Manuel Salgado: «La postpandemia ha disparado el porcentaje de suicidios entre jóvenes y adolescentes»

-Cantaban los Beatles que lo que el mundo necesita es amor. Es una terapia óptima, ¿verdad?

-El amor es necesario, pero no es suficiente. Es una buena vitamina para el sustento emocional. Pero también existen otros estimulantes.

-Tampoco es menos impactante el caso del chico, 20 o 21 años, que no sonreía nunca.

-Era un chico joven. Muy triste por un trastorno depresivo. Y me dijo que llevaba mucho tiempo sin sonreír. Logramos que sonriera con la terapia. Incluso antes de que se sintiera anímicamente bien.

-Tampoco creo que fuese más feliz aquel deportista con graves problemas de relación con su mujer que no se adaptó a la ciudad.

-Era un futbolista con poco rendimiento en el club por desavenencias con su pareja. Tratamos a los dos. Y lo resolvimos con un pacto entre ellos, marcando una fecha tope de estancia en la ciudad. Y funcionó variando el rendimiento del jugador.

-El caso de Ricky Rubio parece paradigmático. Abandona todo lo que significa la NBA por depresión.

-Sin conocerlo, que es una cuestión fundamental, yo creo que este gran deportista quedó muy marcado por la pérdida de su madre. Sin obviar la exigencia de una competición como esa.

-El TOC (trastorno obsesivo compulsivo) padecido por un exfutbolista de la Real Sociedad, Gurruchaga, lo convirtió en un libro de humor.

-El humor, en estos casos, es una forma de engañar al cerebro. El libro está escrito desde el humor. El TOC es un trastorno de ansiedad. Y la ansiedad afecta a tu rendimiento. Sea deportista, fontanero o sicólogo.

-En cualquier caso, ¿la alta competición deportiva te pasa factura mental?

-Sin ninguna duda. La alta competición genera estrés. Pero no todas las personas tienen la misma capacidad de aguantar la presión.

-La pandemia fue una experiencia de sufrimiento global. Miedo, tristeza, inseguridad. ¿Es el punto de inflexión entre dos formas de entender la vida?

-Para muchas gentes, sí. Han perdido algún familiar, el trabajo, parejas rotas. Y también sus sueños. He tratado a pacientes en la clínica que después de la pandemia han tenido que reorganizar sus objetivos vitales.

-Muchos jóvenes quedaron marcados para siempre por la pandemia. Sobre todo, por el confinamiento. Pensaron que era el fin de su mundo. ¿Cuál ha sido su experiencia clínica?

-Un incremento de adolescentes y jóvenes en la consulta. En el último año, se ha visto incrementado en un 7% el número de suicidios en este segmento de la población.

-¿Hay cifras oficiales?

-En España se produce un suicido cada dos horas, según recoge la Confederación de Salud Mental España de fuentes de Instituto Nacional de Estadísticas. Este dato no es solo de jóvenes.

-Muchos jóvenes se instalaron en el existencialismo punki que negaba el futuro, no existía el futuro.

-No solamente veían un futuro imperfecto. Es que muchos no alcanzaban a ver un presente donde poder alcanzar sus ilusiones. En las sesiones siempre hacen referencia al «yo antes» como si le hubieran quitado su tiempo feliz.

-Un suicidio cada dos horas es una barbaridad comparada con otras alertas: género, tráfico, drogas…¿Por qué no se visualiza?

-Es un tema vergonzante, que se quiere ocultar. El asunto es tan grave que se trabaja en un Plan Nacional de Prevención contra el suicidio. Mi opinión es que va excesivamente lento ese trabajo. Y estamos jugando con vidas humanas. En España se produce un suicidio cada dos horas.

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-¿Ve relación entre la masificación callejera y el carpe diem abrazado tras la pandemia?

-El confinamiento generó sensación de pérdida de libertad. Y tras su levantamiento se produce la clásica salida de los niños al recreo en el colegio. La gente ha pedido préstamos para unas vacaciones «porque me las merezco». Es un autohomenaje tras el desánimo padecido estos años.