El cortometraje, esos minutos donde todo cabe
Por primera vez, el Festival de Cine de Sevilla da protagonismo al cortometraje con veintisiete obras que confirman la vitalidad de un formato donde la brevedad no resta hondura
Sevilla
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Iniciar sesiónEl cortometraje, territorio de riesgo, experimentación y mirada libre, se erige por primera vez como protagonista en el Festival de Sevilla. Esta edición celebra el formato breve como semillero de nuevas voces y espejo de un cine en transformación. Veintisiete obras de imagen real ... y animación componen un mosaico que respira cercanía, un tejido de miradas que, más que competir, dialogan entre sí. En la pantalla, la emoción se condensa: cada plano cuenta, cada silencio tiene peso.
En esa corriente de relatos aparece 'Hermanas', de Javier Barbero y Setefilla López, una película nacida del regreso a casa. «La idea llevaba años rondándonos», recuerda Barbero, «siempre habíamos pensado que la relación entre estas dos mujeres —la madre y la tía de Setefilla— podía convertirse en una película». Cuando ambos volvieron a San José de la Rinconada después de siete años en Granada, se dieron las circunstancias: el tiempo, la cercanía, la necesidad de mirar con calma. «Les propusimos acompañarlas con la cámara en su día a día, sin forzar nada, y ellas estuvieron de acuerdo. Ahí empezó todo: más de un año y medio grabando y casi medio año de montaje hasta encontrar la película». En esa paciencia se reconoce una forma de amor, y también una reivindicación: «Queríamos hacer una película en la que muchas mujeres —sobre todo de mediana edad en adelante— pudieran verse reflejadas». Barbero habla del formato breve con respeto, no como un paso previo, sino como una elección consciente: «El corto tiene un reto muy particular: contar una historia completa en muy poco tiempo. Eso exige una precisión narrativa muy grande». Si tuviera que definir su película en una palabra, dice, sería vínculo.
Esa misma precisión guía a la directora británica Iyanah Bativala, cuya pieza 'Nesting' se adentra en el mundo de las muñecas reborn, bebés hiperrealistas que sus dueñas tratan como si estuvieran vivos. «Encontré a alguien vendiendo un bebé hiperrealista en Facebook Marketplace», cuenta, como si aún se sorprendiera del punto de partida. Lo que comenzó como curiosidad se transformó en un retrato empático y extraño: «Aunque al principio me intrigó el realismo grotesco de las muñecas, terminé el rodaje con una comprensión muy simple y entrañable de sus dueñas. No están 'locas', como internet suele etiquetarlas. Son simplemente mujeres —a menudo madres o abuelas— que quieren revivir una época en la que se sintieron verdaderamente necesitadas por sus seres queridos». Su intención, dice, era doble: «Quiero que se rían de lo absurdo del tema, pero que aun así sientan empatía por mi protagonista». Y lo logra desde un tono excéntrico, casi hipnótico, que encaja, en sus propias palabras, «en la tradición cinematográfica europea de explorar lo inquietante dentro de lo cotidiano». Para ella, el corto es una miniatura donde cabe lo perturbador y lo íntimo a la vez.
Lo íntimo y lo universal atraviesa 'Nest', de Stefania Burla, nacida de un proceso colectivo en la Universidad de las Artes de Zúrich. «Comenzamos recopilando temas que nos afectaban o interesaban y buscábamos puntos en común», explica la directora. «Para mí, personalmente, se trataba mucho de las expectativas contradictorias que enfrentan los jóvenes —especialmente las mujeres y las personas queer—». La película respira adolescencia: esa etapa en la que se duda de todo, en la que uno busca su lugar y no lo encuentra. «Quería que el público se reconociera en los diferentes personajes o que recordara cómo fue para ellos crecer —volver a conectar con esa mezcla de emociones, los altibajos que vienen con la adolescencia». En una sola palabra, Burla define su obra como búsqueda. Y reivindica la libertad del formato: «Los cortometrajes pueden hacer cualquier cosa: no hay limitaciones reales en la forma. Pueden liberarse de estructuras conocidas y enfocarse en momentos más pequeños o detalles que pueden sostenerse por sí mismos».
La libertad de tono y forma también recorre 'Baile de feria', de Bernabé Bulnes, un regreso luminoso a Sevilla después de su anterior corto, 'Santas Pascuas'. «Quería contar una historia que sucediera en la Feria», dice, «pero quería evitar el relato romántico o sentimental y tratar esta vez el tema de la familia y de la comunicación entre padres e hijos». En medio del bullicio, su película es un diálogo íntimo entre generaciones: «Deseo que el público entienda tanto a la hija como al padre, que comprendan sus razones para ir a la Feria. Y que se planteen cómo es o ha sido su relación con sus seres queridos». La palabra que elige para definir su película es conexión. También él observa un momento fértil para el cortometraje español: «El panorama es rico y diverso. Se rueda mucho y, aunque el corto sigue siendo el banco de pruebas y de adquisición de experiencia para los que empiezan, no deja de ser un formato atractivo para todo tipo de cineastas».
De la Feria sevillana pasamos al territorio del absurdo fantástico con 'Tenéis que verlo', una comedia de terror sobre la paternidad. Su director reconoce que «la idea nace de mi propia experiencia como padre y de una reflexión de cómo se transforma nuestra vida cuando somos padres». La película, dice, juega con la risa y el miedo: «Aparecen texturas de cine de terror y también muchísima comedia que surge de forma natural. Pero el objetivo es que los espectadores se rían, sufran un poquito por los protagonistas y que después piensen en cómo la paternidad ha cambiado a ellos mismos o a quienes les rodean». Define su corto como una paternidad monstruosa, pero también como un ejercicio de libertad: «Hay algo acogedor en que te cuente una historia en pocos minutos. También hay más margen de experimentación que en una película donde hay más presupuesto en juego». Y aunque celebra la buena salud del cortometraje español, advierte que «quizás se esté perdiendo la idea del corto como camino de aprendizaje».
Así, entre el vínculo, la búsqueda, la conexión, lo excéntrico y lo monstruoso, los cortometrajes del Festival de Sevilla componen una cartografía de emociones y formas. Un cine breve que no se define por su duración, sino por su intensidad. Un cine que se permite dudar, que no necesita grandes presupuestos ni estructuras rígidas para conmover. En ellos hay riesgo, pero también ternura; humor, pero también verdad. Una demostración de que el cine sigue vivo en lo mínimo, en lo íntimo, en lo que apenas dura unos minutos pero permanece mucho después de que la pantalla se apague.
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