EL VIAJE DEL HUEVO DE COLÓN DESDE RUSIA HASTA SEVILLA

Con más de cuarenta metros de altura y ubicado en el parque de San Jerónimo en el año 1995, desde que fuese levantado este descomunal monumento ha sido protagonista de las páginas de ABC de Sevilla por su triste declive. Y es que con el paso del tiempo el Huevo de Colón se está quedando en el esqueleto por el expolio del bronce que lo conforma, tal y como se ha hecho eco este periódico ultimamente.

Su historia empieza en el año 1992, cuando Zurab Tseretli realizó esta escultura a una escala de 160 x 112 x 90 centímetros y la entregó a la Unesco con motivo de su nombramiento como Embajador de Buena Voluntad.

La obra tiene nombre: 'El nacimiento del nuevo hombre', y fue donada por el Ayuntamiento de Moscú a la ciudad de Sevilla a raíz de la celebración de la Exposición Universal del 92.

Como puede imaginarse, hacer llegar la obra al otro extremo de Europa no fue tarea fácil. El monumento tuvo que ser desmontado y trasladado en barco desde San Petesburgo hasta el puerto de Santurce, en Bilbao, y una vez allí por carretera hasta Sevilla. Se necesitaron siete camiones tráiler y dos más de trasportes especiales, debido a la longitud de sus piezas más grandes.

Una vez que los descomunales fragmentos hubieron llegado a la capital y trasladados a la explanada en San Jerónimo, la famosa empresa Dragados y Construcciones fue la encargada del montaje de la escultura, de la construcción de la fuente en la que está ubicada, de instalar parte del alumbrado y de la jardinería que corona el recinto. Además de capitanear la construcción, también velaba por la seguridad del monumento.

El conjunto, formado por las velas de las naves del almirante Colón, representan alegóricamente al mundo, que tiene forma de un gran huevo. En su interior se sitúa una estatua de Cristóbal Colón sosteniendo un mapa desenrollado desde una mano a otra, y sobre él se disponen las tres carabelas. Es la escultura de bronce más grande del país, con una altura de 32 metros pesa 476 toneladas.

La hemeroteca de ABC de Sevilla, que guarda la memoria de la ciudad desde hace casi un siglo, conserva en su archivo la prueba de que tampoco los inicios de la vida en Sevilla tuvieron el lustre adecuado. El lunes 12 de junio de 1995, el periódico le dedicaba una página en la que aseveraba: «Ni inagurado ni recepcionado». Con una gran fotografía, afeaba que el monumento estaba «terminado desde el mes de mayo» y seguía esperando su momento de gloria en la agenda política y social sevillana. «Ni siquiera las elecciones han propiciado que el regalo del escultor ruso Tzereteli a Sevilla haya sido inagurado por el Ayuntamiento, que tampoco ha terminado las obras de jardinería y urbanización de los alrededores», destacaba. Finalmente fue inagurado cuatro meses más tarde.

La única gran intervención que se le ha acometido desde entonces fue en el 2000. Sólo habían transcurrido cinco años desde la inauguración y ya le faltaban más de 500 metros cuadrados de bronce; un material cuyo precio se disparó hace unos años.