Sevilla
«Negarnos una Universidad Politécnica nos hizo a los ingenieros andaluces sentirnos perseguidos»
Javier Aracil, exdirector de la Escuela de Ingenieros de Sevilla, explica el agravio comparativo con Cataluña y Valencia perpetrado en época de Franco y que se mantuvo con la Junta: «Escuredo quería pero Borbolla y Chaves se opusieron»
Jesús Álvarez
Javier Aracil , profesor Emérito de la Universidad de Sevilla, ha sido director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Sevilla y vicerrector de la Universidad de Sevilla. Fue también el primer director de la Asociación de Investigación y Cooperación Industrial de ... Andalucía (AICIA) y coordinador de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Comité de Expertos de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.
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Su trabajo de investigación, en torno a las aplicaciones de los sistemas dinámicos al modelado y control de sistemas técnicos y socioeconómicos, mereció el Jay W. Forrester Award . Recibió también el Premio Andalucía de Investigación Científica y Técnica Maimónides y es doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga . Es autor o coautor de múltiples publicaciones y acaba de publicar una autobiografía académica titulada «Añoranzas y desengaños. Una vida en una escuela de ingenieros» (Universidad de Sevilla).
¿Cuál fue su mayor desengaño?
El mayor desengaño fue la Universidad Politécnica del Sur.
Esa universidad no se llegó a crear. ¿Qué pasó?
Las escuelas ténicas de ingenieros, que llevaban funcionando desde el siglo XIX, no dependieron de la Universidad hasta los años 60. Antes de eso las escuelas de ingenieros industriales dependían del Ministerio de Industria y los ingenieros de caminos de lo que hoy sería el Ministerio de Fomento. El sistema de enseñanza superior de ingenieros estaba disgregado y a raíz de una reforma iniciada en 1958 se integró en la universidad. Desde esa integración, la Escuela de Ingenieros de Sevilla luchó por crear esa Universidad Politécnica del Sur, en la que también estarían Arquitectura de Sevilla e Ingenieros Agrónomos de Córdoba, pero ese proyecto no cristalizó. Villar Palasí, ministro de Educación en 1969, le dijo a José María Amores, entonces director de la Escuela de Ingenieros de Sevilla, que no era posible crear la Universidad Politécnica del Sur no habiendo una Universidad Politécnica del Norte, con Ingenieros de Caminos de Santander, Minas de Oviedo e Industriales de Bilbao. Luego este mismo ministro autorizó la creación de la Politécnica de Valencia sin ponerle ninguna pega y cuando ya existía la Politécnica de Cataluña.
Eso fue durante la dictadura. ¿Qué pasó con ese proyecto durante la democracia?
La Junta de Andalucía hizo más o menos lo mismo.
¿En qué perjudicó a Sevilla y al resto de Andalucía que no se le permitiera crear una Universidad Politécnica como la de Valencia o Cataluña?
La autonomía de la que han gozado ha hecho que el nivel técnico de esas universidades sea más alto, yo diría que desbordante en el caso de la de Valencia, y que nosotros no nos podamos comparar con ellas, a pesar de que la Escuela de Ingenieros de Sevilla tiene cinco titulaciones (industriales, caminos, aeronáuticos, químicos y telecomunicaciones) y sea, en cierto sentido, como una pequeña politécnica. Los ingenieros andaluces nos sentimos un poco perseguidos.
Sin embargo, los ingenieros que salen de Sevilla están muy cotizados en Europa.
Sí, es verdad, pero lo estarían mucho más si se hubiera creado esa universidad politécnica. Habría podido ser puntera en Europa y superar incluso a la de Valencia. Me cuentan que algún consejero del Gobierno socialista que se opuso en su momento a la creación de la Politécnica del Sur se arrepiente ahora de haberse opuesto.
¿Quién?
No fue un solo político sino varios los que se opusieron. Escuredo estaba a favor de esa universidad pero Borbolla no. Y Chaves tampoco. Pensaban que otras provincias pedirían su politécnica y prefirieron no crear ninguna.
A pesar de eso, se han creado muchas universidades desde entonces en Andalucía y el resto de España.
Sí. Y yo diría que muchas de ellas no eran necesarias.
