Antonio Soler: «Es penoso que se hable de que ahora hay dos bloques cuando la mayoría opta por una vía más centrada»
El escritor malagueño recrea a través de la historia de su propia familia el éxodo de Málaga a Almería de la Guerra Civil en 'El día del lobo'
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Antonio Soler escarba en una historia familiar en su novela sobre la Guerra Civil, 'El día del lobo'
Cuenta Antonio Soler (Málaga, 1956) que hay mucha fiereza en su última novela 'El día del lobo' (Espasa), y en general en la sociedad, «forma parte de la naturaleza humana». El libro narra uno de los episodios menos conocidos de la Guerra Civil, el del ... éxodo de Málaga a Almería, a través de la propia experiencia de su familia.
-'El día del lobo' es una especie de novela autobiográfica pero, ¿qué le ha llevado a escribirla ahora?
-Más que autobiográfica, hago de notario de los recuerdos de mi familia, que me han acompañado desde niño. Por pura curiosidad yo interrogaba a mi familia, en especial a mi abuela. Yo imagino que ahora un chico de once o doce años se entera de que su abuelo ha estado en la guerra de Bosnia y preguntará cómo se vive eso, qué peripecias, qué miedos, qué episodios han vivido. Yo preguntaba y tuve la suerte de que me respondían. He vivido siempre con esos recuerdos, ya de adulto con los supervivientes sacaba el tema y cada vez con más profundidad me fui enterando de lo que habían vivido y de cómo lo habían vivido. No fue hasta hace un año y medio en una conversación con los amigos de Espasa sobre la Guerra Civil y estos episodios del éxodo de Málaga. Todo viene a raíz de una pregunta: ¿No has pensado nunca en escribir una novela sobre esto? Fue clave. Nunca me lo había planteado. En una novela mía del año 99 hay un pasaje muy fugaz. A raíz de esa pregunta pensé que una novela tal cual quizá no hacía falta que escribiese, sino contar lo que vivió mi familia desde el inicio de la Guerra Civil hasta el final, teniendo como eje central el episodio de la carretera de Málaga a Almería con eso me era suficiente. A partir de ahí empecé a escribir.
-¿De qué modo estaban en su memoria esos recuerdos? ¿Ha tenido que rebuscarlos?
-Es algo que llevas incorporando aunque no recurras de forma frecuente pero, está ahí como parte de tu propia memoria. Estaba incorporado de forma natural a mi propio equipaje mental. Aunque, claro, en el momento en que decido escribir sí tengo que hacer una revisitación de los recuerdos. De hecho, me puse a ver documentos de la familia, encontrándome algunas sorpresas como un permiso de la dirección general de Sanidad de Madrid del año 39 que autorizaba a mi padre, que era ya militar de la República, a circular por el Madrid de los últimos días de la guerra, cuando ha habido el golpe del coronel Casado contra el propio gobierno de Juan Negrín. Es decir, había un yacimiento en mi memoria y me he ido a escarbar y revivirlo.
-Y el apartado histórico, ¿ha tenido que documentarse en profundidad?
-No demasiado. Quizá por el cuento infantil que yo había preguntado tanto por los acontecimientos de la guerra, cuando comienza la Transición y empiezan a publicarse libros sobre esa época, leí mucho. Por ejemplo, 'La guerra civil española' de Hugh Thomas o los 'Diarios' de Azaña. No tuve que documentarme mucho más porque el periódico histórico lo conocía bastante.
-El éxodo de Málaga a Almería no es precisamente uno de los episodios más conocidos de la contienda. ¿En qué momento se levantó ese velo?
-Sigue siendo bastante desconocido y fuera de Andalucía mucho más. Es un episodio oscuro, triplemente oscuro por su propia naturaleza, terrible, y también porque hay una voluntad clara de los dos bandos de no airear mucho lo que ocurrió. Desde el bando de los sublevados por una razón evidente, también intentaron decir desde ese bando que Guernica no había sido lo que había sido lo que pasa es que estaba Picasso detrás, la República, el PNV sacándolo a la luz de todos los modos posibles. Pero no ocurre lo mismo con el éxodo Málaga- Almería, que hay una movilización mucho más grande y en el que también intervino la aviación alemana. El bando de los rebeldes por la propia naturaleza de lo que hacen, bombardear a la población civil, lo silencian. Pero también el gobierno de la República, que en este episodio no tuvo una actuación brillante. Porque mientras a la población civil se le está diciendo que Málaga va a ser defendida, que se van a poner todos los recursos posibles, al mismo tiempo las autoridades civiles y militares están preparando su propia huida y la abandonan, seguramente sin prever la catástrofe que va a ocurrir, pero al fin y al cabo la abandonan. Además, la población civil de Málaga que no consigue llegar a Almería y no logra mantenerse en el bando republicano, obliga a volverse y se convierte en sospechosa. Vuelven a una ciudad con carácter de sospechoso y lo más que pueden hacer es mantener silencio para sobrevivir.
