempre en la vida. Está el día y la noche, en la luna y en el sol, en el blanco y en el negro… nos acompaña y así podemos aprender, como seres humanos.
-Sobre eso de que no hace música de forma industrial, ¿cómo es su relación con la industria? Con todo lo dulce o lo agrio.
-Tú atraes lo que proyectas. Si llego a ser universal es porque primero he sido local, como Lorca. No es mi intención, ni ha sido nunca, adquirir fama o números a cambio de sacrificar mi integridad. Es una cosa que no me han preguntado nunca porque no se atreverían (risas). Saben cómo soy y ese es el encanto de lo que hago. La industria de la música, sin la música es solo la industria, podría serlo de cualquier cosa. La música sin la industria siempre será la gran música…
Las decisiones personales, profesionales, también influyen en el arte.
Todo es personal en mi arte. Todo. Todo, todo, todo, en mi vida. Os doy un pedazo de mi vida aunque no sea explícito y sea poético y abstracto, para proteger a María José persona y los suyos (ríe), pero mis canciones son mi vida.
-¿Hacia dónde caminan las canciones de María José Llergo, entonces? ¿Qué caminos se han abierto?
-Pronto lo veréis (ríe). El disco aún no tiene un año y soy tan feliz… No soy la misma persona de hace un año. Creo que de verdad he crecido mucho como ser humano, he aprendido mucho en la industria este año. Mucho, mucho, mucho. He conocido la cara blanca y la negra, el día y la noche, pero mi arte sigue intacto y trasciende a todo eso.
-Recibe muchos comentarios en los vídeos de gente que coincide en que «ojalá tuvieras más éxito en España», como si aquí le faltara reconocimiento, quizás. ¿Qué concibe por éxito? ¿Cómo lo siente?
-Comprendo a lo que se refieren esos comentarios. Los fans perciben cómo se me valora fuera de España. Claro, es que fuera de España soy muy feliz (ríe), ¡en España también! Pero es que fuera me siento como Michael Jackson, de verdad te lo digo. Me tratan muy bien en Estados Unidos. Siempre me ha pasado, es raro porque mi vida está aquí y yo flipo con España y siempre escribo en los lugares en los que estoy porque me enamoro de mi país cada día más.
Entiendo esos comentarios. Soy la persona más exitosa del mundo, de verdad. Tengo una paz interior, una alegría de vivir, amo tanto, me siento muy querida, muy amada, tengo pureza en mi familia y mis amigas, en mi equipo, me siento feliz. Me siento la persona más afortunada del mundo. La vida es más sencilla de lo que creemos, ¿sabes? Esta lectura del éxito… no menciono a la música, sino las cosas simples de la vida. La música es una consecuencia de eso.
-Si tuviera que quedarse con un momento o un lugar del que más ha aprendido o más le ha llenado, ¿cuál sería?
-Me gustó muchísimo cómo después de hacer el Tiny Desk me encontré con mis compañeros y no podíamos parar de reír, de abrazarnos, ¡estábamos tan felices! Dejamos muchas cositas nuestras en ese escritorio. Juanma Montoya dejó su colgante de Camarón, yo dejé una estampita de la Virgen de Luna junto a la pajita de Alicia Keys (ríe). Fue muy bonito, no sé, creo que estamos tan pendientes de alcanzar una meta que muchas veces nos olvidamos del camino. Durante este año de 'ULTRABELLEZA' estoy disfrutando del camino de una forma que nunca lo había sentido así.
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