Entrevista
«Es ridículo y feo que Abengoa diga que su salvación depende de que la Junta ponga 20 millones»
Javier Aracil recuerda que la multinacional «era importantísima para la Escuela de Ingenieros de Sevilla porque 50 ó 100 de sus alumnos acababan allí cada año y teníamos contratos importantes para proyectos»
Jesús Álvarez
Javier Aracil , profesor Emérito de la Universidad de Sevilla, ha sido director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Sevilla y vicerrector de la Universidad de Sevilla. Fue también el primer director de la Asociación de Investigación y Cooperación Industrial de ... Andalucía (AICIA) y coordinador de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Comité de Expertos de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.
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Su trabajo de investigación, en torno a las aplicaciones de los sistemas dinámicos al modelado y control de sistemas técnicos y socioeconómicos, mereció el Jay W. Forrester Award . Recibió también el Premio Andalucía de Investigación Científica y Técnica Maimónides y es doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga . Es autor o coautor de múltiples publicaciones y acaba de publicar una autobiografía académica titulada «Añoranzas y desengaños. Una vida en una escuela de ingenieros» (Universidad de Sevilla).
Cuando usted empezó a dar clases, los profesores no hacían nada fuera de las escuelas y apenas tenían contacto con el mundo empresarial. Pero eso ha cambiado mucho.
No se daban las condiciones para que se pudiera dar esa relación. Eso está hoy completamente asumido. Antes ni siquiera se hacía investigación. El pasado año se facturaron en torno a 15 millones de euros al año en contratos de la Escuela con la industria. Esto es muy importante.
Imagino que en la pasada década buena parte de esos contratos se harían con Abengoa.
Abengoa era importantísima para la escuela porque 50 ó 100 de sus alumnos acababan allí cada año. Abengoa hacía de máster y ellos estaban dos años allí y salían con la experiencia de una empresa privada, los que no se quedaran. Abengoa era como el MIR de los ingenieros sevillanos. Y también se firmaron muchos contratos con la Escuela para proyectos. Era un colaborador muy importante.
Lo que ha pasado con Abengoa habrá sido una gran decepción para todos los profesores de la Escuela y muchos ingenieros sevillano y andaluces.
Sí, lo fue para todos. Se trabajaba mucho y muy bien con ellos.
¿Hay alguna enseñanza que se pueda extraer de lo ocurrido con Abengoa para que no se repita?
Los problemas de Abengoa no
fueron técnicos y deberían estudiarse en la Facultad de Empresariales, no en las escuelas de Ingeniería. Se endeudó más de lo debido, cogió demasiadas cosas y en la crisis todo se desmoronó. Algunos compañeros míos dicen que sus problemas vinieron cuando abandonó su senda original, proyectos de ingeniería. Puso casi todos los huevos en otro sitio y pasó lo de las primas de las renovables, etcétera. Fue la tormenta perfecta.
¿Qué le parece que la dirección actual de Abengoa diga ahora que su salvación depende de esos 20 millones de euros que la Junta parece que no puede o o quiere darle?
Francamente me parece feo y ridículo decir eso, que la salvación depende de la Junta de Andalucía. Si el problema fueran solo esos 20 millones de euros, se los prestaría cualquier banco.
La inteligencia artificial vive un «boom» pero más adelante volverá a su sitio. La información lo ha cambiado todo y la información genética abre un gran campo de estudio»
¿No le da un poco de envidia que los ingenieros no tengan esa visión humanista de la que hacen gala los médicos?
Los ingenieros no hemos sabido fomentar esa visión humanista, aunque los de caminos sí han tenido una cierta sensibilidad para este tipo de cosas. Había incluso en la Escuela de Madrid un centro de Historias y Humanidades para la Ingeniería que ha publicado muchos libros de ingenieros. Sin embargo, reconozco que no existe inquietud sobre este tema. Yo pertenezco a la Real Academia de Ingeniería y no interesan demasiado estas cuestiones. Luce bien el que haya alguien que escriba pero no se impulsa ni se promueve.
¿Cómo un ingeniero como usted acabó ingresando en la Academia de Medicina?
El entonces presidente, Gabriel Sánchez de la Cuesta, hacía lo que quería. Me invitaron a dar una conferencia y a él le gustó y propició mi ingreso. En la Academia de Medicina tienen una sección muy interesante que se llama «de otras ciencias». Allí tienen a un botánico y a un químico, entre otros.
Ha escrito que «la técnica es indisociable del hombre y la ingeniería es la forma más elaborada de la técnica». ¿Hasta donde cree que llegará la técnica en este siglo?
La historia demuestra claramente que lo que podamos imaginar siempre se quedará corto. Julio Verne se dedicó a hacer previsiones que el tiempo ha dejado cortas y parecen ahora un chiste.
Pero tiene mucho mérito lo que predijo.
Predijo aparatos voladores pero eso ya lo hizo Leonardo Da Vinci. El mundo no ha ido por donde él imaginó. El papel que juega la información en el mundo actual no lo predijo nadie y es lo que ha alterado todo. La física creía que todo se basaba en materia y energía y nos hemos dado cuenta de que la información tiene tanta o más importancia. La información, por ejemplo, en biología, o la información genética lo ha cambiado todo. Y abren un gran campo de estudio.
¿Cree que las enfermedades se curarán antes de que acabe este siglo?
La medicina avanza una barbaridad y se van a ver cosas sorprendentes como que los ciegos vean o la creación de los órganos artificiales, ya se hacen manos con sensibilidad. Pero no todas las enfermedades se curarán.
¿Y la ingeniería también vivirá una revolución?
Hay proyectos avanzados de trenes que circularán por tubos. Seguro que se harán cosas increíbles, aunque no sé si tantas como en la Medicina. En la ingeniería agronómica también se avanzará muchísimo. Ya se están haciendo maravillas con los transgénicos, aunque Europa se está quedando atrás.
¿La inteligencia artificial y el big data serán el motor de esa revolución tecnológica?
La inteligencia artificial es un boom pero más adelante creo que volverá a su sitio. Esa técnicas concretas, de procesamiento de grandes masas de datos, abren buenas perspectivas. Lo más decisivo será la información tanto para la ciencia como para la ingeniería. Los big data sintetizan datos pero esto ya lo hacía la estadística.
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