-Lo de las guerras es cíclico. Es curioso cómo ahora estamos asistiendo también a conflictos en los que la propaganda cuentan con un papel fundamental.
-La propaganda es el primer elemento de una guerra y la verdad la primera víctima, siempre se ha dicho. Desde España estamos viendo el éxodo, las masacres, pero lo interesante sería saber cómo lo viven los bandos afectados. No creo que en Rusia se haga una información muy objetiva de los éxodos que ha habido en Ucrania, probablemente se silencien también o se manipulen. Tampoco creo que en Tel Aviv se dé una información objetiva de lo que está ocurriendo en Gaza. Forma parte de la propia naturaleza de la guerra. Estamos siendo casi objetivos viendo lo que ocurre, pero en los bandos afectados no creo.
-¿Ha sido el lobo el personaje que más le ha costado perfilar?
-Ha sido el más doloroso, pero es que hay muchos lobos, en mi libro hay muchos lobos en un bando y otro, sin que quiera ser equidistante. El lobo forma parte de la naturaleza humana. Quizá lo más difícil ha sido escribir sobre los corderos. No ya reconstruir las peripecias que pudo vivir mi familia, sino intentar ver qué hay bajo la piel de ellos, cómo pudieron asumir y vivir tanta catástrofe a su alrededor. De qué modo afectó a sus vidas hasta el resto.
-«Ellos dejaron de caminar por la carretera, pero la carretera no les abandonó», llega a decir en la novela.
-Sí, esa carretera por la que huyen y en la que fueron atacados siguió viviendo dentro de ellos. Lo percibía desde la adolescencia, de qué modo estaban heridos todavía.
-Y durante el resto de sus días.
-Sí, sin duda, pero lo interesante es de qué modo afecta a unas personas de forma distinta, dependiendo del carácter, de las circunstancias más íntimas en las que fueron vividos estos episodios tan dramáticos. La naturaleza de mi propia madre que tenía 18 años, que se acaba de casar, que está embarazada, ilusionada y cómo la vida de pronto corta todas esas ilusiones de raíz, imagino que la conmoción se vive de tal modo que afecta al propio carácter de la persona. Supongo que en otras personas y de hecho sé que a otras personas les afectó de modo distinto aunque el mismo germen estuviera flotando. No moduló su visión del mundo, creo que para algunas personas aquello fue tan dramático que su visión sobre el lado oscuro del género humano estuvo presente. Y otros lo pudieron vivir como un episodio muy doloroso pero su propio carácter no cambió.
-¿Ha sentido pudor a la hora de revelar la historia de su familia?
-Hay una situación muy peculiar. Creo que el pudor aparece a posteriori porque cuando uno está inmerso en ese trabajo y está intentando ahondar en la personalidad, en el carácter, en la naturaleza de esa persona que ha tratado tanto y ha querido está haciendo un trabajo muy íntimo. Está explorando a los demás, investigando, y lo está haciendo con ese carácter completamente privado aunque sea consciente de que después va a ser público. Por eso digo que después es cuando viene ese pudor. Hay una especie de revisitación de determinadas personas y ese proceso es muy útil. Hay otra cuestión bastante curiosa y es que yo puedo contar sin ningún elemento de ficción lo que me fue transmitido, los episodios de la familia, si salieron de Málaga tal día, por qué, en qué condiciones... Puedo hablar del exilio de uno de mis tíos. Todo esto es medianamente objetivo pero el problema o el desafío es escarbar un poco más. De qué modo cada uno de ellos vivió esas emociones, con qué sentimientos, con qué esperanzas, con qué temores se desenvolvieron dentro de esos episodios. Es lo que me interesaba contar y ahí es donde entra un poco la ficción. Ese era el reto como escritor y donde me he tenido que esforzar más, es lo más interesante que yo puedo aportar. Eso le ocurrió a mi familia, pero también a otras miles.
-Y Antonio Soler, ¿de qué modo le ha afectado sin vivirlo?
