El análisis de los espacios de sevilla

De la aristocracia de la Plaza del Duque a la burguesía decimonónica de Plaza Nueva

'Una arquitectura del perímetro' obra del doctor en Arquitectura, Pedro Mena, analiza cómo condiciona a la sociedad el uso de los espacios públicos

Las Atarazanas de Sevilla siguen sin fecha de apertura ni contenido definido

La plaza Nueva en una foto de primeros del siglo XX con una estructura parecida a las naves del Barranco que se usaba para conciertos y las sillas para los paseantes en uno de los laterales abc

La forma de los espacios públicos de nuestras ciudades no es accidental, sino el resultado de proyectos concretos, arquitectónicos y urbanos, que modifican la forma en que esos espacios se pueden utilizar y, por tanto, condicionan cómo se produce la expresión de las relaciones sociales.

Sevilla tiene hitos históricos en sus monumentos más conocidos, pero también otros menos famosos. Por ejemplo, esta ciudad fue la primera en tener un jardín público, hasta entonces había jardines sólo en los palacios. Y ese jardín creado en 1574 era y es la Alameda de Hércules, que aún hoy, a pesar de haberse eliminado el albero y las fuentes, conserva las trece alineaciones con las que se creó.

Hoy día los jóvenes arquitectos se preocupan de cuestiones que a veces por evidentes, pasan desapercibidas. Si hace un año, el arquitecto que ganó el diseño de la portada de la Feria de la pandemia, Javier Navarro, se doctoraba con una tesis titulada 'Sevilla y el rito', estos días otro colega de su generación ha hecho un análisis sobre la ciudad y sus usos, dependiendo de cómo cambian la vida de la sociedad.

El doctor arquitecto por la Universidad de Sevilla, Pedro Mena, ha escrito un libro titulado 'Una arquitectura del perímetro', editado por la Diputación Provincial de Sevilla. El autor trata en este libro que parte de su tesis doctoral, el estudio de cinco espacios públicos de Sevilla: las gradas de la Catedral, que denomina espacio producido; la plaza de San Francisco, el espacio escogido; la plaza del Duque, el espacio reclamado, la plaza Nueva, el espacio conformado y la plaza de la Encarnación, el espacio encontrado.

Si la tesis de Navarro rastrea la huella urbana de los ritos de Sevilla, entre ellos la Semana Santa, desde el siglo XIII al XIX, traduciendo al dibujo los relatos de cuatro cronistas: Diego Ortiz de Zúñiga, Justino Matute y Gaviria, José Velázquez y Sánchez y Alejando Guichot y Sierra, la de Mena se fija más en los espacios, urbanismo y el uso condicionado por la sociedad.

Las nuevas corrientes del urbanismo actual intentan recuperar la forma de los espacios urbanos, y, sobre todo, descartar el miedo a intervenir, aunque eso si, Mena sí acepta la críticas de la sociedad hacia un urbanismo que, sobre todo en los años 60 y 70 del pasado siglo, intentó acabar con la ciudad, y de hecho lo hizo, no hay más que recordar cómo eran la plaza del Duque o la de la Magdalena, y la desaparición de edificios como el hotel Madrid o los palacios de los Sánchez Dalp.

Una imagen de la plaza de San Francisco del siglo XIX cuando aún no estaba hecho el edificio del Banco de España abc

Sevilla, al igual que otras ciudades de España, sufrió los embates de la construcción y la especulación en los años 60 y 70 del pasado siglo, algo que generó en la sociedad desconfianza y rechazo por la arquitectura moderna. Muchos sevillanos vieron echar abajo casas de sus abuelos o monumentos y palacios en pro de la construcción sin medida. «Entiendo el rechazo porque en aquellos años todo era destruir lo que había y construir lo más barato, sin ningún miramiento, y eso ni envejece bien ni casa con el entorno. A partir de los 80 sí se hicieron muy buenas intervenciones en el centro histórico, como las viviendas de Cruz y Ortiz, pero es verdad que en los 70 hubo un mar de destrucción de la ciudad, por eso entiendo el rechazo de la sociedad, aunque a día de hoy creo que la arquitectura tiene muy buena calidad».

En su estudio hay detalles que hace suponer que nada es casual, Por ejemplo, el hecho de que haya un graderío en la Encarnación junto a las Setas, predispone a la realización de manifestaciones o conciertos, «por el contrario, la manera de arbolar la plaza Nueva reduciendo el espacio que estaba libre era una forma de reducir las manifestaciones políticas, es decir que hay una manera de condicionar la vida de la sociedad ligada a la forma que tienen las cosas«. En Urbanismo para el arquitecto, nada ha sido 'inocente', el propósito podía ser de embellecimiento o copiar un modelo europeo, «pero siempre siguiendo un proyecto de arquitectura».

Los cinco casos que ha estudiado Mena le han dado pie a tratar de una parte de la sociedad y deduce cómo ha sido la vida en la plaza del Duque, donde la nobleza fue la impulsora de tal espacio; al contrario que en la plaza Nueva que es un lugar en donde se expande la primera burguesía sevillana contruyendo los edificios de la plaza.

