Sevilla gasta en restaurar su patrimonio histórico lo mismo que costó la Torre Pelli

La inversión en los últimos siete años para poner a punto los monumentos fue de 173 millones, cuatro menos que la obra del rascacielos y 30 menos que la de las Setas

La Catedral de Sevilla invirtió más de 13 millones de euros en restauraciones en cinco años

La losa que ha soportado la ciudad por la falta de inversiones para mantener su patrimonio histórico ha hecho que, cuando por fin las administraciones han comprendido la necesidad de revivir los monumentos abandonados, el montante acumulado en los últimos siete años supere ... los 173 millones de euros. Se trata de una cantidad similar a lo que supuso la construcción de la Torre Pelli, el polémico rascacielos que paradójicamente casi ocasiona que se perdiera la declaración de Patrimonio de la Humanidad. La ciudad olvidó su pasado esplendoroso, el que la conviertió como gran capital del mundo moderno y le sigue rentando a efectos turísticos por su cada vez mayor impacto internacional. Y así, durante décadas, en lugar de promover la recuperación de los grandes palacios, iglesias, conventos, murallas, museos e incluso el patrimonio industrial, optó por afrontar obras faraónicas que suponían precisamente la ruptura con el paisaje que la hace única.

Porque, si sólo levantar el rascacielos de César Pelli costó 177 millones de euros -a lo que hay que sumar la inversión en el suelo, el centro comercial anexo y el Caixafórum- y el coste final de las Setas de la Encarnación -esta vez con dinero público e incluso privatizando durante décadas una plaza- fueron 140 millones, llama la atención la desidia con la que las tres administraciones públicas han actuado con el patrimonio.

El delirio faraónico de algunos gobernantes dejó en el ostracismo espacios como las Reales Atarazanas o la Fábrica de Artillería, enclaves fundamentales para la historia de Sevilla, que ya ven la luz al final del túnel. El primero de ellos, curiosamente, cofinanciado por La Caixa, la misma entidad privada que levantó el complejo de Torre Sevilla. Y, el segundo, gracias a los fondos europeos que han regado a la ciudad en los últimos años.

El retablo mayor de la iglesia de Santa Clara tras su restauración Raúl Doblado

Ni la Junta ni el Ayuntamiento invirtieron un sólo euro durante décadas en estos espacios, que son públicos, igual que olvidaron su necesaria ayuda para mantener otros privados como Santa Catalina o Santa Clara, iglesias que son prodigios artísticos y que estuvieron cerradas 14 y 20 años respectivamente. La rehabilitación de la primera la afrontó íntegramente el Arzobispado, en plena crisis y destinando casi todos sus recursos a obras asistenciales. Y, la segunda, pese a que debía haber sido el Ayuntamiento quien la financiase en base a un convenio por el intercambio con la Iglesia en la operación del convento de Santa Clara y la Casa Sacerdotal, fue incumpliéndose sistemáticamente hasta hace apenas unos años, cuando por fin lo asumió.

Un caso parecido es el del convento de Santa Inés. La Junta ha venido haciendo la vista gorda al convenio que firmó con las monjas en el que se comprometía a pagar la rehabilitación del cenobio a cambio de la cesión de unas salas para exposiciones. Las usó pero no ha pagado absolutamente ni un euro hasta hace unos años, cuando ha empezado a destinar algunos fondos para arreglar dependencias clausuradas.

La Catedral ha afrontado en cinco años la rehabilitación de todo sus bienes muebles e inmuebles, incluida la Giralda, por 14 millones con fondos propios, sin ningún tipo de ayuda externa. No obstante, en los últimos años sí se han invertido algunas dinámicas. El Ayuntamiento entendió que era clave para el crecimiento de la marca Sevilla el mantenimiento de pizas como la Capilla de San José, la iglesia de Madre de Dios o la Puerta de Córdoba, para los que ha venido destinando cantidades a sus propietarios para la rehabilitación.

El patrimonio propio

Otro de los grandes paradigmas de la desidia adminitrativa ha sido el convento de San Agustín. Se trata, probablemente, del mayor monasterio de la ciudad, un monumento oculto pese a su inmensidad y que ha tenido que ser un inversor privado de la mano de un estudio de arquitectos los que han conseguido conseguir el dinero para rehabilitarlo. Será un hotel, pero abierto a la ciudad, mientras que la Administración sólo fue poniendo trabas a todos los proyectos en un suelo municipal.

Lo mismo ha ocurrido con la iglesia de San Hermenegildo. Incapaz de encontrar un uso apropiado a este espacio que es ejemplo del Renacimiento hispalense, han tenido que pasar más de 20 años para que por fin se afronten las obras en las cubiertas que estaban poniendo en riesgo las pinturas de la cúpula, que son de Herrera el Viejo.

En edificios más modernos, pero de gran simbolismo por lo que representaron, como el Casino de la Exposición, se dejó de mantener y se fue perdiendo la cerámica de la cúpula, que por fin se ha restaurado. Este inmueble es el ejemplo de cómo durante décadas se ha descuidado el patrimonio: tras las obras de restauración, se obvió que estaba okupado por carteristas, que habían causado destrozos en el mobiliario.

El futuro

Y así, pese al notable avance que por fin la Junta y el Ayuntamiento han afrontado con los monumentos, sumado a la inversión privada y de instituciones como la Iglesia, aún queda un largo trecho por recorrer. Hay espacios clausurados como el Mercado de la Carne, la iglesia y torre del antiguo convento del Carmen o el palacio de Monsalves; y otros descuidados como la Torre de la Plata, que aún esperan una inversión para que la ciudad los recupere.

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