SinCejilla
La Bienal de Flamenco de Sevilla llega a su fin con Rafael Riqueni
Música
Algunos de sus compañeros lo tienen claro. Dicen que «la va a liar»
luis ybarra
En la literatura los personajes no se descubren por lo que ellos dicen de sí, sino por sus acciones y por lo que otros expresan sobre ellos. Muchas veces he hablado para estas páginas con el maestro Rafael Riqueni, encargado de clausurar este sábado ... la Bienal de Flamenco de Sevilla en el teatro Lope de Vega, pero quizá sus últimos conciertos y el comentario de algún compañero nos ayuden a enfocar el prisma mejor que su propia palabra.
La última vez que escuché al músico de la calle Fabié fue en el Palacio Ezpeleta de Pamplona. Hará unas semanas. Y allí lo vi conquistar un nuevo espacio. Su granaína, una de las piezas más logradas de su evocadora 'Herencia', abarcó de pronto oídos y piedras, cosechando otro triunfo en la tierra de Sabicas desde un enclave patrimonial de primer orden. Vi la melodía abriéndose paso entre neófitos. A la mañana siguiente, codazos en el bufé, corros diseccionando el concepto genialidad y cuellos dados la vuelta tras sus talones. Es decir, una admiración unánime que rara vez ocurre con los vivos.
Y es que su vida es el Guadiana que viene y va, tan sorpresiva como sus acordes. Por eso le pregunté cómo está el guitarrista Manuel de la Luz, quien le acompaña en estas tardes de refugio previas a la gran cita. «¡La va a liar!», dice con los ojos muy abiertos. «Está tranquilo, lo primero. Se viene todos los días a mi casa del Aljarafe y allí ensayamos, estudiamos, practicamos. Está en su mejor momento, ágil y con confianza». De la Luz hace aspavientos, picados hacia arriba con su mano tocando el aire y lo que creo que son algunos de los remates que recientemente ha probado. Él pertenece a esa generación a la que Riqueni ha vuelto loca con proyectos como 'Mi tiempo', 'Alcázar de cristal' y su reciente 'Parque de María Luisa'. Ahí le hacía la segunda guitarra junto a Salvador Gutiérrez.
Este universo compositivo ha estado aletargado varias décadas. Por eso desde que regresó, el mástil de su sonanta no ha dejado de emanar ideas. Trazos de inspiración que no siempre ocurren en sus directos, pero que hemos de seguir buscando. Ha compuesto toda una obra alrededor de las cuevas de Nerja que concluirá en un disco en la línea del nacionalismo musical. Ya se ha presentado en París y lo hará próximamente por otras plazas de Europa. También pronto anunciará nuevas aventuras que lo vinculan a América. Tiene confines en los dedos. Mundos regurgitando en la antesala de la eclosión. Esto es, muchos planes. Este sábado el más clásico de los tocaores flamencos vuelve a encerrarse en el más flamenco de los teatros clásicos de la ciudad. El arte se da la vuelta y se encuentra.
Ocho momentos del festival
Tiempo habrá de reflexionar acerca de esta Bienal , pero la memoria ha empezado su ejercicio de selección. Son varios los momentos que sucedieron para quedarse clavados en lo más hondo de mi memoria. El de la farruca de Dani de Morón como solista en el concierto junto a Antonio Reyes es uno de ellos. En lo que a la bajañí se refiere, el ciclo 'Guitarra desnuda' parece un acierto que ha de perdurar. Y ahí otra farruca permanecerá conmigo, la de Salvador Gutiérrez. De Paco Jarana en el Espacio Turina y Vicente Amigo en el Maestranza mi memoria, no yo, ha retenido los totales.
La soleá de La Macanita me abrió heridas que aún no he conseguido cerrar. También un comentario suyo que he colocado en mi almohada para cogerlo cada noche: «Voy a hacer cantes cortos con todo mi cariño. El flamenco está cambiando, y esto ya no se escucha, pero yo es lo que sé hacer». Esa humilde aserción de una maestra reside en mí, como el derroche de Segundo Falcón en el Teatro Alameda con un repertorio amplísimo. Su recital se grabó en disco, así que se podrá volver a disfrutar, aunque jamás del mismo modo. Por último, he de mencionar la subida de telón y decibelios de La Tremendita para dar paso a su lado más heterodoxo.
No he asistido a todos los espectáculos, pues no tengo el don de la bilocación, pero esos son algunos de los momentos que reafirmaron esta afición que anda lejos de esfumarse. Cuando termine. menciono los que estoy tratando de olvidar.
David Palomar en la búsqueda de nuevos registros
David Palomar es un cantaor con muchas cualidades. El repertorio gaditano se antoja como su gran valor. Su capacidad rítmica, el uso del humor y el desgarro con el que acomete estilos cortos de bulerías, fandangos o soleares han cautivado a cientos de aficionados. Este álbum lo entiendo como una búsqueda de nuevos públicos y registros en los cuales un tiento de Manolo Vargas y una soleá de Noriega se encuentran con sonidos electrónicos, arreglos propios del pop y del rock, arte callejero, latino y atmósferas urbanas. Además, vierte a través de las letras su visión acerca de ocho aspectos sociales que le preocupan, de ahí el título. Su compromiso con Cádiz, su ciudad, y con algunos de los problemas que azotan a la sociedad moderna, como la pereza, la violencia de género, la libertad pendiente de un hilo o la exclusión, debemos de valorarlo como algo positivo. Palomar es contemporáneo de su tiempo. A pesar de ello, creo que la mejor versión de sí mismo no está en este proyecto, pues sus mayores atributos quedan presos dentro de una estética que peca de seguir la moda. De tratar de abarcar demasiado y de sonar, en el fondo, a ese espacio heterogéneo en el que hasta lo dispar se asemeja.
Confieso haber sonreído escuchando 'El tedio' junto a María Peláe, que revisiona a Lola Flores. También de haber disfrutado de la contundencia rítmica de algunas de sus composiciones y de sus versos bien construidos. Creo, también, que algunos temas funcionarán en el mercado, y lo celebro. Pero hay un espacio que David Palomar debe seguir ocupando que aquí no está del todo representado. Ese lado gamberro de 'Qué pasaría si pasara', por ejemplo, ya que solo él tiene las cualidades para hacerlo.
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