-Forma parte de mi herencia inmediata. Cuando notas que hay un suceso en tu familia que los ha conmocionado hay un germen, virus o bacteria, no sé cómo llamarlo, que se mete en tu organismo y te contamina. Si antes decía que parte de mi familia le pudo cambiar su concepción del ser humano, de algún modo me ha tenido que influir también. Es una herencia muy vivida con la que he crecido y supongo que lo mismo ocurre si en una familia se sabe que ha habido un crimen u otro hecho muy dramático un niño capta que eso está en el aire. Si no eres un bloque de piedra, te va a afectar en tu sensibilidad.
-También ha retratado a personajes históricos como Queipo de Llano o Arias Navarro, el carnicero de Málaga. ¿Cree que la historia ha edulcorado aquella barbarie?
-Los personajes históricos que aparecen en el libro los he retratado en función de sus propias voces. Quiero decir, a Queipo no me esfuerzo mucho, sólo pongo algunos fragmentos de sus crónicas radiofónicas. Lo que él dice, lo retrata. Con Indalecio igual o con Manuel Azaña. Esa ha sido mi norma a la hora de retratar a los personajes a través de sus discursos y hechos que están documentados.
Si se ha edulcorado parte de la guerra, posiblemente sí. Lo que sí creo es que hay una cierta manipulación o desviación a la hora de enjuiciar a la II República. Nace de un sueño, del deseo claro de una parte de la sociedad, la intelectualidad y política española de modernizar el país, de equipararlo a las democracias occidentales, a Francia y Inglaterra, me parece importante subrayar esto porque Inglaterra es una monarquía. La visión de los que traen la república es que España sea una democracia. Ahí hay políticos de izquierda, de izquierda moderada y también de centro. Entonces pensar desde hoy día, que todos los republicanos eran todos políticos muy, muy de izquierdas, me parece un error muy elemental, sólo hay que asomarse a los libros de historia para ver quiénes formaban el pacto de San Sebastián de 1930, que fue el germen de la República. Hay políticos como Alcalá Zamora, centro derecha, Azaña, centro izquierda, Maura, derecha, y también está el partido socialista con sus dos vertientes, una más socialdemócrata y otra más rotunda. Eso es un dato muy objetivo y desmiente a quien quiera decir ahora que la República es el partido comunista. De hecho, el partido comunista tolera la República porque lo ve como un paso para un régimen más de izquierda con la influencia de Stalin. En ese sentido creo que no se ha edulcorado, porque nació con unos ideales magníficos, pero hay una cierta manipulación de los hechos históricos.
-Ahora también se tiende a esa polarización, a hablar de dos bloques estancos.
-Ahora hay una radicalización considerable pero no tiene nada que ver la España de 2024 con la de 1934. El nivel de vida, el hecho de que estemos bajo el paraguas de la UE, la violencia de entonces, casi cada día había muertos por cuestiones políticas, hoy no. Tenemos una radicalización, pero me parece un tanto penoso que haya dos bloques cuando mucha parte de la sociedad está en una vía mucho más centrada.
-Son los lobos de hoy.
-Son voces muy interesadas, que lo hacen por desconocimiento, que no creo. O lo hacen por manipulación.
-¿Se ha cuidado de que la novela no resulte maniquea?
-Sí, pero lo que no pretende es ser equidistante, partiendo que la guerra comienza con un golpe de estado hacia un régimen legal, te guste más o menos. Lo que no he obviado es que hubo terror en los bandos. También con una diferencia, el general Mola que organiza el golpe dictamina desde el principio que hay que sembrar el terror. Para hacerse creíble, fuerte y quizá pensando que no iba a ver una guerra, sino que iba a ser un golpe de unos días. En un lado el terror viene de arriba hacia abajo y en el otro viene desde abajo a arriba y desde arriba se intenta controlar. La diferencia me parece importante. El terror de la República se controla en 1937 con el gobierno de Negrín y el ministro de justicia del PNV.
-Para no repetir la historia hay que conocerla, pero las nuevas generaciones desconocen lo que ocurrió en esos años o llega como dice una imagen distorsionada, ¿no cree?
-No hay una herencia inmediata. Ha habido un buen paréntesis que ha sido el de la Transición, que sirvió como nexo, un antes y un después, ahí no hubo el deseo inmediato de ahora nos toca a nosotros, sino ahora nos toca a todos. Sí que habría que tener en cuenta ese espíritu de la Transición y no intentar obviar ese periodo para de nuevo empezar con el 'vosotros sois, nosotros somos' y equiparar lo que ocurría en la guerra o en el final de la república con lo que ocurre hoy en España y decirnos que nuestros políticos son equivalentes a aquellos. Por ejemplo, ¿Núñez Feijóo es como Queipo de Llano? O, ¿Pedro Sánchez es como Stalin que tiene los gulags? Pues, evidentemente, no.
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