Entrevista
«El Gran Poder es de sus devotos, por eso nunca hubo miedo de llevarlo a Los Pajaritos»
Ignacio Soro y Félix Ríos, el hermano mayor actual y el que impulsó la misión, analizan la estancia del Señor en Tres Barrios
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Iniciar sesiónUno lo impulsó y otro lo ha llevado a cabo. Félix Ríos e Ignacio Soro son los principales artífices, junto con los párrocos, de que el Gran Poder haya protagonizado el acontecimiento religioso más importante del siglo XXI en Sevilla. El hermano mayor actual y ... su predecesor hacen balance de lo que ha supuesto la estancia del Señor en las barriadas más deprimidas de la ciudad.
¿Esperaban el impacto que ha tenido la misión?
Félix Ríos (F. R.): El hecho de trasladar al Señor de por sí genera expectación. A mí, igual que las masas en la calle eran esperables, no pensaba que iba a haber tantísima gente mañana tarde y noche en las iglesias. No ha habido una sola misa que haya empezado a su hora. Se ha hecho con naturalidad.
Ignacio Soro (I. S.): Sobre todo, los días entre semana. Ha sido continuo e in crescendo. Cada vez ha habido más peregrinaciones y una cola continua. Han ido colegios enteros, todos los cursos.
F. R.: Lo más bonito que te cuentan los párrocos es la cantidad de gente que se fue del barrio y vive en otras zonas y que ha vuelto a la llamada de que el Señor estaba allí.
¿Cómo surge esta iniciativa?
F. R.: Lo primero que se plantea no es el traslado de la imagen. La junta de gobierno hizo una reflexión interna sobre qué papel tenía la hermandad en la Iglesia del siglo XXI. De ahí salió la idea de incorporar el carisma evangelizador en zonas de Sevilla que se están secularizando. Se daba la coincidencia de que a estas barriadas habían pedido ir destinados Manolo Sánchez y Fran Ortiz, con quienes tenía amistad. Y luego por el rabillo del ojo mirábamos a 2020 por el cuarto centenario de la hechura del Señor. Entonces, uniéndolo todo, pensamos que esa incorporación del carisma misionero en estas barriadas debíamos culminarlo con un traslado del Señor. Sin hablarlo con nadie, me senté con Manolo Sánchez para plantearle la idea y cuando me dijo que la veía perfecta y la junta de gobierno estaba a una, se lo trasladamos al arzobispo. Fue en 2016. Él nos pidió que lo mantuviésemos reservado porque tenía que aprobarlo el Consejo Episcopal. Durante ese año, fuimos hablando con las partes implicadas y consolidando el proyecto, que iba más allá de la visita del Señor, llamado entonces 'Hacia 2020' y hoy llamado 'Cirineos del Señor'.
Uno planteaba entonces llevar al Señor a los Pajaritos y a más de uno le podría rechinar. Sin embargo todo fue unánime.
I. S.: La hermandad lo aprobó por aclamación. Algunos hermanos nos trasladaron la preocupación por la seguridad del Señor, pero nosotros no tuvimos dudas. Hay que desmitificar el barrio, aquello no es una ciudad sin ley como muchos creían. Hay zonas y horas mejores o más conflictivas. La Policía preveía que pudiera haber una voz más alta, pero ni siquiera eso.
F. R.: Los hermanos llevan tres años allí con las distintas áreas de voluntariado y jamás ha habido un problema.
¿Y por qué Tres Barrios y no el Polígono Sur?
F. R.: Por dos razones. Una, porque el Polígono Sur tiene desde hace años el foco encima de las administraciones, que están más volcadas. Tiene una prohermandad que está funcionando, el proyecto Fraternitas... Estaba bastante más atendido, con independencia de los índices de pobreza. En Tres Barrios lo veíamos en los ránking y artículos de prensa pero también servía escoger a esas zonas para poner el foco y de eso nos sentimos humildemente orgullosos. Ya que no tenemos la capacidad de transformar aquello, al menos haber llamado la atención. Y, en segundo lugar, por la concurrencia de estos párrocos allí con los que había una buena relación y sabíamos que podíamos colaborar. Por otro lado, estaba el eco de Santa Teresa, de 1965, que nos pareció el remate en un barrio un poco mejor pero que va sufriendo los mismos problemas.
