El rincón de... JUan carlos Arias
«El Moro, Olaya y Stanley Moss convirtieron a Sevilla en el epicentro del arte falso»
Detective privado, escritor, acaba de publicar su último libro, 'El falsificador de Franco', (Samarcanda) una historia real con personajes reales de la Sevilla de los años cincuenta y sesenta
«Para que al Bellas Artes no lo trasladen a la Universidad hay que ampliarlo»
Sevilla
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Iniciar sesión–Su currículo profesional es tan atractivo como el libro que acaba de publicarse. La Expo le dio mucho trabajo… ... –Sobre todo el tema hotelero, que gestionaba Coral, donde hubo numerosos fraudes de reventas de habitaciones que ya habían cobrado de Coral los hoteleros.
-Y unos espabilados que envasaban Cruzcampo en Portugal por su cuenta, también le dieron que hacer…
-Cruzcampo era la líder cervecera española. Y descubrimos unos plagiadores de la marca instalados en el Algarve que usurpaba la marca y distribuían en España a bajo precio.
–También estuvo usted muy implicado en el tema de los americanos de las bases que se casaban con españolas.
–Teníamos que notificar divorcios a sevillanas desposadas con militares americanos. Hubo notificación es tan cómicas como comprobar que las sevillanas se habían casado con posteriores maridos. Cuando el americano se iba, la española se volvía a casar, sin divorcio previo.
-E investigó a un piloto de Iberia muy amigo de Felipe González.
-Pretendía no pagar la pensión de un hijo que tuvo con su tercera esposa alegando una pensión ínfima y le descubrimos dos pensiones extras y cuarenta pisos.
–Pero lo que acaba de publicar, 'El falsificador de Franco', es mucho más que un libro sobre estafadores de arte.
–Es una especie de manual sobre el arte falso donde Sevilla reclama su soberanía e influencia.
–En ese libro aparecen dos protagonistas muy conocidos en Sevilla: el anticuario el Moro y el copista Eduardo Olaya. Entre ambos estafan con un bodegón velazqueño a Carmen Polo. ¿Por qué jugaron con fuego?
–Fue una doble venganza. Primero de Olaya contra su patrón, el Moro, que consideraba explotaba su talento. Y la segunda del anticuario contra Carmen Polo que casi nunca pagó las antigüedades que se llevaba de su tienda. Tanto el Moro como Olaya eran dos profesionales en sus facetas. Ambos eras gays.
–El cuadro se cuelga en El Pardo pero hay un informe interno policial firmado por su padre diciendo que el cuadro es de Olaya y no de Velázquez.
–José Arias, mi padre, entonces inspector policial y uno de los primeros en autentificar obras de arte, intervino en el inventario del tesoro del Carambolo y en la colección de la condesa de Lebrija. El informe del cuadro llegó hasta Arias Navarro.
–¿Por qué aquel informe no prosperó y llegó a los tribunales?
–Porque hubiera sido un escándalo y un desprestigio para el régimen que la esposa de Franco fuera víctima de un timo de ese calibre.
–Olaya era bohemio, manirroto y de conducta poco ejemplar.
–Y también generoso. Una vez, tras vender un cuadro en Madrid, montó una fiesta en el hotel Ritz. Y cuando estaba tieso las fiestas las organizaba en una taberna de la Gran Plaza.
–El tercer hombre de esta sociedad era un tal Stanley Moss, encargado de distribuir internacionalmente las obras falsificadas.
–Moss tenía una galería muy importante en Nueva York y contactos de alto nivel con el lobby judío. Él internacionalizó toda la producción sevillana, a través de un almacenista llamado Astasio Egea en Madrid.
–Se cuenta de Moss que lo pillaron en un avión inglés con un San Jerónimo de Goya enrollado en un bastón.
–Fue en un vuelo de Palma a Londres. Ese cuadro, desde 1970, está en el museo de Pasadena sin especificar su origen.
–Moss vendió mucha obra de la factoría falsaria sevillana en EE.UU. ¿Se imagina que algunos de esos cuadros estén en museos de prestigio?
–Hay poco que imaginar. Hay evidencias de un cuadro atribuido al Greco llamado 'Fábula' en el Prado y una Anunciación también atribuida a El Greco en el Thyssen. En ambos las pruebas sobre su originalidad se echan de menos.
–Por sus investigaciones sabemos que fue ABC de Madrid uno de los pocos medios que le siguieron la pista a Moss, investigando sus movimientos.
–El medio de la época que más publicó sobre Moss y sus exportaciones ilegales de clásicos españoles fue la redacción de ABC en Madrid y su corresponsalía en Londres.
–Usted asegura que del legado Villaescusa, siete mil millones de pesetas para el museo del Prado, parte se invirtió en comprar cuadros a Moss. ¿Lo ha contrastado con el museo?
–Tengo un documento de la dirección que certifica que se le compró cinco lienzos a Moss con dinero de ese legado.
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