¿Sobran ahora universidades?
Es evidente que hay demasiadas universidades. Se impuso el criterio de que todas las provincias debían tener su propia universidad. O dos o tres, incluso. Se ha hecho una política del número para que tuviéramos más estudiantes universitarios que nadie en Europa. Sin embargo, no se ha conservado lo que había de calidad.
«La endogamia es un tema clave y terrible porque desde la universidad se ha fomentado. El sistema protege a los candidatos locales y en casi cualquier universidad del mundo hay que hacer un posdoctorado en otra, al revés de lo que ocurre en España»
¿La Universidad de Sevilla ha sido un freno para la Escuela de Ingenieros?
Las universidades, en general, y la de Sevilla, en concreto, están demasiado burocratizadas. La de Sevilla es demasiado grande y ha impuesto demasiada homogeneidad entre lo que es heterogéneo. Gestiona disciplinas tan diversas como Bellas Artes, Medicina o Periodismo y es muy difícil mantenr su cierta coherencia. Su tamaño ha bloqueado, en mi opinión, la agilidad necesaria para adaptarse a las necesidades de las distintas enseñanzas.
¿El tamaño es un gran problema para una universidad?
Las universidades norteamericanas más famosas tienen el mismo tamaño que la escuela de ingenieros de aquí.
¿Y la endogamia?
Esto es un tema clave y terrible porque desde la propia universidad se ha propiciado y fomentado la endogamia. A cualquier departamento de nuestra universidad al que usted vaya no verá a nadie de fuera, algo inconcebible en cualquier universidad norteamericana o europea. Hay catedráticos magníficos que quieren venir a Sevilla y no pueden porque el sistema protege a todos los candidatos locales. En casi cualquier universidad del mundo, para dar clase hay que hacer un posdoctorado en cualquier otra universidad. Es impensable que el grado y el máster se hagan en la misma, que es lo que pasa en España. Los que nos hemos movido un poco por el mundo vemos hasta qué punto esa es una carencia de buena parte de nuestros profesores.
¿No son buenos nuestros profesores?
No digo que no sean buenos, ojo, pero esa experiencia nacional o internacional ayuda mucho. Y todo el marasmo burocrático de puntos por publicaciones, horas de clase, etcétera, que hay en torno a la obtención de una plaza dificulta enormemente el acceso de personas de fuera. A gente famosa de la ingeniería como fueron Torroja o De la Cierva no se le podía decir cuántos puntitos tenían con todo lo que hicieron y crearon. Ahora, sí.
¿Molesta la excelencia?
Se ha tendido a allanar los picos y a que nadie destaque. Si tienes un pico y empiezas a recortarlo, todos los demás se pondrán muy contentos pero los niveles de calidad bajarán.
¿Por qué cree que ocurre esto?
Habría que remontarse a la reforma de las universidades que hizo Maravall en los años ochenta. Fue una gran oportunidad perdida de cambiar la Universidad española. No se hizo bien y la estructura departamental, copiada de las universidades norteamericanas, no se aplicó correctamente y los centros que impartían los títulos quedaron devaluados, entre otras muchas cosas. Es una pena que se atendiera más al número de universidades y no se mantuviera el rigor en las enseñanzas. La técnica ha progresado mucho pero no se mantuvieron los estándares de calidad.
¿Ha perdido calidad la enseñanza en la universidad desde entonces?
Para contestar a esa pregunta se pueden emplear argumentos a favor y en contra. Por una parte, se ha ganado en calidad en las escuelas técnicas porque hasta los años 60 no se hacía investigación y los laboratorios se utilizaban para hacer prácticas docentes. No había profesores en dedicación exclusiva. En eso hemos avanzado muchísimo, pero ha habido una falta de aprovechamiento de los anteriores estilos de enseñanza. Las pautas de calidad y exigencia se han perdido desgraciadamente y ha habido una especie de mezcla de hacer todas las escuelas técnicas con la categoría de superiores que no permite mantener unos estándares de calidad que sí tiene la Escuela de Ingenieros.
¿A qué escuelas se refiere?