I. S.: Hemos conseguido que los propios sevillanos conocieran esos barrios. La mayoría no habían cruzado la Ronda del Tamarguillo, con ningún atractivo para los sevillanos y que estaba como olvidada. Esto ha servido para poner de manifiesto las necesidades que tienen y el estado tan lamentable en el que se encuentran los edificios y los propios vecinos.
¿Creen que el hecho de haberlo tenido que retrasar un año por la pandemia ha hecho que fuese más necesaria y esperada la misión?
I. S.: Yo creo que no, el Señor congrega siempre multitudes, aunque es verdad que ha sido un momento importante al ser un aldabonazo cuando la pandemia ha ido remitiendo a límites residuales.
F. R.: Este acto es distinto. Si te ponías en la puerta de estas parroquias y veías pasar a la gente que entraba, no era el perfil del cofrade ya saturado de procesiones.
¿Es reproducible este formato con otras imágenes y zonas de Sevilla?
I. S.: Con el tiempo se hará, seguro. Pero que todo se haga por un afán de evangelización y de apostolado, no sea por trasladar a la imagen porque sí.
F. R.: Lo que sí es urgente es que las cofradías nos demos cuenta que somos las organizaciones de laicos más numerosas y el carácter evangelizador tenemos que asumirlo. Los cofrades de Sevilla estamos llamados a involucrarnos con las parroquias para frenar la secularización que avanza, en Los Pajaritos o en cualquier calle del Centro.
¿Hay algo que no haya salido como esperaban?
I. S.: Aparte de la circunstancia coyuntural de la lluvia, que era esperable que durante 21 días apareciera en algún momento, todo es mejorable. El balance general es de mucha satisfacción, sobre todo por los frutos de la misión en la dimensión espiritual: las confesiones, las comuniones, las confirmaciones...
¿Qué papel tiene a partir de ahora la hermandad allí?
I. S.: Continuar con lo que se lleva ejerciendo desde hace dos años y ampliar las áreas de actuación. Ya es una realidad palpable en el barrio. Estamos proyectando otras áreas de atención como la formación y la creación de empleo en el barrio, refuerzo a la pastoral penitenciaria, otra de ayuda académica y de infancia, se está alfabetizando a muchos extranjeros que ni siquiera conocen el idioma...
F. R.: Aquello tiene que crecer. Manolo Sánchez decía que aquello tiene que ser, a partir de ahora, territorio del Gran Poder. Que esta sea su feligresía. Por eso, el modelo que se escogió no fue el de poner allí una oficina de la hermandad, sino que los hermanos se incardinaran directamente con las Cáritas parroquiales bajo la dirección de los párrocos.
Es cierto que se ha desmitificado el barrio como un gueto inaccesible o peligroso. ¿Pero ha servido realmente la estancia del Gran Poder para integrar a esos vecinos con el resto de la ciudad?
F. R.: Eso hay que preguntarlo allí a largo plazo. Quizá sí ha habido una sobreexposición. La primera idea era que a la vuelta a la Catedral los vecinos nos acompañaran y aquello se simbolizara con las tres cruces parroquiales. A mí me llamó mucho la atención, cuando llegamos a esa nueva muralla que es la Ronda del Tamarguillo, cómo nos tuvimos que ir a la derecha para poder entrar en el barrio porque había una valla, una barrera física que se suma a las barreras de la desigualdad, que hacen difícil la integración.
¿Ha habido cierta sobreexposición con algunas imágenes de la ropa tendida o de los propios vecinos asomados a los balcones?
