La cultura embarra el primer Pleno del curso político del Ayuntamiento de Sevilla
La sesión plenaria, cargada de músculo ideológico, tomó peso en la confrontación de José Luis Sanz y Antonio Muñoz por la gestión de la Cultura
José Luis Sanz dice que la subida de la tarifa del agua de Emasesa llevaba «año y medio» sobre la mesa
El PSOE le reprocha a Sanz que haya convocado un día antes del Pleno la reunión por los cortes de luz
Sevilla
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Iniciar sesiónUn par de lances de recibo de los subalternos de confianza fueron suficientes para calentar el primer mano a mano del curso político sevillano y para que los jefes de filas tomaran el percal antes de asomarse a la primera raya del tercio. ... Tras la inesperada refriega entre Sonia Gaya (PSOE) y Juan Bueno (PP) por la inocua renovación del reconocimiento de 'Ciudad Amiga de la Infancia', afanados en encelar esas inaugurales e insípidas embestidas, llegó el tercio de quites entre las 'figuras' del cartel. José Luis Sanz y Antonio Muñoz, frente a frente. En lo ético y en lo estético. Uno lucía corbata, el otro prescindió de ella. Uno llegaba solo y con gesto ausente; el otro, flanqueado por los pesos pesados de su Gobierno municipal y visiblemente cómodo. Y el primer astado de la mañana se llamaba Eléctrico, en homenaje a la problemática de los cortes de luz, al que como por arte de birlibirloque empezaron políticamente a capear. «¿Por qué no convocan la mesa, señor Sanz?», le reclamaba el líder socialista; «nos reunimos ayer, señor Muñoz», contestó el alcalde.
A Antonio Muñoz se le puso el mismo gesto que a Pedro Sánchez cuando Núñez Feijoó le reprochó el pasado martes que, tras pedir seis debates durante la campaña electoral, mandase a Óscar Puente a embarrar el debate (fallido) de investidura. Aunque al sevillano hay que reconocerle su capacidad para reponerse de la voltereta y contraatacar al calificar esa reunión de «paripé» por hacerle un día antes de que el asunto fuese abordado en el Pleno. José Luis Sanz había lamentado que el «delegado de su Gobierno» –en alusión al socialista Pedro Fernández– no acudiera a la cita; Muñoz, tras consultarlo con su equipo, le criticó que hubiese convocado «a las once de la mañana» a la Delegación del Gobierno «para una reunión a las dos de la tarde».
La soledad de Muñoz
Tras el primer calentón volvieron a resguardarse detrás de las tablas, mientras unos y otros iban lidiando con la mañana. Que más allá de lo que se debatió, insustancial a todas luces, demostró un claro cambio de ciclo en el foro político sevillano: mientras que Muñoz está prácticamente solo, arropado casi en exclusiva por su leal Sonia Gaya, Sanz se ha crecido tras la 'pelea en varas'. El 'popular' tiene, o parece tener, alineados a todos los suyos. Ni en los momentos de mayor esplendor pudo decir lo mismo el socialista, siempre lastrado por un partido de tradición cainita.
Y así, como meros observadores, se libraron del lodazal en el que se terminó convirtiendo el Salón Colón tras la moción presentada por el Partido Popular por la «igualdad de todos los españoles» –promovida por la dirección nacional para forzar al PSOE a rechazar 'cualquier amnistía'–. No tardaron en sonar por uno y otro flanco los pasodobles 'filoterrorista', 'separatista', 'franquista' y 'chavista'. La gran paradoja de este tercio llegó con la intervención de la toricantana Susana Hornillos (Podemos) empañada en lamentar el bloqueo al Consejo General del Poder Judicial, el Gobierno de Mariano Rajoy y la problemática del agua de Doñana. Lo hacía unos segundos después de haberle reprochado a los populares que no hablasen de «los problemas reales de los sevillanos»; enumerando, entre otros, los cortes de luz, la proliferación de pisos turísticos y la existencia de tres de los cinco barrios más pobres de España.
Manos «manchadas de sangre»
La contradicción podemita terminaría siendo desdeñosa tras el furibundo ataque que compases después lanzó a los representantes del Grupo Vox, a quienes acusó de heredar la política de la dictadura y el estilo de quienes tuvieron las manos «manchadas de sangre» y firmas sobre «sentencias de muerte». Cristina Peláez replicó con Hugo Chávez, Fidel Castro y el empeño «sistemático» de la izquierda de «reescribir la historia». Y Juan Bueno, por rematar lo que ellos habían inaugurado, recordó que «las manos de sangre las tienen quienes mataron a Jiménez Becerril y Ernest Lluch».
La segunda confrontación entre Antonio Muñoz y José Luis Sanz llegó tras meter en el redil al caballo de troya del momento político sevillano: la Cultura. Muñoz tomó el estoque para tratar de clavar en el «sobresalto continuo» y la «improvisación» del nuevo Gobierno, reivindicaba su labor al frente del ramo y considerando que el adanismo de sus sucesores la había destrozado. El alcalde lo tildó como un «nefasto gestor» para el urbanismo sevillano –«ahí están las nuevas construcciones de la Palmera»–, para el turismo y para la cultura. «Un despropósito es tener una Feria del Libro con un presupuesto de quinta división y no hacer nada mientras se deterioraba el Lope de Vega. A mí en cien días no me ha dado tiempo de destrozar nada: la política cultural de Sevilla ya estaba destrozada».
Uno de los primeros puntos del Pleno municipal fue el de la subida del precio del agua, donde el alcalde hispalense, José Luis Sanz, ha esgrimido que ese incremento en la tarifa del agua llevaba más de un año y medio debatiéndose en el Consejo de Administración de Emasesa y ha culpado directamente al anterior gobierno socialista por «no ser capaz de explicar a los sevillanos que hacía falta subir la tarifa de Emasesa para no perder calidad de servicio y no poner en riesgo los planes de inversiones». «A mí me sería más más fácil decir que no la subimos».
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