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Rafael Adolfo Téllez: «Continúo sin saber quiénes fueron o son Peter Gabriel y Frank Zappa»
Como un Virgilio de la era digital, este escritor y poeta se abraza a los árboles de la vida retirada del campo, para continuar su poesía en la que, como alguien le dijo, siempre llueve
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En la poesía de Rafael Adolfo Téllez siempre aparece la lluvia como protagonista
-¿Quién se lo dijo, Bonilla o Valenzuela?
-Ambos son muy amigos míos. Y entre ellos se lo disputan. Pero yo no voy a entrar en quién lo dijo antes. Pero llevaba razón.
-¿Y qué quiso decir con eso?
-La lluvia es ... una constante en mis poemas. Yo me siento seguro bajo la lluvia. La lluvia siempre sucede en el pasado, como dijo Borges. Y yo soy un poeta elegíaco.
-El caso es que usted es de los pocos poetas actuales que vive una vida retirada de saraos, bandejas de canapés y activismo social. ¿De quién se esconde, señor Téllez?
-(Risas) En esta intemperie que supone la vida en el pueblo tampoco uno está a salvo de nada. Tonino Guerra, guionista de Fellini, a sus sesenta años se retiró de la ciudad y se refugió en un pueblo muy pequeño y en una casa sin luz. Allí escribió unos poemas extraordinarios
-¿Y ha conseguido lo que Tonino en Cañada Rosal?
-En parte, sí. Yo persigo una poesía en la que entre el aire limpio. Para logarlo hay que desprenderse de ese lastre cultural. A veces se consigue.
-¿En la naturaleza se encuentra o se pierde con muchísimo gusto?
-Encontrarse, a veces, es dejarse llevar por el misterio y la naturaleza te lleva de la mano a ese misterio. Oyendo a la tierra se aprende casi todo.
-¿Y no echa de menos la ciudad, la algarabía, los atascos, el estruendo, las multas, las prisas, las bullas, la vida misma…?
-(Risas) Sí, sí, echo de menos la juventud. Que es lo que usted acaba de enumerar. Para mí, la ciudad representa la juventud.
-Lo mejor de todo es que usted fue un urbanita irreprochable. ¿Ligó muchos sonetos detrás de la barra de la Carbonería?
-(Risas) La palabra soneto me recuerda que nunca he escrito uno en mi vida. Según Abelardo Linares soy el mejor versolibrista español pero no sé venderme. Pero sí, ligué amores dolientes.
-Pero una noche se le encajó una admiradora pidiéndole que le besara los labios.
-(Risas) Y yo como un niño obediente me dejé. Siempre he obedecido a las mujeres.
-Y aunque Bonilla le levantara gallinitas, usted se paseaba por Sevilla con la Penélope Cruz de Triana.
-Durante veintiún años así fue. Para mí fue la mujer más bella de la ciudad, donde a veces fui príncipe y o tras mendigo.
- ¿Llegó a enterarse quiénes eras aquellos dos tipos con los que se fotografió en la Carbonería?
-Uno era Peter Gabriel y otro Frank Zappa. Continúo sin saber quiénes son. Pero las fotos que más estimo son las que tengo con Amancio Prada, muy amigo mío.
-Tuvo una gran amistad con Félix Grande, con el que recitaba al alimón poemas de Vallejo…
-Así es. Cuando nos poníamos sublimes recitábamos al alimón el 'Idilio muerto' de Vallejo. Félix Grande fue mi hermano mayor.
-A Jesús Quintero lo tuvo de patrón en radio América. ¿Se hizo rico?
-(Risas) No, me hizo rico en experiencias con los personajes a los que pude entrevistar. Recuerdo al actor Juan Diego con el que acabé con todo el güisqui de los alrededores. Y hubo que recurrir al que tenía Quintero en la alacena. Jesús, con la edad, se humanizó y es posible que el cansancio haga inocentes a los hombres.
-Benítez Reyes lo convirtió en un personaje literario.
-Felipe me sitúa en la Carbonería de camarero enfrentado a los pseudo poetas que aparecían por allí muchas veces.
-Abelardo Linares, antes de publicarle su poesía, le dio trabajo en Renacimiento.
-Es un poeta secreto y un extraordinario editor al que algunos poetas no le perdonan que sepa de poesía.
-¿Le hizo alguna vez un poema a la ciudad?
-No. Pero mi poesía habla continuamente de un café con el que quedo con mi amor, ubicado en la Puerta Jerez. Sevilla está siempre presente en mi poesía.
-¿Qué lo haría regresar a la ciudad y abandonar el campo?
-El amor. Aunque Iwasaki mantiene que a partir de los cuarenta no hay sitio al que volver…
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