La Madeja: Espadas borra su pasado
Estaba por resolver si el verdadero era el alcalde o el candidato a la Junta, porque es obvio que no son el mismo
Juan Espadas saluda a Juanma Moreno en el Parlamento esta semana
Al Juan Espadas alcalde lo votó mucha gente de derechas en Sevilla. Aquel hombre era moderado, conciliador, un cristiano de izquierdas, un político cercano que a pesar de necesitar a Podemos para su investidura supo mantenerle la distancia encontrando puntos comunes con el ... PP y sobre todo con Ciudadanos. Aquel Espadas sólo pensaba en Sevilla y eso le convertía en un responsable público fiable. Era reivindicativo por igual ante la Junta de Susana Díaz que ante la de Juanma Moreno. Fue a pedir infraestructuras a Madrid tantas veces cuando estaba Rajoy como cuando llegó Pedro Sánchez. Y viceversa. Agradeció las ayudas de otras administraciones sin mirar quién las gobernaba. Pero un buen día sonó su teléfono y era el de la centralita de Ferraz. Ahí cambió todo. De repente, el alcalde empezó a ponerse de perfil cada vez que se hablaba de los túneles de la SE-40. El ministro José Luis Ábalos metió la tuneladora en un cajón porque el dinero había que dárselo a los vascos y a los catalanes y para Sevilla había que buscar un proyecto de saldo. Una cosa más baratita. Un puente. No importa que el informe de impacto ambiental ya lo hubiera descartado hace 15 años por su fuerte incidencia visual sobre el río, amén de la afección que puede provocar a la navegabilidad. Ni importa tampoco todo lo que había pedido Espadas en el pasado. ¡Viva el puente! Aquel primer paso hacia su nueva personalidad se ha convertido en la mejor metáfora del espadismo.
El alcalde ha pasado de ser un gestor fiable para la ciudad a un problema para los sevillanos
El alcalde se ha ido transformando en apenas unos meses en candidato del PSOE a la Junta y, como por arte de birlibirloque, ha ido dejando de ser político para hacerse partidista. Ha ido aproximándose al interés particular mientras se alejaba del general. Y durante varias semanas ha vivido en un conflicto interno que nos tenía a todos en vilo. ¿Se quedará en su orilla o pasará definitivamente a la otra? ¿Seguirá siendo un hombre votable por gente que no es del PSOE o se pasará al lado 'hooligan'? La disyuntiva parece haberse resuelto de forma decepcionante para quienes le prestaron el voto en Sevilla. Entre seguir gobernando con la cabeza puesta en la ciudad, por encima de ideologías y clases sociales, y arrojarse en los brazos del sanchismo-redondismo, Espadas ha optado por lo segundo. Ha apoyado los indultos, ha dejado pasar el cáliz de la ley de Patrimonio que le arrebata al Ayuntamiento la gestión del Alcázar después de años reclamando su titularidad plena, ha defendido el puente en la SE-40, se ha negado a ceder dos cuadros de Valdés Leal a la Junta de Andalucía para la antología del pintor sevillano que se está preparando en el Bellas Artes... Este no es, ni de lejos, el mismo Espadas que pactó el metro en Madrid con Íñigo de la Serna ni el que se hizo la foto con Juan Marín para anunciar el desbloqueo de la Ciudad de la Justicia. Este es, según Pedro Sánchez, «el nuevo rostro del PSOE, el de esta década» . Por eso el alcalde trata de borrar su pasado como los nuevos emparejados borran sus viejos mensajes en las redes sociales. Y Sevilla no es más que eso para él: una exnovia más.
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