F. R.: Quizá sí. Pero esas mismas fotos están en la calle Conde de Barajas o en Cristo de la Sed, donde mirabas a los balcones y veías cosas entrañables de las familias. Llegas allí y son más dramáticas, pero la emoción es la misma en el Centro que en un balcón de Los Pajaritos. Lo que quiere decir que esa devoción de la ciudad al Señor no conoce la frontera del Tamarguillo.
I. S.: En contraposición de las calles por las que normalmente transcurre el Señor, que son estéticamente bellas, con esos edificios tan degradados y la ropa tendida, da verdadero protagonista a la imagen del Señor, que puede con todo.
¿Qué les han dicho los vecinos?
I. S.: Les ha cambiado hasta el carácter. El presidente de la asociación de vecinos, que estaba continuamente allí, decía que la gente no se peleaba tanto y que estaban muy felices.
F. R.: «Gracias por traerlo» es una frase continuamente repetida.
I. S.: Y que no nos lo llevemos.
El párroco de Santa Teresa decía que, aunque esa zona no está tan deprimida como Los Pajaritos o la Candelaria, sí ha visto milagros del Señor atrayendo a vecinos que nunca habían pisado la iglesia y que se confesaban. ¿Es eso lo que llaman el kairós, una experiencia mística?
I. S.: Eso ha sido en las tres parroquias, cientos de personas que han acudido al sacramento de la penitencia después de muchos años. Y eso ha sido por la llamada del Señor, sin lugar a dudas. Por eso estamos tan contentos con los frutos que ya hemos visto.
F. R.: El sentido de la misión no sólo era ir a las periferias geográficas, sino también a las existenciales. El reto también es volver a construir allí una comunidad parroquial, especialmente en Santa Teresa.
Hay quien tacha a veces a los cofrades de no ver más allá de la talla, pero lo que hemos visto estos días en torno al Señor demuestra que una imagen de madera, por su transmisión, provoca conversiones espirituales. ¿La hermandad era consciente de la capacidad que tiene la imagen?
I. S.: Esa es la unción que tiene Jesús del Gran Poder, esa capacidad de convertir y abrir los corazones de quien sale a su encuentro. Y ese era uno de los principales objetivos de la misión. Que el acercamiento, la conversión y el arrepentimiento se produjera con la imagen del Señor.
F. R.: Es el poder de las imágenes. Una imagen en la calle es una oportunidad para que la gracia actúe. Nunca sabes el momento que escoge Dios para tocar el corazón de una persona.
¿La clase política volverá sus ojos a Tres Barrios cuando se vaya el Señor?
F. R.: Están obligados, pero no porque el Señor haya estado allí, eso ha sido un impulso. Pero, sobre todo, porque muchos sevillanos que han visitado esos barrios han tomado conciencia de que esas desigualdades dentro de nuestra ciudad no podemos permitirlas. Se nos abre el corazón cuando vemos imágenes del Tercer Mundo y no nos damos cuenta que hay una parte de Sevilla que también tiene unas carencias enormes.
I. S.: Hay que tener esperanza de que aquello vuelva a ser un barrio alegre, obrero y familiar, como tantísimos que había en Sevilla a partir de los 50. Se ha ido degradando pero se puede transformar.
¿Con qué momento se quedan de estos 21 días de misión?
I. S.: La llegada a la Ronda del Tamarguillo para mí fue algo que no se me olvidará jamás. Las tres cruces parroquiales recibiendo al Señor, la tarde que se volvió nublada y ventosa, era como una imagen onírica. Las caras de los vecinos esperando...
F. R.: La llegada y la subida por Navío Argos. El cambio tan radical de escenarios, de rostros, de paisajes... Y luego me llamó mucho la atención en el traslado de ida, por la posibilidad que dieron tantas calles anchas, la cantidad de personas impedidas en sillas de ruedas, que agradecieron tanto ese día estar con el Señor. Vete a saber desde hace cuántos años no lo veían ni en la calle ni en la basílica. Da igual que pasen las juntas, los tiempos... si hay algo que la hermandad tiene claro siempre es que el Señor es de sus devotos, por eso nunca hubo miedo. Navío Argos era como Trajano, la misma despreocupación y naturalidad.
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