La final de la Copa del Rey revela los defectos de la Cartuja: un erial sin conexiones

El pasado sábado se terminaron por revelar los defectos que presenta el erial en el que se ubica, sin conexiones de transporte, sin aparcamientos, sin cobertura móvil y convirtiéndose en un auténtico barrizal y laguna que tuvieron que soportar los que peregrinaron hasta el estadio. Numerosos aficionados béticos y valencianistas se mostraron sorprendidos por las distancias que tuvieron que recorrer andando desde el casco urbano, ya que no había forma de llegar en transporte público salvo en autobús de Tussam, que se colapsó y del que apenas se dio información. Además, estos últimos publicaron en redes sociales imágenes de la 'FanZone' que la RFEF instaló en descampados del Alamillo y que acabaron siendo un lodazal por la lluvia que cayó, criticando la imagen «bochornosa» de la sede.

En Twitter , numerosos visitantes valencianos denunciaron la falta de conexiones e infraestructuras de la Cartuja: «A las 3 de la mañana seguía sin haber taxis. Yo por ejemplo acabe andando dos horas para llegar a mi alojamiento en Mairena de Aljarafe desde la Cartuja, andando por caminos de tierra, debajo de la autopista… llegando a casa a las cinco de la mañana muerto».

Renfe lleva desde que comenzó la pandemia con la línea C-2 de Cercanías sin servicio. Dos años y dos meses concretamente. La inversión que hizo Adif de 52,4 millones de euros para ponerla en marcha para conectar la estación de Santa Justa con San Jerónimo, el estadio y el apeadero de la Cartuja es un dinero dilapidado ya que, si bien la ha condenado la falta de demanda, en días en los que es imprescindible su funcionamiento tampoco tiene oferta. A eso se le une que todos los accesos a la Cartuja se cerraron desde varias horas antes al tráfico, de manera que era imposible llegar en coche y aparcar.

En cuanto al plan de movilidad del Ayuntamiento , falló por completo. El Consistorio anunció que se multiplicaría la oferta y los horarios de las líneas C1 y C2 de Tussam y que liberaría toda la flota de taxis . La realidad para los 55.000 espectadores que acudieron fue que las colas para coger el autobús a la salida del estadio, ya de madrugada, superaban el tiempo de espera que la peregrinación andando. Por otro lado, aquellos que se desplazaron a pie al Centro, no encontraron taxis ni tampoco metro, que cerró a las dos de la mañana , apenas media hora después de que acabara el partido.

La imagen del páramo en el que se encuentra el estadio fue dolorosa. El rocódromo bajo el viaducto del Alamillo era una laguna , que enlazaba con el descampado lleno de jaramagos , cuestas de barro salpicadas de gravilla y charcos junto al estadio. Eso provocó incluso caídas por resbalones y numerosos espectadores llegaron con los zapatos empapados y sucios durante la romería.

Por otro lado, hubo un enorme déficit de información . Aunque se colocaron carteles, el público tuvo serios problemas para encontrar las puertas de acceso correspondientes. Funcionaron, eso sí, los tres anillos de control que tuvo el estadio, ya que no hubo bullas ni incidentes, aunque no se llegó a pedir el DNI que acreditara la entrada, que era nominativa.

Una vez en la Cartuja, la conexión del móvil dejó de funcionar. La red se saturó por la escasa infraestructura telefónica de la zona -algo similar a lo que ocurre los días de partido en el Benito Villamarín y el Ramón Sánchez-Pizjuán- y la prensa desplazada tuvo serios problemas con la cobertura wifi , que casi impidió el desempeño de su labor.

Asimismo, a la salida del estadio, teniendo en cuenta que el partido acabó en torno a la 1.30 horas de la madrugada, apenas funcionaban una serie de puestos ambulantes de hamburguesas en la zona, que también se saturaron de aficionados.