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Sevilla y Amén

Del Cisquero al Moreno

El Gran Poder paró en el santuario de Los Gitanos a pedirle consejo al Señor que más sabe de pobreza

El Gran Poder y el Señor de la Salud de Los Gitanos, mano a mano J.M. Serrano
Alberto García Reyes

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Hay un misterio en Sevilla que el Gran Poder y el Señor de la Salud se pudieron decir ayer a la cara. ¿Cómo es posible que los dos nazarenos más morenos de la ciudad sean los que menos han visto el sol? Al ... Gitano le aceituna la frente la luz de la mañana desde que sale del cuarto de los cabales de la Catedral hasta que vuelve a la muralla. Pero el bronce de su rostro no viene de la claridad del día, sino de la intemperie de luna. Y al de San Lorenzo, que no conoce el alba salvo cuando va de la oscuridad del Viernes Santo a la oscuridad de la pobreza, se le ennegrece el semblante porque tiene su cuna en la casa de los calés, donde Juan de Mesa lo dejó hace cuatro siglos con la cruz del mundo encima. Ayer volvió el Cisquero a su casa natal y se puso frente al Moreno. Y los dos hablaron de la negrura de su sangre derramada sobre el soneto de Juan Sierra : «¡Oh, coagulada sangre negra, gorda, / oh, leño de clavel carbonizado, / oh, joya navegando un frío morado / en la luna que plena se desborda!». El Gitano le dio un recado al Gran Poder en su santuario para la gente de su raza que vive en el hoyo de la miseria. Claveles carbonizados. Rompía el sol las fachadas del Valle, lejos aún de los cordeles con sábanas tendidas en los bloques, colgaduras del dolor para recibir al dolor, cuando el Señor de la Salud, cumbre de la morenería, miró a los ojos al Señor de Sevilla y le dio un consejo para llegar por el atajo más corto al cabecero del barrio más pobre de España.

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