Sevilla y Amén
Del Cisquero al Moreno
El Gran Poder paró en el santuario de Los Gitanos a pedirle consejo al Señor que más sabe de pobreza
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Iniciar sesiónHay un misterio en Sevilla que el Gran Poder y el Señor de la Salud se pudieron decir ayer a la cara. ¿Cómo es posible que los dos nazarenos más morenos de la ciudad sean los que menos han visto el sol? Al ... Gitano le aceituna la frente la luz de la mañana desde que sale del cuarto de los cabales de la Catedral hasta que vuelve a la muralla. Pero el bronce de su rostro no viene de la claridad del día, sino de la intemperie de luna. Y al de San Lorenzo, que no conoce el alba salvo cuando va de la oscuridad del Viernes Santo a la oscuridad de la pobreza, se le ennegrece el semblante porque tiene su cuna en la casa de los calés, donde Juan de Mesa lo dejó hace cuatro siglos con la cruz del mundo encima. Ayer volvió el Cisquero a su casa natal y se puso frente al Moreno. Y los dos hablaron de la negrura de su sangre derramada sobre el soneto de Juan Sierra : «¡Oh, coagulada sangre negra, gorda, / oh, leño de clavel carbonizado, / oh, joya navegando un frío morado / en la luna que plena se desborda!». El Gitano le dio un recado al Gran Poder en su santuario para la gente de su raza que vive en el hoyo de la miseria. Claveles carbonizados. Rompía el sol las fachadas del Valle, lejos aún de los cordeles con sábanas tendidas en los bloques, colgaduras del dolor para recibir al dolor, cuando el Señor de la Salud, cumbre de la morenería, miró a los ojos al Señor de Sevilla y le dio un consejo para llegar por el atajo más corto al cabecero del barrio más pobre de España.
Solemos decir que aquellas calles desconchadas, sembradas de plata y jeringas, embriagadas de un incienso que sólo hace cautivos, están dejadas de la mano de Dios . Mentira. Están dejadas de la mano del hombre. Y lo que ha ido a hacer allí el Gran Poder es demostrarlo. Ha llevado su cruz al verdadero calvario de la ciudad, ha cogido la vía dolorosa y lo ha hecho entre la bulla, a zancada limpia entre el mar de cabezas, descendido de su gloria, para que detrás de él vayamos todos sus fieles a enfrentar aquella pobreza con la nuestra . Las dos negruras frente a frente, como las del misterio del Señor ante el Señor. ¿O no es más negro el desdén cotidiano de quienes podemos ayudar y no lo hacemos que el agujero infinito de los que necesitan ayuda? Esa es la verdadera misión del Gran Poder en Los Pajaritos. Obligarnos a mirar nuestras sentinas para que comprendamos que la ausencia de recursos es menos devastadora que la ausencia de dignidad. ¿Y quién sabe eso mejor que el Gitano, fanal de tantas duquelas ? El misterio de la negrura está en la claridad interna. Por eso el Señor de la Madrugada ha ido a la zona más oscura de Sevilla a través de la luz del día, cruzándose al terreno en el que está más vendido, y ha vuelto a sembrar el silencio a su paso. Porque ir de la noche a la noche , de la tiniebla a la cueva en la que cada sol es un suplicio, cada despertador es una llamada al vacío, es un acto de rebeldía suprema. El poeta Manuel Mantero escribió hace medio siglo un texto proscrito de los viernes en San Lorenzo. Se titulaba «Religiosísima Sevilla» . Decía así: «Los viernes se llegaban las putas a la no lejana plaza de San Lorenzo, para rezarle al Cristo del Gran Poder. Le pedían salud y clientes. Muchas (se decía) tenían fotografías del Cristo en su dormitorio». Ayer, cuando el Señor salió del santuario de Los Gitanos y dejó atrás la muralla en busca de la angustia, lo recordé. Hay penumbras que no queremos mentar, pero que existen. Y entre el Cisquero y el Moreno no cabe la buenaventura . Los dos saben que allí donde habita el olvido, cima de la oscuridad sevillana, muchos abandonados que reclaman su dignidad han puesto la estampa del Señor en su dormitorio.
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