A las antiguas escuelas de peritos y a las de Aparejadores que ahora se llaman «ingenieros en edificación». Esa inflación es clarísima y ya habido una especie de café para todos que ha hecho perder calidad. Ahí mantener el nivel de calidad de la Escuela de Ingenieros y no siendo politécnica va a ser difícil. Y vuelvo a la comparación con Valencia.
«Se ha tendido a allanar los picos y a que nadie destaque. Si tienes un pico y empiezas a recortarlo, todos los demás se pondrán muy contentos pero los niveles de calidad bajarán»
¿Los alumnos de ahora son como los de antes?
Antes la ingeniería era una profesión muy elitista. El ingreso en las escuelas era muy complicado y eso presuponía que estudiar en ella era casi como sacar una notaría. Ahora no es así, el nivel es más homogéneo y ya no hay la exigencia que supone una selección tan estrecha, con sus ventajas e inconvenientes. Y eso se nota. Se ha tendido a allanar los picos y que nadie destaque, como dije antes.
Antes apenas había mujeres en carreras técnicas.
Cuando yo la hice, sólo había una chica en mi promoción. Y cuando empecé a dar clases también era muy excepcional ver una chica en Ingenieros. Eso ha cambiado radicalmente y ya hay muchas alumnas, profesoras y catedráticas, algo que me parece buenísimo.
Dice el catedrático Ernesto Carmona, una de las mayores eminencias de la Universidad de Sevilla, que «ningún profesor debería ser funcionario de por vida y que habría que evaluar su trabajo cada cierto tiempo». ¿Está de acuerdo?
Sí. No deberían ser funcionarios de por vida y deberían ser evaluados. Que todos ganen lo mismo, con independencia de lo que hagan, también me parece incomprensible.
¿Qué opina de la teledocencia?
Yo nunca la he practicado pero los compañeros que lo hacen dicen que requiere mucho esfuerzo por su parte y que la clase resulta muy fría. Yo, cuando he dado clases, siempre he necesitado mirar a los ojos a los alumnos, hacerles preguntas y trucos docentes cuando veía que se perdían como bajar el tono de voz y luego subirlo. Eso no se puede hacer en una clase que no sea presencial, que es la única donde se puede interactuar. También es cierto que la teledocencia puede acabar ocupando un espacio más amplio y tú puedas seguir, por ejemplo, la clase de un premio Nobel.
«La tecnocracia tiene muy mala prensa política desde los tiempos de Franco. Tiene muchas ventajas
¿Qué le parecen las redes sociales?
Es imperativo meterle el diente porque son un desastre social. Me parece inadmisible que se permita el anonimato y que nadie se haga responsable de sus opiniones. Las redes sociales son un ejemplo clarísimo de que no siempre se hace un buen uso de la información. También creo que bajarán y remitirá su influencia.
Internet y los móviles forman un cóctel muy adictivo.
Internet es una maravilla cuando uno busca información sobre cualquier cosa. Llevas una enciclopedia en el bolsillo. En una librería de viejo me dijeron el otro día que compraban todo tipo de libros usados menos las enciclopedias. Ni la Británica, ni la Espasa-Calpe ni la Larousse. Internet es maravilloso pero el uso que se haga de él puede ser bueno o malo.
Las sociedades científicas decían hace unas semanas al Gobierno central que si hicieran caso a los científicos y a los técnicos las cosas irían mucho mejor, tanto en la pandemia del coronavirus como en el resto de materias.
Sí, pero la técnica y los técnicos no están bien vistos. A la dicatadura franquista se la acusó de hacer un uso desmedido de la tecnocracia. A China le va muy bien con la tecnocracia y también es una dictadura, aunque a ellos les ayuda la tradición de los mandarines. La dificultad de ingresar en una escuela de ingenieros en los años sesenta, setenta, parece un chiste comparado con lo que suponía hacerse mandarín. La tecnocracia tiene muchas ventajas pero tiene mala prensa política porque les arrebata a los políticos el poder de decisión y no lo van a permitir.
Como ingeniero, ¿qué le parece que aún no se hayan hecho los túneles de la SE-40 y se quieran sustituir por una ampliación del puente del Centenario?
Yo simpatizo mucho con los túneles pero eso es opinión de un ingeniero de caminos, no un ingeniero industrial.
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