En cuanto a las gradas de la Catedral, es sin duda la sociedad almohade la que impulsa tal construcción, y según se indica en el estudio, «se derriban un montón de casas de la ciudad para hacer hueco a la nueva mezquita muy cerca de donde tenían su residencia en los Alcázares, porque el califa no pisaba la calle, pasaba por un pasaje que construyeron para ello«.

Otra plaza condicionada fue la plaza de San Francisco que iba a tener originalmente otra estructura, más similar a otras plazas mayores como la de Salamanca, Madrid o Valladolid, sin embargo el estudio de Mena desvela que la tensión entre el ayuntamiento y otras instituciones de la ciudad lo impide y genera su aspecto actual. Nadie quería perder poder.

Y finalmente, las Setas, la demostración palpable de cómo las ciudades se intentan poner en un mercado de competencia económica con mega proyectos que encajan más con la ciudad-espectáculo. Pedro Mena reconoce que pese a que el proyecto de las Setas recuperó un barrio y rehabilitó una zona de la ciudad, «quizás no hacía falta gastarse cien millones en ello«.

Sin embargo cualquier investigación también produce sorpresas como la que Pedro Mena halló en el Archivo del Senado, un documento original, que demuestra cómo se construyó la plaza del Duque, algo que hasta ahora no se había desvelado. «Se trataba de una escritura pública que le piden a Francisco de Paula Retortillo que acaba siendo senador y al ser nombrado tiene que justificar qué propiedades tiene, y como fue el promotor de toda la plaza Nueva, tiene una escritura que explica el proceso, cómo se fundó la empresa que hizo la plaza, cómo se adjudicaron los lotes, que fue por sorteo público..., y eso me dió para entender cómo funcionaba la burguesía primitiva sevillana en la década de 1840 y fue muy ilustrativo, pude poner cosas por escrito que hasta entonces no se había hecho».

En la Sevilla actual cualquier proyecto urbano tiene una intencionalidad. El nuevo trazado del tranvía, las obras que se hicieron en la Expo de renovación del cauce del río en la calle Torneo, o el uso de la Isla de la Cartuja tras la Expo 92, que para Mena ha sido exitoso a pesar de lo efímero de muchos de sus pabellones. Por eso cree que en la Cartuja por el lado económico y de arquitectura hasta cierto punto sí ha funcionado la intencionalidad primera de reutilización, porque hay muchas empresas y es un sitio vivo de la ciudad, «lo que ha sido un desastre es el mantenimiento de las infraestructura, probablemente porque era demasiado grandioso».

Sin embargo, uno de los mayores fiascos en el urbanismo sevillano, pese al gran esfuerzo que se hizo, fue el no haber aprovechado los estudios bioclimáticos que se llevaron a cabo para la Expo 92, comandados por el arquitecto y profesor, Jaime López de Asiaín. Se hicieron pérgolas, se crearon aspersores, se estudió como refrescar el entorno con agua, vegetación etc. «todo eso fue un esfuerzo enorme con buenísimos estudios que se llevaron a cabo en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, y ese esfuerzo titánico, que hubiera cambiado parte de la ciudad, se tiró a la basura».

Ahora, cuando ya estamos acostumbrados a los toldos del puente de la Expiración, se vuelve a hablar de cubrir puentes, hacer sombra, refrescar las calles, pero para Pedro Mena, «ya vamos treinta años tarde por pura desidia».

Y mientras se festeja el regionalismo de la arquitectura, algunas corrientes de profesionales no lo consideran como la etapa más brillante de la ciudad. Hay arquitectos como José Ramón Sierra que sostienen que el regionalismo fue un encerrarse en sí mismo y no estar atento a las corrientes que estaban pasando en Europa, etc. «Aunque por un lado, obviamente creó la imagen de la ciudad, porque el regionalismo saca toda la decoración interior que existía, azulejos, marcos, y los saca a la calle, con intencionalidad más bien decorativa y de artes de la construcción. A nivel arquitectónico y de espacios, no ha tenido un legado tan interesante como otras corrientes en Europa».

Y llegamos al último gran proyecto de la actualidad, la recuperación de las Atarazanas, un proyecto que Pedro Mena califica de 'delicado', aunque es rotundo al afirmar que hay que ver cómo se termina porque el arquitecto encargado, «Vázquez Consuegra es un arquitecto reputadísimo, mas que contrastado que incluso ha mudado su estudio al frente del edificio para tenerlo todo más controlado, y le está cayendo una encima, a veces más por desconocimiento o por no saber contar los proyectos. A mí no me cabe la menor duda que se están tomando todas las medidas de respeto hacia el patrimonio«. Habrá que esperar para ver si el proyecto cumple las expectativas de un museo del siglo XXI. «A mi me preocupa más el programa, porque no se sabe qué va a haber ahí, y eso será en el futuro más importante que incluso la propia intervención arquitectónica que no me cabe duda será de muy buena calidad», afirma Mena.

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